Graham Swift, el escritor tapado
¡®El Domingo de las Madres¡¯ devuelve el foco sobre el novelista ingl¨¦s, parte junto a McEwan, Barnes, Amis o Rushdie de la gloriosa generaci¨®n brit¨¢nica de los ochenta
Que Graham Swift (Londres, 1949) sea el m¨¢s sutil y discreto, quiz¨¢ el patito feo, del rutilante y ruidoso grupo de entonces j¨®venes escritores ingleses que la revista Granta encumbr¨® en 1983 (Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes, Salman Rushdie...) se puede explicar en la distancia corta. Aparece con sobrio traje negro, camisa blanca de lino sin arrugas, voz calma y ojos huidizos que siempre miran al suelo. Sea como sea, si escribir es fruto de la extra?eza entre la mirada de uno y las cosas, el autor de la multipremiada El pa¨ªs del agua (1983) es uno de los grandes.
Lo ratifica su ¨²ltima novela, El Domingo de las Madres (Anagrama), t¨ªtulo que hace referencia a la festividad celebrada en Reino Unido el cuarto domingo de cuaresma. La trama parte de la historia de una criada de la Inglaterra de 1924 que hace el amor por ¨²ltima vez con un rico heredero que va a casarse con una de su condici¨®n. Es un libro distinto en la trayectoria de Swift: breve (160 p¨¢ginas), le surgi¨® de improviso, "de un tir¨®n, sin planificar nada", dice casi asustado.
Parece aliviado cuando se le sugiere que su novela aborda el momento m¨¢gico de encontrarse a uno mismo, ese d¨ªa en que uno decide que ser¨¢ lo que nunca se atrevi¨® a ser. ¡°Todos tenemos un d¨ªa que nos marca, que ir¨¢ ligado a nuestra vida, ese que es la semilla de nuestro futuro¡ Uno de los misterios de la vida, su esencia misma. Pocas veces se puede mostrar el interior de uno porque casi siempre se queda atrapado dentro; el papel de la ficci¨®n es acabar sacando esas vidas ocultas¡±. En el caso de la protagonista, Jane, lo larvado es que quiere ser escritora. ¡°Hay d¨ªas que contienen toda una vida¡±, resume Swift.
El otro gran eje de la novela, altamente elogiada en el ¨¢mbito anglosaj¨®n, es c¨®mo la muerte y la ausencia alteran la existencia de uno. Parece un tema obsesivo de Swift, pues ya asom¨® en Fuera de este mundo, donde el protagonista, adem¨¢s, es tambi¨¦n hu¨¦rfano, como Jane, y sus parientes fallecen en la Primera Guerra Mundial, como ocurre en las familias de El Domingo de las Madres, ambientada, escribe, ¡°antes de que mataran a los chicos y cuando hab¨ªa m¨¢s caballos que coches¡±. ¡°La alegr¨ªa es algo indisociable e indivisible del duelo, del dolor; vida y muerte est¨¢n absolutamente unidas, ?c¨®mo se puede escribir novela si en eso?¡±, plantea. Esa dualidad impregna la obra, con querencia de gusto proustiano, con una escena crucial en la que Jane pasea desnuda por la casa, posando la mirada por todos los rincones y objetos, y que aterriza en un espejo de cuerpo entero donde se refleja. ¡°Ese mirarse funciona como met¨¢fora de su autodescubrimiento, de esa nueva vida que tendr¨¢¡±. La novela es rica en esos gui?os, marca de la casa, que quiz¨¢ se les escapen a muchos lectores. ¡°Genera un punto de frustraci¨®n, pero como escritor t¨² debes ofrecerlo todo: mejor darle de m¨¢s y que absorba el m¨¢ximo que pueda que servirle algo frugal para que pueda captarlo¡±.
M¨¢s instinto
Admite Swift que ha pasado de ser ¡°un escritor bastante cerebral y planificador a escribir m¨¢s de instinto y de manera m¨¢s condensada, m¨¢s corta¡±. Aun as¨ª, nunca hay nada gratuito en sus textos. Por ello, que sea Joseph Conrad la lectura formativa de Jane no es azaroso. ¡°Encontrar la lengua es escribir, dec¨ªa Conrad, y mi protagonista reflexiona sobre ello, ha de encontrarla¡±. ?La ha hallado Swift? ¡°Escribir no es alguien lleno de palabras que, de pronto, abre un grifo y las suelta: escribir es ahondar y buscar palabras; s¨®lo se puede escribir cuando se est¨¢ vac¨ªo, hay que crear desde la nada; por eso no s¨¦ de d¨®nde salen mis libros; hay que buscar desde la m¨¢s absoluta nada y vestirlo todo con palabras¡±. Y, halladas, ¡°no crear una amalgama con ellas sino llevar al lector del punto A al B, deslizarle a otro mundo posible¡±.
C¨®modo en la segunda l¨ªnea de los autores ingleses (¡°mi obra tiene fuerza per se y tengo la fama justa; lo importante es que sigamos ah¨ª¡±), s¨®lo manifiesta un tenue disgusto cuando se enmarca su obra en este particular revival de la Inglaterra de entreguerras, que va desde el Chesil Beach o Los hu¨¦spedes de pago, de McEwan o Sarah Waters, respectivamente, a la televisiva Downton Abbey. ¡°Mi novela est¨¢ a mil kil¨®metros de ese mundo; todo eso es nostalgia pat¨¦tica por un glorioso pasado y que quiz¨¢ explique lo inexplicable que es el Brexit¡ Ambientada en 1924 o en 1970, lo importante es que, para el lector, toda novela le ha de parecer de aqu¨ª y ahora¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.