Perdone que no me levante, se?or Duchamp
El pol¨¦mico urinario que trastoc¨® las reglas del juego m¨¢s elementales del arte hace un siglo se mantiene como gran icono de la subversi¨®n
"Una de mis amigas, bajo el seud¨®nimo masculino R. Mutt, ha mandado a la exposici¨®n un urinario de porcelana como si fuera una escultura. No es para nada indecente. No hab¨ªa ninguna raz¨®n para rechazarlo. Pero el jurado ha decidido no exponer semejante cosa. He presentado mi dimisi¨®n y seguro que se hablar¨¢ de ello en Nueva York. Me gustar¨ªa hacer una muestra con la gente que haya sido rechazada por la Sociedad de los Artistas Independientes, aunque ser¨ªa un poco redundante. Adem¨¢s, el urinario estar¨ªa solo¡±, escrib¨ªa Marcel Duchamp en una carta del 11 de abril de 1917. En la carta, dirigida a su hermana Suzanne ¡ªenfermera en un Par¨ªs en guerra¡ª, daba cuenta de sus aventuras neoyorquinas a prop¨®sito de La fuente, un urinario masculino de porcelana firmado por R. Mutt y presentado a la exposici¨®n de la Sociedad de Artistas Independientes inaugurada ese mismo a?o, precisamente el 9 de abril, hace ahora justo un siglo.
El hechizo de una ficci¨®n
Irrit¨® en el Nueva York de hace un siglo, pero tambi¨¦n en la Francia de los setenta. Reza la leyenda que, durante la inauguraci¨®n del Centro Pompidou, Val¨¦ry Giscard d'Estaing se detuvo unos segundos frente al urinario. "Y eso, ?qu¨¦ es?", pregunt¨® el presidente franc¨¦s, fan declarado de los impresionistas, estupefacto ante el invento. La obra ya no se tildaba de "inmoral" o "vulgar", como en 1917, pero s¨ª segu¨ªa siendo objeto de desd¨¦n, tal vez el peor de los desprecios. Cien a?os despu¨¦s de su creaci¨®n, el urinario se ha convertido en un icono. Pero, a juzgar por las reacciones de los visitantes que se plantan frente a ¨¦l en el museo parisiense, no es aventurado afirmar que su potencial de subversi¨®n sigue intacto.
La obra luce, hasta finales de abril, en medio de una muestra temporal orquestada por el artista franc¨¦s Sa?dane Afif para celebrar este centenario. Afif lleva a?os coleccionando las reproducciones del urinario en cat¨¢logos y revistas, manuales escolares y gu¨ªas tur¨ªsticas, ensayos semi¨®ticos y panfletos contra el arte contempor¨¢neo. Su proyecto, titulado The Fountain Archives, parte de una evidencia: si la obra es conocida, es gracias a su reproducci¨®n fotogr¨¢fica. En 1917 pocos la vieron in situ (si es la que la lleg¨® a ver alguien, teniendo en cuenta las versiones contradictorias sobre sus condiciones de producci¨®n y exhibici¨®n). Fue la fotograf¨ªa capturada por Alfred Stieglitz la que convirti¨® al urinario en mundialmente conocido y lo someti¨® a un escrutinio interminable. "El urinario es lo contrario a un objeto tot¨¦mico. Al observarlo, hay quien ve simplemente una estafa y quien logra distinguir la silueta de Buda. Es una obra que sigue plenamente viva, porque el debate sobre su naturaleza sigue siendo constante", sostiene Afif.
La idea de la sociedad, con ra¨ªces de sal¨®n de rechazados parisiense, hab¨ªa surgido en diciembre de 1916 con la intenci¨®n de dar visibilidad a los creadores radicales de Nueva York, ciudad que antes del Armory Show en 1913 casi no distingu¨ªa a Redon de Picasso. Sin jurados, premios ni comit¨¦ de selecci¨®n, la sociedad ten¨ªa un ¨²nico requisito para exponer: pagar la cuota de seis d¨®lares. Con tan exiguas exigencias, las obras fueron m¨¢s de 1.200 y se expusieron todas salvo el citado urinario. Los organizadores lo hicieron desa?parecer, apelando ¡ªdice una de las historias que circulan¡ª al mal gusto de la pieza y, sobre todo, a su falta de originalidad: ?c¨®mo aceptar entre las ¡°obras de arte¡± un objeto arrancado de una tienda de fontaner¨ªa? ?A qu¨¦ ven¨ªa tan absurda broma? ?A qui¨¦n quer¨ªa tomar el pelo el tal se?or Mutt con su urinario? En pocas palabras, el comit¨¦ decid¨ªa eliminar lo que molestaba al relato perfecto de la modernidad que se empezaba a construir desde Nueva York.
Sin embargo, la cosa era compleja y eliminar el urinario distaba de ser la soluci¨®n, y no porque las reglas parecieran claras: se mostrar¨ªa todo lo presentado, sin excepci¨®n. La obra de R. Mutt ¡ªseud¨®nimo que parodiaba el nombre de la empresa de sanitarios J.?L. Mott¡ª era m¨¢s que un ready made o una apropiaci¨®n de esas que tanto gustar¨ªan a los seguidores posmodernos de Duchamp, incluido el urinario dorado de Levine en los primeros noventa. Pod¨ªa ser de mal gusto, podr¨ªa ser una broma, pero no era una apropiaci¨®n literal, pues, explicaba en 1944 Borges en su Pierre Menard, copiar palabra por palabra en contextos diferentes construye una narraci¨®n nueva. El urinario estaba, adem¨¢s, concebido para mostrarse del rev¨¦s, de modo que, caso de usarse, la orina salpicar¨ªa como en las Pinturas meadas, de Warhol, quien vio el urinario en la retrospectiva duchampiana de Pasadena en 1963.
Duchamp, miembro del comit¨¦ directivo de la sociedad, renunciaba indignado por la exclusi¨®n y Walter Arensberg adquir¨ªa el urinario y se lo llevaba en medio de unas salas abarrotadas. Para rematar la operaci¨®n publicitaria, Alfred Stieglitz le hac¨ªa una foto y la revista de vanguardia The Blind Man lo convert¨ªa en lugar para la discusi¨®n, con un editorial escrito por la artista y animadora cultural Louise Norton y otro an¨®nimo cuyo autor, apunta Juan Antonio Ram¨ªrez en su excelente libro, era el propio Duchamp, a su vez creador del urinario. Aquella estrategia, inicio de una saga conceptualizante y subversiva ¡ªteniendo en cuenta que el autor era tambi¨¦n miembro del comit¨¦ directivo¡ª, cambiaba el rumbo de la historia, dice el relato repetido durante a?os. Con un objeto ¡°apropiado¡±, una identidad ¡°apropiada¡±, una funci¨®n trastocada, el urinario de Duchamp desbordaba las reglas del juego m¨¢s elementales y se convert¨ªa en el icono por antonomasia de las subversiones art¨ªsticas; en un malabarismo contra la originalidad y la autor¨ªa; en la obra originaria de la ¡°cr¨ªtica institucional¡±, al presentar Duchamp su apropiaci¨®n con seud¨®nimo a una muestra donde estaba de ¨¢rbitro. Puro gesto. Pese a todo, habr¨ªa que aclarar lo dudoso de su ¡°cr¨ªtica institucional¡±, como a menudo ocurre. Duchamp se pod¨ªa permitir la transgresi¨®n con comodidad: era el ni?o mimado de la alta sociedad neoyorquina, m¨¢s concretamente de la mecenas Katherine S. Dreier y de La Soci¨¦t¨¦ Anonyme.
Tal vez los detractores rabiosos de Duchamp se han pasado 100 a?os odi¨¢ndole por algo que ni siquiera ha hecho
No s¨®lo. Las dudas sobre este gesto radical demasiado perfecto van m¨¢s all¨¢, dado que la propia narraci¨®n repetida ha sido puesta en tela de juicio desde ciertos sectores. Para algunos se trata de una historia inventada por Duchamp mismo a posteriori, en el momento en que aspiraba a reconstruir su carrera art¨ªstica tras el fracaso como ajedrecista. La historiadora Irene Gammell llega incluso a apuntar c¨®mo el urinario pudo ser una creaci¨®n de la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, modelo, artista de vodevil e incre¨ªble poeta que pronto encarn¨® Dad¨¢ en Estados Unidos desde su casa en el Village neoyorquino. Bien visto, Duchamp habla en su carta de una ¡°amiga artista que firma con seud¨®nimo masculino¡±. ?Y si no se estuviera refiriendo a Rrose S¨¦lavy como suele interpretarse? Aunque si Duchamp se hubiera apropiado de la propuesta de Von Freytag-Loringhoven despu¨¦s de la muerte de la poeta, tampoco cambiar¨ªan mucho las consecuencias: al fin y al cabo fuera cual fuera la procedencia iba a sacudir el original y la autor¨ªa. Devolver¨ªa, eso s¨ª, una imagen menos simp¨¢tica y combativa de Marcel Duchamp.
Como es l¨®gico, ni los detractores ni los apasionados del artista han querido dar p¨¢bulo a la hip¨®tesis. Les da v¨¦rtigo apartarse de su genealog¨ªa patriarcal en la cual el ¡°maestro¡± Duchamp ocupa un lugar destacado para bien y para mal. Sea como fuere, lo divertido es que tal vez los detractores rabiosos de Duchamp se han pasado un siglo odi¨¢ndole por algo que ni siquiera ha hecho. Naturalmente las razones econ¨®micas tambi¨¦n tienen su peso. ?Se imaginan que el MOMA, San Francisco o cualquiera de los grandes museos cambien la autor¨ªa ¨²nica de Duchamp en la cartela del urinario? Resulta que al final, despu¨¦s de tanta discusi¨®n, el urinario s¨ª ten¨ªa estatus de obra ¡°original¡±, as¨ª que perdone que no me levante, se?or Duchamp.
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