No obedecer
'Lecci¨®n de alem¨¢n', de Siegfried Lenz, es un canto de confianza hacia el arte y la literatura como cauces de reflexi¨®n ideol¨®gica
Siggi Jepsen, hijo del polic¨ªa de R¨¹gbull, permanece interno en un reformatorio. La pregunta sobre c¨®mo ha llegado hasta all¨ª sustenta el suspense de una trama apasionante; en su celda se aferra al cumplimiento de un castigo: completar una redacci¨®n sobre Las alegr¨ªas del deber. Estamos en la Alemania de 1954, Siggi acaba de alcanzar su mayor¨ªa de edad y, mientras escribe, se remonta a ese momento en que su pa¨ªs pierde una guerra y los conceptos de culpa, deber, responsabilidad o desobediencia, la pregunta sobre qui¨¦nes somos colectivamente y qui¨¦n es el monstruo en singular, comenzar¨¢n a llenarse de significados nuevos.
La obligaci¨®n de escribir se contrapuntea con la prohibici¨®n de pintar que sufre el expresionista Nansen, quien salv¨® la vida al hombre que vela por que el pintor no pinte: el padre de Siggi. La relaci¨®n de Max y Jens amalgama horror y risa, luz que deforma y, en la deformaci¨®n, revela: detectamos una violencia radical en el retrato de lo cotidiano. Siggi, mientras relata, comprende que catalogar la memoria no es lo mismo que vivificarla para proyectarla hacia el futuro. Homenajea a las v¨ªctimas de las alegr¨ªas del deber y en cada imagen del libro, Siegfried Lenz, que comparte nombre de pila con su narrador, plantea una idea, salv¨ªfica pero no autoexculpatoria, que surge de la impecable incardinaci¨®n de forma y fondo. Frente a las interpretaciones del arte que demonizan a un autor en una ¨¦poca, despu¨¦s de haber sido ensalzado en otra, Siggi y Lenz apuntan hacia la excelencia de esas formas art¨ªsticas no susceptibles de enfangarse a capricho: algunas de esas formas, ¨¦ticas y est¨¦ticas, ampl¨ªan nuestra visi¨®n del mundo, alivian el dolor de la entrop¨ªa inducida por la injusticia hist¨®rica, encarnan un compromiso pol¨ªtico y moral como el que caracteriza a Lenz y a sus compa?eros del Grupo 47. Nansen dice los colores, mientras Siggi/Lenz pinta con el lenguaje inteligente y sensible de uno de esos ni?os superdotados por los que los lectores damos gracias: narradores hiperest¨¦sicos y precoces que miran con su retina de enanos resabiados, marcando su diferencia ¡ªsu empe?o en no crecer, inadaptaci¨®n, enfermedad¡ª en un mundo injusto y destructor. Como aquellos artistas degenerados del nazismo, palabra borrada de esta novela pero indeleble en su significado profundo. La fisicidad del texto es hermosa: Jutta se columpia; la madre de Siggi se lava el pelo; el ni?o esconde embutidos entre la ropa y la piel; se sacrifica una vaca herida por la metralla; Siggi chupa un corte en el pie a su hermana Hilke y, mientras recompone un cuadro roto, soluciona el puzle del color y de su propia identidad.
La novela es un canto de confianza hacia el arte y la literatura como cauces de reflexi¨®n ideol¨®gica. Una obra sobre la necesidad de recordar y no cerrar heridas en falso; sobre la escritura como expiaci¨®n de la culpa. En este sentido, impresiona el juego de narradores y destinatarios de sus voces. Lo patol¨®gico de la grafoman¨ªa encuentra su reverso en el poder de sanaci¨®n social de la escritura, como herramienta de conocimiento y fijaci¨®n, ante la insalubridad del borr¨®n y cuenta nueva y la imposibilidad de contar lo mismo de dos maneras diferentes. Eso lo saben los novelistas y los constructores del relato hist¨®rico. Los novelistas como constructores del relato hist¨®rico. El relato se expande, nunca es lo suficientemente preciso. Lecci¨®n de alem¨¢n es una novela can¨®nica que convierte en una persona afortunada al lector que a¨²n no ha experimentado el placer de leerla. Le queda una sublime primera vez.
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Autor:?Siegfried Lenz. Traducci¨®n de Ernesto Calabuig.
Editorial: Impedimenta (2017).
Formato: versi¨®n e-book y tapa blanda (496 p¨¢ginas).
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