Mac el modificador
Al protagonista de la no-novela de Vila-Matas, la literatura lo trae a las sequedades de la vida. Gracias a ella descubre que su mujer le es infiel
Mac Vives Vehins es algo m¨¢s que una voz monologante (?o habr¨ªa que decir monoescribiente?), sustento de las reflexiones y la dispersa narraci¨®n que llenan Mac y su contratiempo, t¨ªtulo de una no-novela de Enrique Vila-Matas. Este hombre que a un tiempo se da y se oculta, se confiesa y miente en un diario no destinado a la publicaci¨®n, pero que es el libro que nosotros leemos, no carece de se?as de identidad. Es, por tanto, personaje. Tiene m¨¢s de sesenta a?os, est¨¢ casado, es padre, perdi¨® el trabajo, reside en un barrio ficticio de Barcelona llamado El Coyote. Ficticio es el nombre. Lo dem¨¢s se dijera razonablemente visitable.
En este libro pr¨®digo en paradojas resulta vano trazar categor¨ªas. Mac, como ciudadano y marido, ser¨¢ todo lo mediocre que se quiera. A la hora de expresarse por escrito se muestra, sin embargo, denso y complejo, virtudes que comparte con el libro de Vila-Matas. Mac es consecuencia de su texto. Sin texto no habr¨ªa Mac. Y lo contrario, tampoco. Se me mete ahora Flaubert en el discurso: Madame Bovary, c¡¯est moi. Y de forma parecida, Mac es Vila-Matas, pero Vila-Matas no es Mac como Flaubert no era Madame Bovary, aunque s¨ª al rev¨¦s.
Mac es Vila-Matas, pero Vila-Matas no es Mac como Flaubert no era Madame Bovary, aunque s¨ª al rev¨¦s
Al igual que Alonso Quijano, Mac ha le¨ªdo mucho y desea traspasar los l¨ªmites de la vivencia cotidiana. El manchego quiso ser personaje de novela y, de hecho, lo fue al precio de una transformaci¨®n que dio lugar a uno de los libros mayores de la literatura universal. Mac, m¨¢s modesto en su prop¨®sito, se conformar¨ªa con ser autor. No lo mueve la ambici¨®n del arte ni aspira a la originalidad. ?l se propone reescribir la novela primeriza, defectuosa, de su vecino Ander S¨¢nchez. Eso s¨ª, modific¨¢ndola. De otro modo bastar¨ªa el plagio. Aqu¨ª no est¨¢n en juego trampas ni negocios, sino cuestiones intelectuales de gran calado vinculadas al ejercicio de la escritura.
De Jorge Luis Borges tambi¨¦n cabe decir que no hab¨ªa cosa en la vida donde no hallase vestigios de literatura. Mac propende menos a la concisi¨®n y a la metaf¨ªsica, pero es m¨¢s humano, m¨¢s de cine y bar de la esquina, y por a?adidura no sabe escribir. O eso es lo que ¨¦l afirma con prosa que desmiente su presunta condici¨®n de principiante. De Borges nos lo creemos todo. De Mac esperamos que no nos decepcione con la verdad vulgar del hombre atrapado en su urbana y vecinal grisura. Y cuando en las ¨²ltimas p¨¢ginas se marcha a los desiertos donde la tradici¨®n sit¨²a el origen del cuento oral, congraciados con ¨¦l, lo vemos repetir, modificada, cualquiera de las salidas de Alonso Quijano hacia la literatura al aire libre.
Antes de meterse a novelista de recuelo, Mac opta por la redacci¨®n de un diario para ver qu¨¦ pasa, para aprender, para comprobar ad¨®nde lo llevan las palabras y luego, si eso, escribir¨¢ una novela basada en otra novela que a su vez naci¨® de textos anteriores, los cuales, en su d¨ªa, tambi¨¦n se apoyaron en la inventiva de otros. Acaso como estos autores cada vez m¨¢s lejanos en el tiempo, tampoco Mac est¨¢ exento de una perdonable vanidad. Quiero decir que ¨¦l no descarta la posibilidad de mejorar (¡°en secreto¡±, dice) la novela de su precedente. Nunca lo sabremos, salvo que en ¨²ltima instancia convengamos en que el diario de Mac coincide por completo con la novela o la no-novela de Vila-Matas.
En su empe?o de diarista, Mac se resiste a que la realidad se ordene ante sus ojos en forma de novela. Nada de tramas, de argumentos, de desenlaces que culminan un destino. En el fondo, es un hedonista de la escritura. Ya era un degustador de obras ajenas cuando le¨ªa. Se conoce que ahora, despedido del trabajo, dependiente de la ayuda econ¨®mica de su mujer y sus hijos, dispone de tiempo libre y necesita justificarse ante los dem¨¢s, pero sobre todo ante su espejo. ¡°La creatividad¡±, dice, ¡°es la inteligencia divirti¨¦ndose¡±. Y la concibe compatible con la humildad. Este hombre ?pretende anularse en la escritura? ?Escribe para desaparecer? ?Para perder tama?o?
Yo jurar¨ªa que Mac disfruta combati¨¦ndose a s¨ª mismo. Primero se inventa un oficio para preservar la escritura de la negativa experiencia de su despido en el despacho de abogados. Luego lamenta lo que llama su ¡°exagerado estado de introversi¨®n¡±. Retoca, pues, cuando escribe, su figura. Y a este punto es cuando me vuelvo a acordar de Alonso Quijano, otro que dio en crearse un mundo mental de fantasmas y mitos literarios, y no cinematogr¨¢ficos por la simple casualidad de que no se hab¨ªa inventado el cine en su ¨¦poca.
Al pobre Mac, la literatura lo trae de vuelta a las sequedades de la vida. Un cuento incluido en el libro de su vecino le descubre un antiguo noviazgo de este con su mujer. A primera vista, un simple lance prematrimonial que, no obstante, pondr¨¢ a Mac en la senda de descubrir que su esposa le es infiel con el sastre del barrio. Al final va a resultar que nadie est¨¢ libre de cargar sobre la espalda su propia novela.
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