Blablacar, el sainete
Si un t¨ªo habla a voces en el vag¨®n es que no le importa difundir sus secretos
Despu¨¦s de que un tipo se pusiera chulo en el tren porque le ped¨ª que hablara m¨¢s bajo por el m¨®vil, decid¨ª que mi campa?a por el buen uso del celular hab¨ªa concluido. Ya lo cont¨¦. Ante la amenaza f¨ªsica, me rindo. Pero, cuidado, no soy un alma c¨¢ndida y mi cabeza maquina venganzas. Desde entonces, pienso que si un t¨ªo habla a voces en un vag¨®n es porque no tiene problema alguno en que sus secretos se difundan. Desde entonces, estimados lectores, pongo o¨ªdo. Y oigo cosas. Oigo a hombres que dicen que est¨¢n llegando a Sevilla cuando est¨¢n llegando Madrid, oigo a mujeres que asesinar¨ªan a sus cu?adas si pudieran, oigo a un se?or del PP (este jueves) que cuenta a voz en grito que comi¨® con unos colegas en Horcher (alto copete) y que se zamparon no s¨¦ cu¨¢ntas botellas de vino y que, para rematar, acabaron en el Habanera y all¨ª sigui¨® el juerg¨®n. Siento sus risotadas en mi nuca, porque va en el asiento de atr¨¢s. Soy consciente de que me meter¨ªa en un l¨ªo si escribiera su nombre, en caso de saberlo, pero me parece injusto que a ¨¦l no le suceda nada por invadir ac¨²sticamente el espacio de otros viajeros aireando sus secretos a voces.
No en un tren, pero s¨ª en un Blablacar, le sucedi¨® a la periodista Sabina Urraca si no algo parecido sin duda extraordinario. Entre los pasajeros que ocupaban el espacio limitado del coche, donde se hace necesaria una buena convivencia, se encontraba ?lvaro de Marichalar, el navegante espa?ol y hermano del exyerno. El tipo no par¨® de hablar, seg¨²n la versi¨®n de Urraca, sin importarle que los dem¨¢s escucharan, y la periodista no desaprovech¨® la oportunidad de contar en un jocoso art¨ªculo que la viralidad convirti¨® en relevante, Pesadilla en Blablacar, lo que ocurri¨® en aquellas horas de estrecha y problem¨¢tica convivencia.
Al cabo del tiempo, don ?lvaro, contest¨® p¨²blicamente a do?a Sabina en una carta abierta que destilaba un tono de patriotismo herido, y la cit¨® a un acto de conciliaci¨®n en el que exig¨ªa a la cronista 30.000 euros por da?os morales. Desde entonces, esta historia bastante sainetesca no ha dejado de colear y esta misma semana aparec¨ªa el ofendido en el Vanity Fair llamando ¡°p¨¢jara de cuenta¡± a Urraca y declarando que ¡°desde la Revoluci¨®n francesa se viene intentando criminalizar a los mejores por el solo hecho de ser los mejores. Hoy se sigue en lo mismo, como resulta m¨¢s dif¨ªcil asesinar, ahora tratan de guillotinar las almas, lo que casi es peor. Es la destructora mentalidad comunista una vez m¨¢s rompi¨¦ndolo todo¡±.
?Ein?
En fin, espero que todo se resuelva de la mejor manera, porque tanto est¨¢ dando de s¨ª que ahora tecleas en Google el nombre de uno de los afectados y aparece la imagen de ambos, unidos para siempre en el ciberespacio por el Blablacar. No s¨¦ si la justicia estimar¨¢ que Marichalar tiene alguna raz¨®n cuando apela a su honor, pero si as¨ª fuera, me parece del todo imposible que a Sabina Urraca le pueda sacar algo m¨¢s all¨¢ de unas disculpas. Tras las disculpas, tal vez podr¨ªamos hacer por que compartieran de nuevo un Blablacar hasta Burgos, por ejemplo, a ver si a la segunda se van entendiendo mejor. Yo me ofrezco a ir en medio, de conciliadora.
En esta historia (de ser yo una astuta productora estar¨ªa encargando ya a un guionista una comedia tipo Camera Caf¨¦), lo que resulta verdaderamente tragic¨®mico es que a una de las columnistas de la nueva hornada alguien pueda so?ar con sacarle esa cantidad, 30.000 euros. Ese y no otro es el chiste del asunto.
Puede que haya gente que no sepa lo que ganan los j¨®venes periodistas. Y es comprensible que pueda ocurrir, dado que los medios que tendr¨ªan que informar sobre la infrarremuneraci¨®n de este gremio en su versi¨®n juvenil suelen contar los conflictos laborales de cualquier sector mientras no sea el suyo. Cuando se habla de que el tramo de poblaci¨®n m¨¢s castigado por la crisis ha sido el de los j¨®venes debemos incluir a los periodistas, que se mueven, si es que tienen trabajo, entre los 600 y los 1.000 euros, todo esto con jornadas laborales a menudo partidas que llevan a finalizar el d¨ªa a las ocho de la noche. Pero de esto s¨ª que no hablamos. Abundan los medios digitales, aparecen nuevas firmas, algunos de los veteranos les aplaudimos sus gracias, porque en algunos casos la tienen, vaya que si la tienen, pero no hay manera de saber c¨®mo co?o llegan a fin de mes. Echa de menos una un estudio serio para saber cu¨¢ntos a?os deber¨ªa trabajar Sabina Urraca para pagar los 30.000 euros a su ofendido compa?ero de viaje. Y es que algunas cabezas tendr¨ªan que rodar, s¨ª, para que una juventud que est¨¢ dejando de serlo pueda prescindir alg¨²n d¨ªa del socorrido Blablacar.
Por lo dem¨¢s, Sabina, ?lvaro, hagamos ese viaje a Burgos. Convirtamos el sainete en ¨¦pica, ?venga ya!
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