Futboleros
La serie de terror m¨¢s escalofriante de la televisi¨®n suele emitirse los mi¨¦rcoles, s¨¢bados y domingos a juzgar por los gritos, alaridos y blasfemias escuchados
La serie de terror m¨¢s escalofriante de la televisi¨®n suele emitirse los mi¨¦rcoles, s¨¢bados y domingos a juzgar por los gritos, alaridos y blasfemias escuchados durante su proyecci¨®n. Puede verse en las cadenas generalistas y de pago, bien en casa o en los estudios de grabaci¨®n. Las imprecaciones, el estr¨¦pito de cosas chocando, los nervios y las ansiedades incontrolables son frecuentes durante los episodios de especial intensidad narrativa. La serie se titula ¡°El partido de f¨²tbol¡±.
Las alteraciones emocionales en las veladas deportivas con amigos, parientes y tortillas de patatas no han sido suficientemente explicadas porque las modalidades son diversas, y las limitaciones de la psiquiatr¨ªa, evidentes. El aficionado capaz de disfrutar de un derbi regional o una final espa?ola de la Champions sin reventar la car¨®tida corre el peligro de ser tenido por un forofo horchata, desde?able. Casi mejor verla a solas y volver con la pe?a en el descanso, durante el apaciguamiento de los esp¨ªritus y la ingesta de jam¨®n.
Los guionistas de la serie afinan desde que, en 1963, se escuchara la canci¨®n protesta de la italiana Rita Pavone: ¡°?Por qu¨¦, por qu¨¦, los domingos por el f¨²tbol me abandonas? No te importa que me quede en casa sola. ?Por qu¨¦, por qu¨¦ no me llevas al partido de una vez?¡±. Ya no hace falta. La cuota de pantalla es envidiable, y la incorporaci¨®n de las mujeres al espasmo colectivo, creciente.
No todas lo entienden. ¡°?Es normal que no se le pueda hablar en un par de d¨ªas porque perdi¨® el Bar?a?" El aficionado tranquilo tiene dos opciones: el silencio, o la cobarde abyecci¨®n: confieso haber simulado brincos de alegr¨ªa al marcar el equipo contrario para ser aceptado en un bar por un grupo de fan¨¢ticos cuyo sentimiento m¨¢s noble hacia mi equipo era la castraci¨®n.
Antes de los saltos, hab¨ªa advertido a mi acompa?ante de que si le parec¨ªan excesivos, una sonrisa c¨®mplice con el jefe de la manada podr¨ªa ser suficiente.
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