Muere a los 90 a?os el fil¨®sofo Salvador P¨¢niker
Fundador de la editorial Kair¨®s, presidi¨® la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente
Salvador P¨¢niker Alemany (Barcelona, 1927-2017) ha dejado este mundo con un mont¨®n de dudas sobre si hay otro. Posiblemente ¨¦se era su aspecto m¨¢s interesante e inquietante: la perpetua duda sobre todo. Incluso sobre las certezas acumuladas a lo largo de la vida. Hablar con ¨¦l era un paseo por la incertidumbre y, a la vez, por una m¨¢s que notable alegr¨ªa de vivir. De haber vivido. Hizo casi todo lo que quiso. Incluso quejarse de lo que no hac¨ªa.
La vida de P¨¢niker est¨¢ marcada por su familia. Hijo de padre indio afincado en Barcelona, y de madre barcelonesa, creci¨® en un ambiente claramente burgu¨¦s que ha narrado en sus varios libros de memorias. Estudi¨® ingenier¨ªa y acab¨® haci¨¦ndose cargo durante un periodo muy breve de la empresa familiar porque su hermano, Raimundo Panikkar (cada uno eligi¨® la transcripci¨®n del apellido paterno que crey¨® adecuada) desert¨® de los negocios mundanos para hacerse sacerdote, miembro del Opus Dei, expulsado de la orden y, finalmente, m¨ªstico a su manera.
Mi p¨¦same a los familiares y amigos de Salvador P¨¢niker, fundador de la editorial Kair¨®s,tan influyente en Espa?a.@culturagob
— I?igo M¨¦ndez de Vigo (@IMendezdeVigo) April 1, 2017
Avui hem perdut un home savi, d'aquells que mesuren la saviesa i la maduresa d'un pa¨ªs. Salvador Paniker DEP.
— krls.eth / Carles Puigdemont (@KRLS) April 1, 2017
La libertad econ¨®mica que le dio la herencia familiar le permiti¨® hacer lo que le dio la gana. Por ejemplo, dedicarse la pol¨ªtica (fue diputado por la UCD en 1977 y dimiti¨® a los cuatro d¨ªas por puro aburrimiento). Fund¨® una editorial, Kair¨®s, que sigue viva en manos de su hijo Agust¨ªn. Hijo tambi¨¦n de la mujer que m¨¢s tiempo estuvo junto a Salvador y, probablemente, la que m¨¢s le influy¨®: N¨²ria Pompeya.
En la segunda mitad de los sesenta y principios de los setenta, Salvador P¨¢niker fue un referente constante de la vitalidad cultural extramuros del franquismo. Su editorial edit¨® libros tan sorprendentes como el Manifiesto subnormal, de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n; Las Rumbas, de Joan de Sagarra, o El sadismo de nuestra infancia, de Terenci Moix. Pero pronto opt¨® por una v¨ªa que trataba de unir lo que quedara de la sabidur¨ªa de occidente con la que le llegaba de oriente. La ciencia de un ingeniero de profesi¨®n con lo insondable de los pensadores orientales. Curiosamente, todo ello sin la colaboraci¨®n de su hermano instalado en la India, despu¨¦s de haber sido expulsado del Opus porque, seg¨²n alguno de sus bi¨®grafos, hac¨ªa sombra intelectual a Jos¨¦ Mar¨ªa Escrib¨¢ de Balaguer, algo que no era demasiado dif¨ªcil.
Fue en esos sesenta cuando public¨® dos libros que fueron relativos best-sellers: conversaciones en Catalu?a (1966) y Conversaciones en Madrid (1969). Un compendio de charlas con las principales figuras pol¨ªticas e intelectuales de la ¨¦poca.
Salvador P¨¢niker era tambi¨¦n un gran relaciones p¨²blicas de s¨ª mismo. Se vend¨ªa, pero a decir verdad, estaba convencido de que no timaba a nadie, de que el producto que promocionaba era realmente de calidad. Desde luego, ten¨ªa una cultura enciclopedista. No hab¨ªa asunto del que se pudiera hablar con ¨¦l del que no tuviera cumplida informaci¨®n. Ya fuera de ciencias o de letras. Y de vez en cuando se atrev¨ªa con afirmaciones provocadoras. En la ¨²ltima charla que mantuvimos en su casa barcelonesa, desde donde puede verse la g¨®tica silueta del monasterio de Pedralbes, se despach¨® con calma: ¡°Eso ya lo dijeron los griegos pero, claro, los griegos lo dijeron todo; si no, es que no val¨ªa la pena¡±. Ten¨ªa tambi¨¦n un notable sentido del humor que le permit¨ªa asumir que parte de Barcelona lo reconoc¨ªa con una expresi¨®n atribuida a Juan Mars¨¦: ¡°P¨¢niker en las calles¡±.
Como S¨®crates, fue un gran hablador y, tambi¨¦n como S¨®crates, no tem¨ªa la muerte. En sus ¨²ltimos a?os batall¨® por el derecho a una muerte digna. Sin excesivo ¨¦xito pol¨ªtico, aunque sus ideas s¨ª han cuajado en una poblaci¨®n tan distanciada de los usos parlamentarios y, por supuesto, de las consideraciones de la iglesia cat¨®lica. En una de las ¨²ltimas conversaciones que mantuvimos me coment¨® al respecto: ¡°Dec¨ªa Jacques Monod que la religi¨®n es un cerebro biol¨®gico. En alg¨²n sentido, subsistir¨¢, porque el hombre es una criatura tan desamparada que es comprensible que invente a los dioses. Pero la Iglesia se mantiene, al margen de esto, en una posici¨®n integrista para m¨ª incompresible, lo que la hace responsable de que deserte de ella tanta gente¡±. Recordaba el caso de una amiga suya (fue hombre de m¨²ltiples amistades femeninas) que le asegur¨® que hab¨ªa tenido la mente fuera del cuerpo. ¡°Hay parapsic¨®logos que se lo toman muy en serio. No lo descarto, aunque sea esc¨¦ptico. La verdad es que no entendemos casi nada y si profundizamos en la f¨ªsica cu¨¢ntica, el sentido com¨²n se va a paseo. La inteligencia es un ¨®rgano para sobrevivir, como los colmillos o los dientes, pero el fondo de la realidad se nos escapa¡±.
Desde este s¨¢bado, Salvador P¨¢niker est¨¢ en otra realidad. Quiz¨¢s en uno de esos universos paralelos de los que hablan los f¨ªsicos. Unos universos con los que, al menos de momento, no hay modo de comunicarse. ?Es una l¨¢stima!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.