Weegee, el cronista de una ciudad que nunca duerme
Fue el indiscutible cronista de la noche neoyorquina m¨¢s s¨®rdida en los a?os 30 y 40, pero tambi¨¦n capt¨® su lado m¨¢s tierno. Una exposici¨®n recorre su obra.
Llegaba siempre el primero a la escena del crimen. Seg¨²n sus propias palabras: ¡°Hechizado por el misterio del asesinato¡±. Disparaba su c¨¢mara. Revelaba las im¨¢genes en un estramb¨®tico cuarto oscuro: el maletero de su coche. Sus fotograf¨ªas eran frecuentemente las primeras en llegar al bullicio de la redacci¨®n de los distintos tabloides neoyorquinos en los que colaboraba. Durante los a?os 30 y 40 ilustraron cientos de p¨¢ginas de sucesos. Las firmaba con el nombre de Weegee, una interpretaci¨®n fon¨¦tica de la palabra ouija en ingl¨¦s, que hac¨ªa referencia a sus poderes "sobrenaturales" para saber d¨®nde estaba ocurriendo un crimen. Con su depurado estilo fotogr¨¢fico hizo de su nombre un sello, como cronista de una ciudad que nunca duerme, Nueva York. Fue conocido no solo dentro del mundo de los tabloides, sino tambi¨¦n dentro de la m¨¢s sofisticada comunidad relacionada con las bellas artes, algo poco com¨²n. Contribuir¨ªa tambi¨¦n a definir la est¨¦tica del cine negro.
Usher Felling (1899- 1968) era el verdadero nombre de este autodidacta, nacido en Lemburg (ahora Ucrania), que tan pronto como a los 14 a?os comenz¨® su carrera de fot¨®grafo. Tres a?os despu¨¦s su familia emigr¨® a Estados Unidos, donde trabaj¨® en un estudio fotogr¨¢fico en la parte baja de Manhattan y cambi¨® su nombre por Arthur. En 1935 comenz¨® a colaborar como fot¨®grafo freelance para distintas publicaciones, entre ellas?Herald Tribune, Daily News, Post y The Sun. As¨ª, poco a poco, y consciente de la poderosa atracci¨®n que ha despertado el homicidio a lo largo de la historia de la humanidad, fue labrando su fama; el asunto del ?crimen se convirti¨® en su negocio y la noche en su reino.
La galer¨ªa Howard Greenberg de Nueva York exhibe una selecci¨®n de im¨¢genes, en la muestra Weegee, realizadas durante los a?os 40, su d¨¦cada m¨¢s prol¨ªfica, entre las que se encuentran aquellas que contribuyeron a consolidar su figura junto con otras que rara vez han sido publicadas. La selecci¨®n abarca la mirada m¨¢s oscura, c¨ªnica y mordaz del artista, pero tambi¨¦n la m¨¢s sentimental, con la que se acercaba a los habitantes m¨¢s desfavorecidos de la ciudad. Destaca entre ellas su autorretrato, realizado en una comisar¨ªa mientras le sacaban la t¨ªpica foto policial (existen cerca de 1500 autorretratos en su archivo), as¨ª como aquella en la que un guarda del zool¨®gico duerme entre las jirafas.
¡°La parte m¨¢s f¨¢cil de cubrir del trabajo es un asesinato, porque el fiambre estar¨¢ tumbado en el suelo, sin poder levantarse y marcharse o ponerse temperamental, y estar¨¢ ah¨ª por lo menos dos horas. De forma que me sobra el tiempo¡±, dec¨ªa el artista en una grabaci¨®n de 1958, Famous photographers tells how. Lo que muchos no sab¨ªan es que hab¨ªa obtenido un permiso para instalar una radio conectada a la polic¨ªa en su coche. Siempre alerta, merodeaba por las calles en su coche, cargado con una m¨¢quina de escribir, su equipo de revelado, una muda y bien abastecido de tabaco. Vivi¨® durante a?os en un apartamento enfrente de una de las principales comisarias de la ciudad, en 5 Centre Market Place. As¨ª, Weegee siempre estaba en el lugar del suceso, a veces incluso antes que la propia polic¨ªa. Cargado con una c¨¢mara Speed Graphic (aquella que siempre asociamos a las pel¨ªculas de garantiste) y un flash, que le ayudaba a conseguir lo que ¨¦l denominaba ¡°una iluminaci¨®n Rembrandt¡±, logr¨® ese estilo dram¨¢tico y descarnado como la realidad misma.
Nunca se consider¨® un fot¨®grafo de calle; sin embargo, la calle fue su obsesi¨®n. Siempre alerta y dispuesto a reconocer ese breve instante que nunca volver¨¢ a repetirse. Acostumbrado a trabajar para la prensa, buscaba el momento en vez de esperar a que el momento llegar¨¢ a ¨¦l. Aunque fundamentalmente se le conoce por sus fotos del crimen, no escatimaba cualquier otra escena que saliera a su paso. ¡°La misma c¨¢mara que fotograf¨ªa la escena de un asesinato puede fotografiar un bello evento social en un gran hotel¡±, dec¨ªa el fot¨®grafo, siempre y cuando sus protagonistas tuvieran ¡°car¨¢cter¡±. Buscaba siempre el lado m¨¢s humano de la escena, lo que frecuentemente le tra¨ªa problemas con los editores de los peri¨®dicos con los que colaboraba: ¡°Claro que ten¨ªa problemas con los bobos de los editores¡±, recordaba, "si se trataba de un incendio me dir¨ªan '?d¨®nde est¨¢ el edificio ardiendo?', y yo les dec¨ªa, todos (los edificios) son iguales. Pero miren aqu¨ª tienen a la gente afectada por el incendio. Bueno, algunos lo entend¨ªan y otros no¡±.
A comienzos de los a?os 40 sus fotos comenzaron a ser aceptadas por las principales cabeceras de la prensa y su nombre comenz¨® a tener repercusi¨®n dentro del ¨¢mbito art¨ªstico. The New York Photo League organiz¨® su primera exposici¨®n, el MoMA le seguir¨ªa dos a?os m¨¢s tarde. Public¨® varios libros y finalmente se instal¨® en Hollywood, donde realiz¨® sus conocidas Distorsions, una serie experimental en la que distorsion¨® el rostro de distintas celebridades y pol¨ªticos del momento.
¡°A todo el mundo le gusta la belleza, pero existe lo feo¡±, dec¨ªa Weegee. El drama est¨¢ ah¨ª. ¡°No se puede esconder, yendo por la vida con gafas de color rosa¡±.
Weegee. Howard Greenberg Gallery. Nueva York. Hasta el 1 de abril.
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