Con estos toros y estas figuras (Ponce, Juli, Manzanares) la fiesta es una farsa
El indulto del toro ¡®Pasmoso¡¯ es consecuencia de una situaci¨®n que se ha ido de las manos
Va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre antes de que la tauromaquia cl¨¢sica se convierta en objeto de museo y d¨¦ paso a una modernidad deformada que parece inevitable.
Han vuelto a saltar las alarmas a ra¨ªz del reciente indulto de un toro de Garcigrande en las Fallas valencianas gracias a la benevolencia de un p¨²blico festero y el protagonismo de un presidente pusil¨¢nime e indulgente. Pero el problema no es esa decisi¨®n err¨®nea que ha devuelto al campo a ¡®Pasmoso¡¯. Esa es la consecuencia de una situaci¨®n que se ha ido de las manos y amenaza seriamente con destruir la fiesta que conocieron nuestros mayores.
Ojal¨¢ todos los toros que salgan este a?o a los ruedos sean como ese colorado, ejemplo de movilidad, prontitud y fijeza, aunque no se les indulte. Pero ¡®Pasmoso¡¯ no es m¨¢s que la excepci¨®n de una realidad protagonizada por desesperantes animales enfermizos, inv¨¢lidos y lisiados.
Se habla mucho del toro indultado y poco de la corrida de Juan Pedro Domecq, por ejemplo, que d¨ªas antes lidiaron en Valencia Enrique Ponce, Cayetano y Gin¨¦s Mar¨ªn. Fue aquel un festejo birrioso y vergonzoso en el que los toros pusieron la nota decadente. Y no fue flor de un d¨ªa; fue una corrida desesperante como tantas otras que se celebran.
Las figuras han impuesto el toro simplemente noble, que es simplemente tonto
Una tarde m¨¢s, el veterano maestro de Chivas hizo de enfermero jefe del ruedo ib¨¦rico, puso cara de contrariedad, y dijo aquello de que ¡°el problema es que los toros est¨¢n gordos y lo acusan, no se mueven; he tratado de estar en torero¡±. Y sigui¨®: ¡°Esperemos que las cosas cambien y embistan un poquito m¨¢s, pero esta vez no ha habido suerte¡±. Y se qued¨® tan pancho¡
Ponce es un torero grande, con una imagen magn¨ªfica, hombre educado y cordial, pero lo suyo ya est¨¢ pasando de casta?o oscuro; como le ocurre a El Juli, diestro poderoso y reconocido; y Manzanares, elegante a la par de c¨®modo y ventajista, y otros pocos que est¨¢n en la cumbre del toreo actual.
Todos ellos llevan a?os destrozando la tauromaquia, de manera inconsciente, seguramente, pero constante. Ellos y sus fieles colaboradores han impuesto a los ganaderos y al p¨²blico el toro simplemente noble que, como bien se sabe, es simplemente tonto. Ellos est¨¢n acabando con la fiesta, sin prisa, pero sin pausa.
Tanto es as¨ª, que la b¨²squeda de la integridad es una batalla perdida; el aficionado exigente es un enemigo a batir; la seriedad, un valor retr¨®grado.
La b¨²squeda de la integridad es una batalla perdida; el aficionado exigente, un enemigo a batir
Escuchas hablar de toros a Enrique Ponce y parece que est¨¢ en otro mundo. O, efectivamente, lo est¨¢ o nos toma por tontos a los dem¨¢s. En Valencia volvi¨® a decir aquello de que ¡°estoy es un momento extraordinario y espero cuajar el toro de mi vida¡±. Vale, pero eso tendr¨¢ que demostrarlo cuando se enfrente a un toro y no a los animales amuermados que lidia desde hace a?os.
Escuchas hablar de toros a El Juli y te pones firme. Con semblante serio muestra su enfado, se queja y ri?e, pero ¨¦l sigue matando becerrotes infames en plazas de primera, y de ello no dice ni p¨ªo. Manzanares no lidia m¨¢s que corridas de ¡®garant¨ªas¡¯ y es capaz de ponerse flamenco con un presidente en Illescas antes que con un toro encastado.
Es una broma de mal gusto que las figuras pidan a la sociedad que cuiden la tauromaquia cuando son ellos los que la est¨¢n destruyendo cada d¨ªa.
Paco es un buen aficionado y due?o de una empresa mediana en Sevilla. Contaba hace unos d¨ªas que hasta hace dos a?os era propietario de ocho abonos de la Maestranza. Los compraba para satisfacer la demanda de su familia y atender a sus clientes. Ahora, se limita a reservar entradas para ¨¦l por internet. Ya no le acompa?a ni la esposa. Paco no ha perdido la afici¨®n; la han perdido los dem¨¢s. ¡°Se me quedaban las entradas en los cajones¡±, se lamenta.
Solo el toro serio y toreros heroicos podr¨¢n salvar la fiesta. El problema es que las figuras no quieren enterarse
Y mientras persiste ese goteo de aficionados que huyen de las plazas, Ponce sigue cuidando cada tarde a toros con semblantes enfermizos, El Juli pelea en los corrales para imponer sus intereses que en nada coinciden con los de quienes todav¨ªa acuden a los tendidos, y Manzanares ensaya un paso de ballet ante un torete bonach¨®n.
Con estos toros -los de Domecq y toda su casta- y estas figuras -apunten en la lista a los que mandan mucho o poco y a los j¨®venes que aspiran al mando- la fiesta de los toros es una farsa. Una obra grotesca, que desaparecer¨¢ m¨¢s pronto que tarde por la decidida y nefasta actuaci¨®n de los que est¨¢n llamados a cuidarla y defenderla.
Es inaudito que figuras como Enrique Ponce, El Juli y Manzanares, -que no son m¨¢s que tres ejemplos entre otros muchos- mantengan a estas alturas discursos tan inconsistentes y vac¨ªos, reduzcan su defensa de la tauromaquia a anunciarse con animales bobos y culpen a los antitaurinos de los males de la fiesta.
La tauromaquia moderna carece de l¨ªderes comprometidos. Y as¨ª es imposible; entre toreros que viven en una burbuja -en otra galaxia-, de espaldas a la realidad, y rodeados de aduladores, besamanos, forofos y sectarios; entre ganaderos que en su mayor¨ªa est¨¢n ¡®vendidos¡¯ a las imposiciones de las figuras, y animales que solo se parecen al toro bravo en el color de su piel, el futuro est¨¢ en entredicho.
La fiesta de los toros no tiene m¨¢s que una soluci¨®n y es la seriedad, fuente de la emoci¨®n, baluarte indispensable para su mantenimiento en el tiempo.
Solo el toro ¨ªntegro y toreros heroicos podr¨¢n salvarla. El problema es que las figuras no quieren enterarse.
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