T¨®tem frente al mar
A Derek Walcott le dieron el Nobel en 1992 y aqu¨ª ni estaba traducido, ni lo hab¨ªa le¨ªdo apenas nadie
Cuando la Academia Sueca otorg¨® el Premio Nobel de Literatura al gran poeta Czeslaw Milosz, algo cambi¨® en aquella casa. Quiero decir que volvi¨® a los or¨ªgenes ¡ªlos mismos que premiaron a T. S. Eliot, a Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, a Yorgos Seferis y a Odysseas Elytis¡ª y se ennobleci¨® po¨¦ticamente en bater¨ªa: Octavio Paz, Joseph Brodsky, Derek Walcott, Seamus Heaney o Wislawa Szymborska ser¨ªan los siguientes poetas premiados. Si Milosz hab¨ªa propuesto a Brodsky, fue ¨¦ste quien propuso a Walcott para el premio.
A Derek Walcott le dieron el Nobel en 1992 y aqu¨ª ni estaba traducido, ni lo hab¨ªa le¨ªdo apenas nadie. En aquel momento yo acababa la traducci¨®n de una antolog¨ªa de su poes¨ªa ¡ªIslas, La Veleta, 1993¡ª y mi casa pareci¨®, por unas horas, el consulado de Walcott en Espa?a. De Santa Luc¨ªa ¡ªdonde naci¨®¡ª y Trinidad o Jamaica ¡ªdonde tambi¨¦n vivi¨®¡ª a Mallorca, la cosa quedaba entre islas, que siempre son el mundo y un mundo aparte que, adem¨¢s, interpreta y reproduce el mundo entero.
Desde esas islas Walcott edific¨® un mito e incorpor¨® tambi¨¦n mitolog¨ªas ajenas a la propia de su cultura por nacimiento. El papel donde iban a ser escritas era el mar Caribe, el mismo que Walcott contempl¨® toda su vida sabiendo que en ¨¦l se encerraba el secreto de su poes¨ªa y tambi¨¦n su propio secreto. Y su historia ¡ªla de su exploraci¨®n por Occidente, la de los piratas, la de la esclavitud¡ª fue lo que le llevar¨ªa a mimetizarse con el origen de ese Occidente ¡ªla mitolog¨ªa griega y ciertas met¨¢foras del cristianismo¡ª para despu¨¦s metamorfosearlo en otra cosa. De Homero a la poes¨ªa de sir Walter Raleigh, de los dioses del Olimpo al tobillo de una muchacha de piel negra ba?¨¢ndose desnuda en el mar de Santa Luc¨ªa, de los cuarteles abandonados por los ingleses a los techos de zinc ardiendo bajo la luz de hielo sucio del verano. El mestizaje cultural: y en ¨¦l, la lengua.
La lengua de Walcott fue la misma de aquellos que apresaron a sus antecesores, los trajeron encadenados desde ?frica hasta Am¨¦rica, los vendieron como esclavos y los usaron como a bestias. La lengua inglesa. Y en esa lengua y en sus mitos, Derek Walcott infiltra los suyos para convertirla en otra cosa. Para que diga lo que nunca antes hubiera dicho ni dijo. Y al mismo tiempo ¡ªy ah¨ª la paradoja y la sabidur¨ªa¡ª la enriquece de una manera que tampoco se hab¨ªa enriquecido hasta entonces. Sin despecho ni rencor, dando a cada uno lo suyo y convirtiendo lo de cada uno en propio y distinto. Hasta una Il¨ªada escribi¨® con n¨²mero de versos parecido al de Homero. La suya se llam¨® Omeros y Ulises fue un pescador negro. En todo este mapa, un detalle no menor: los ojos de Derek Walcott eran verdes.
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