Lizzie Borden: ¡°La moda utiliza ahora el feminismo para legitimarse¡±
La directora, pionera del cine feminista 'queer' y l¨¦sbico de los 70 y 80, recupera su cl¨¢sico maldito, 'Re-grouping'
En Re-grouping (1976), Lizzie Borden, figura clave del cine experimental estadounidense de los a?os setenta y ochenta que tom¨® su nombre de la famosa ¡°asesina del hacha", film¨® durante meses las conversaciones entre dos grupos de mujeres, todas artistas y feministas. Rodada en 16 mil¨ªmetros a principios de los setenta la pel¨ªcula planteaba cuestiones espinosas como que detr¨¢s de una mujer l¨ªder o poderosa solo hay una peligrosa construcci¨®n masculina, que una mujer que utiliza a su favor los conflictos de las mujeres es solo una oportunista m¨¢s y que una directora de cine no deja de ejercer tambi¨¦n un poder deleznable, no tanto por las manidas lecturas machistas que carga la c¨¢mara de cine y su voyeurismo, sino porque como cualquier demostraci¨®n de poder es, b¨¢sicamente, f¨¢lica.
Mucho ha llovido desde aquel Nueva York vibrante y confuso de los setenta y Borden, pionera del cine queer y l¨¦sbico a la que debemos algunas de las pel¨ªculas m¨¢s radicales de la ¨¦poca, se divierte desempolvando una pel¨ªcula que le cost¨® la amistad con buena parte de sus protagonistas, entre ellas, las artistas Barbara Kruger y Joan Jonas, y la cineasta Kathryn Bigelow. ¡°Ellas quer¨ªan un documental con planos bonitos y yo introduje elementos de ficci¨®n que las enfurecieron. Principalmente no soportaron que yo pusiera el acento en sus conversaciones sobre lesbianismo. Estuve un a?o grab¨¢ndolas y lo admitiesen o no el sexo y el lesbianismo centraba gran parte de sus charlas¡±. El artista Sol Lewitt financi¨® con 3000 d¨®lares Re-grouping, una pel¨ªcula que ha permanecido dentro del armario varias d¨¦cadas pero que recientemente se ha visto en La Casa Encendida de Madrid dentro de un ciclo dedicado a la cineasta, que tambi¨¦n ha visitado el Macba, en Barcelona, y Tabakalera, en San Sebasti¨¢n. La pel¨ªcula solo se hab¨ªa exhibido antes en el Anthology Film Archives de Nueva York, donde la sesi¨®n fue boicoteada por sus protagonistas, y en el Festival de Edimburgo, en Escocia, donde tambi¨¦n estuvo rodeada de pol¨¦mica. ¡°El American Film Institute conoc¨ªa su existencia y me pidieron rescatarla. Ahora digamos que estoy calibrando si merece la pena o no meterla de nuevo en el armario¡±, bromea Borden.
La cineasta vive desde los a?os 90 en Los ?ngeles junto a su actual pareja, productor de cine. ¡°Lo peor de los setenta era que en el fondo hab¨ªa una presi¨®n enorme por elegir: o eras lesbiana o heterosexual. Y yo siempre he defendido la bisexualidad como una opci¨®n natural y no cobarde. Afortunadamente, y solo en eso, las cosas han mejorado bastante¡±.
Born in flames (1983) y Working girls (1986) son las otras dos pel¨ªculas de la cineasta que se han paseado por Espa?a. La primera (con ecos de leyenda) es un experimento radicalmente marginal, una pel¨ªcula ¡°afrofuturista-feminista-l¨¦sbica y de ciencia ficci¨®n¡± que se cierra con una secuencia hoy profundamente inc¨®moda: un atentado en las Torres Gemelas provocado por el Ej¨¦rcito de Mujeres. Con Working girls, Borden dej¨® la lucha ¡°armada¡± para adentrase en el mundo de la prostituci¨®n en mujeres blancas de clase media. Una visi¨®n desapasionada de la prostituci¨®n vista por una mujer que se document¨® durante meses junto a prostitutas j¨®venes y urbanas que optaban por vender su cuerpo de forma ocasional. De esta forma, Borden recrea una jornada en una piso-burdel como si fuera una oficina o una f¨¢brica. ¡°Rodamos todo en mi loft de Nueva York, cuando pod¨ªa y ten¨ªa dinero. Construimos un decorado que reproduc¨ªa el piso, Nan (Goldin) era la foto fija y desde el principio la intenci¨®n era quitarle toda connotaci¨®n sexual para fijarnos m¨¢s en las rutinas del trabajo. Quer¨ªa hacer una pel¨ªcula de prostitutas que en ning¨²n caso resultase sexy a ojos de los hombres¡±.
Formada como historiadora del arte, Borden ejerci¨® la critica en Art Forum. Sin embargo, rechaz¨® una aproximaci¨®n acad¨¦mica al cine. ¡°La escuela de arte me convirti¨® en una persona demasiado critica para ser lo que de verdad quer¨ªa ser, pintora, as¨ª que decid¨ª no ir a una escuela de cine para acercarme al medio desde la m¨¢s absoluta libertad. No quer¨ªa aprender las reglas sencillamente porque no quer¨ªa seguir las reglas. Mis pel¨ªculas, mi forma an¨¢rquica de hacerlas, jam¨¢s hubieran pasado un examen. Las he hecho sin dinero, sin gui¨®n, sin nada excepto una premisa¡±. Improvisando secuencias, escribiendo di¨¢logos sobre la marcha, Borden afirma que su cine naci¨® de las peque?as pel¨ªculas que vio rodar a artistas como Richard Serra y de los ensayos f¨ªlmicos de Godard, un cruce en el que encontr¨® su forma org¨¢nica de trabajar, un m¨¦todo indisciplinado que acaba encontrando un sentido final en la sala de montaje.
Mientras trabaja en la estructura de una serie sobre el mundo de las strippers firmada junto a Antonia Crane (feminista, escritora, columnista en The New York Times y The Believer y, tambi¨¦n, veterana stripper), Borden ronda otro proyecto m¨¢s ambicioso y que le persigue desde hace a?os: una serie sobre el patriarcado que impera en el mundo del arte y que se centrar¨ªa en un suceso que le obsesiona, la muerte de la artista cubana Ana Mendieta, esposa del escultor Carl Andre, fallecida en extra?as circunstancias en 1985 al caer por una ventana despu¨¦s de una monumental pelea con su marido. Aunque la sombra del asesinato persigui¨® a Carl Andre ¨¦l asegur¨® que Mendieta se hab¨ªa suicidado despu¨¦s de discutir sobre quien era m¨¢s relevante de los dos en el mundo del arte. ¡°Ana Mendienta era maravillosa y es un s¨ªmbolo para muchas de nosotras. En los setenta conoc¨ª a tantas artistas maravillosas que quedaron reducidas a la nada bajo la sombra que ejerc¨ªan los hombres-artistas, parejas, amantes, maestros¡ su dominio era aplastante, intelectual y econ¨®mico¡±.
Sobre el panorama actual del feminismo, Borden se queja de lo que denomina ¡°feminismo chic¡±, carro edulcorado de una lucha nada dulce. ¡°El feminismo ha pasado de ser una palabra maldita a convertirse en una etiqueta de la que se apropia todo el mundo. Ahora la industria de la moda y las revistas femeninas se interesan por el feminismo, seguramente para sentirse legitimadas y aut¨¦nticas pero no para comprometerse con el fondo de su contenido pol¨ªtico. Sencillamente arrastran demasiadas contradicciones para poder hacerlo. Poner a una modelo diferente en una portada o a otra transg¨¦nero, todas perfectas e irreales, es banal e inocuo. En el fondo seguimos igual que con aquel anuncio de Benetton que mostraba modelos de todas las razas, uno de cada, y que era bonito, s¨ª, pero que se quedaba ah¨ª, sin significar absolutamente nada m¨¢s¡±.
Frente a ese escoramiento hacia el feminismo de camiseta, Borden lamenta que las j¨®venes m¨¢s radicales se pierdan en las teor¨ªas feministas sin prestar atenci¨®n a su propia intuici¨®n como mujeres y, de paso, critica la ¨²ltima exhibici¨®n de fertilidad de la reina del empoderamiento, Beyonc¨¦. ¡°Sinceramente me preocupa que pase por ser el faro de millones de adolescentes que encuentran en ella a un referente de mujer poderosa. Yo creo sin embargo que ese mensaje de diosa de la fertilidad que est¨¢ dando ahora es peligroso porque lo que todo el mundo parece olvidar es que se trata de una millonaria que puede tener todos los hijos que le d¨¦ la gana. Convertir la maternidad en un horizonte para miles de chicas que ni est¨¢n preparadas ni se lo pueden permitir es profundamente irresponsable¡±.
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