¡°La ¨²nica respuesta que encontramos fue resistir¡±
Rosencof recuerda su cautiverio junto al expresidente uruguayo Jos¨¦ Mujica al inicio del rodaje en Espa?a de 'Memorias del calabozo'
El 10 de marzo de 1985 hubo sol. Y cuando el sol cay¨®, Jos¨¦ Pepe Mujica recuper¨® su libertad. La dictadura uruguaya le hab¨ªa dejado seis tiros en el est¨®mago, una conciencia fr¨¢gil y varios kilos menos. Pero no import¨®. Apoyado sobre un compa?ero, se arrastr¨® entre los pastizales, debajo de una llovizna que comenz¨® a graznar acompa?ando el grito de las cientos de personas que aguardaban la liberaci¨®n de los presos pol¨ªticos que comenzaba ese d¨ªa. Desde lejos, a¨²n tras los barrotes del penal, Mauricio Rosencof observa la escena. Poeta, novelista y dramaturgo para entonces, la escribe en su memoria. Y pasar¨¢n s¨®lo unas semanas cuando, ya afuera, decide junto con Eleuterio Fern¨¢ndez Huidobro ponerla en letra. As¨ª naci¨® Memorias del calabozo, un relato que recoge los casi doce a?os que los tres permanecieron encerrados junto con otros seis l¨ªderes del Movimiento de Liberaci¨®n Nacional-Tupamaros en los pozos de los cuarteles, como parte de un plan del r¨¦gimen militar para frenar la acci¨®n armada.
"Ya que no podemos matarlos, los vamos a volver locos", dijo en aquel momento uno de los jefes de la operaci¨®n. Pero no. Con cordura y un grabador viejo, Rosencof y Huidobro tejieron en quince noches este libro, que es m¨¢s bien un di¨¢logo, ininterrumpido, sin solemnidades, que ahora es llevado al cine en Espa?a bajo la direcci¨®n del uruguayo ?lvaro Brechner, con Antonio de la Torre dando vida a Mujica y Ricardo "Chino" Dar¨ªn a Rosencof.
"Fijate c¨®mo son las cosas. Hace unos a?os, los tres nos encontramos con los productores de la pel¨ªcula en Casa de Gobierno, porque el Pepe a¨²n estaba de presidente. Y estamos ah¨ª en un piso once, despu¨¦s de estar 12 a?os bajo tierra sin ver el sol, trepando los minutos y las horas... Y nos quieren hacer una pel¨ªcula. El Pepe me mira, y entonces me dice: 'Ruso, esto es surrealista'", se r¨ªe Rosencof. Hay algo con los uruguayos y el humor.
Rosencof habla del encierro con una iron¨ªa sutil y una gram¨¢tica sin resentimientos. "Recuerdo la primera visita que nos dan. Hab¨ªan pasado unos meses, ya ¨ªbamos para esqueleto y est¨¢bamos sucios. Pero los militares quer¨ªan mandar un mensaje para afuera. Entonces un d¨ªa me sacan esposado y me ponen una bolsa que no me dejaba respirar... Me sientan, y empiezan a levantar la capucha como si fuese un tel¨®n, lento. Me golpea la luz y veo a mi viejo, a mi hija y a su madre mir¨¢ndome, azorados. Entonces ella empieza a contarme que Alejandra, mi hija, hab¨ªa ido al oculista. Mientras tanto, Alejandra ten¨ªa las manos atr¨¢s, escondiendo los lentes nuevos. En un momento los saca, se los pone y esa ni?a de nueve a?os me dice: 'Ay pap¨¢, qu¨¦ horrible. Estos lentes me hacen llorar la vista'. Cuando sal¨ª, ya era otra hija".
Hasta d¨®nde se puede contar el horror es una pregunta que atraviesa a la literatura, sobre todo despu¨¦s de Auschwitz. Hijo de polacos jud¨ªos que huyeron del nazismo a Montevideo, Rosencof retrata el horror en muchos de sus libros, pero, incluso en aquellos m¨¢s introspectivos como Diez minutos, lo hace con una prosa que genera hasta cierta complicidad familiar. "Uno cuenta su vida tal cual es. En el caso de Memorias acordamos justamente no dar lugar a las correcciones de estilo o de progresi¨®n dram¨¢tica, porque esos son recursos literarios, y si el lector los descubre pasa a pensar que eso es m¨¢s o menos buena literatura. Esto deb¨ªa ser tal cual fue. Nuestra intenci¨®n no era hacer una tribuna. Fue pensar cu¨¢l era nuestro lugar ah¨ª, y la ¨²nica respuesta que encontramos fue resistir".
Pregunta. Y, ?c¨®mo nace Memorias...?
Respuesta. Mientras est¨¢bamos encerrados, nos enteramos un d¨ªa que un compa?ero ten¨ªa un tumor y que dos estaban enloqueciendo. Fue entonces que con el ?ato (Fern¨¢ndez Huidobro) nos prometimos que si alguno sal¨ªa con vida, iba a dar testimonio de todo. Recuerdo que grabamos sobre un casete de Los Olimare?os porque ni para eso ten¨ªamos. Y, como todo lo hab¨ªamos vivido juntos, uno toma cualquier p¨¢gina del libro y da lo mismo si estoy hablando yo o el ?ato. Es un ¨²nico relato, que no es ni agresivo ni ofensivo.
P. En una entrevista a Primo Levi, Ferdinando Camon justamente afirma: "Levi no gritaba porque no quer¨ªa gritar. Quer¨ªa mucho m¨¢s que eso, quer¨ªa hacer gritar".
R. Todo lo que dice Primo Levi es formidable. Fijate que es la figura que contrapongo al Duce en la ¨®pera. En un momento de la obra dice: 'Yo no soy juez, no vengo a acusar, los que juzgan se encargar¨¢n de eso. Vengo a dar testimonio. Mi testimonio es el testimonio de todos, es el testimonio de Italia'. Y Memorias... es eso, y lo m¨ªo es eso tambi¨¦n.
P. Y ahora la historia se contar¨¢ en im¨¢genes.
R. Es muy curiosa la sensaci¨®n, porque uno lo ve como si estuviera colocado de afuera. Aparecen otro tipo de emociones. El gui¨®n me pareci¨® muy bueno. El esp¨ªritu de la pel¨ªcula creo que est¨¢ en esto de la resistencia con dignidad, porque en realidad no hay otra resistencia que no sea ¨¦sa. De eso habla, de esa supervivencia, de prendernos como la hiedra al muro.
En total, Rosencof, Huidobro y Mujica pasaron 11 a?os, 6 meses y 7 d¨ªas encerrados, en penumbras, solos, en celdas donde ¨²nicamente cab¨ªan sentados. El agua era algo que s¨®lo pod¨ªan so?ar y el aire lo que siempre faltaba. Tal es as¨ª que, como prenda de esos tiempos, les qued¨® una enfermedad pegada en los pulmones que con un cinismo casi siniestro a¨²n hoy les recuerda esos d¨ªas en cada respiraci¨®n. "Una noche, ya en libertad, me levant¨¦ con ganas de ir al ba?o. Ser¨ªan las dos, tres de la ma?ana. Y me qued¨¦ ah¨ª, quieto, frente a la puerta. Durante 12 a?os no hab¨ªa abierto una puerta y estaba esperando una se?al de autorizaci¨®n... Hace un rato nos pregunt¨¢bamos c¨®mo llamar esto que hemos vivido. Lo resumir¨ªa con una an¨¦cdota. Cuando salgo en libertad, un grupo de amigos me organiza una recepci¨®n. Entre ellos estaba Atahualpa del Cioppo, un director teatral brillante. Del Cioppo iba a todos los estrenos y siempre se quedaba para saludar. Independientemente si le gustaba o no la obra, te daba unos golpecitos y te dec¨ªa: "Ha sido una experiencia muy interesante". Ese d¨ªa, en el encuentro, entra Atahualpa, nos damos un abrazo y aquel mont¨®n de huesitos empez¨® a temblequear. Ten¨ªa una emoci¨®n muy grande el viejo. Entonces yo retiro los brazos, lo tomo de los hombros, lo alejo un poquito, lo miro y le digo: 'Don Atahualpa hemos vivido una experiencia muy interesante".
Babelia
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