Una v¨ªa in¨¦dita al socialismo
Este domingo se cumplen 40 a?os de la legalizaci¨®n del Partido Comunista de Espa?a. Dos libros se adentran en su historia
Terminaban en 2010 Carme Molinero y Pere Ys¨¤s su trabajo sobre el partido comunista de los catalanes con una evocaci¨®n te?ida de nostalgia: la crisis del PSUC ¡ªdec¨ªan¡ª coincid¨ªa con el final de la Transici¨®n y con el final de una etapa en la que, sin el PSUC, no puede explicarse la historia de Catalu?a. Con id¨¦ntica reflexi¨®n podr¨ªa haber concluido tambi¨¦n este nuevo recorrido que nos lleva desde la hegemon¨ªa a la autodestrucci¨®n del partido de los comunistas espa?oles: el final de la Transici¨®n fue el final de una etapa que no puede explicarse sin la historia del PCE.
La historia arranca en 1956, con una resoluci¨®n del Comit¨¦ Central que se har¨¢ tan c¨¦lebre como la¡°svolta de Salerno¡±, que 12 a?os antes determin¨® la pol¨ªtica de los comunistas italianos. ¡°Por la reconciliaci¨®n nacional. Por una soluci¨®n democr¨¢tica y pac¨ªfica del problema espa?ol¡± fue su expresivo t¨ªtulo, que implicaba un gran viraje, aunque para el caso Dolores Ib¨¢rruri emple¨® la menos traum¨¢tica definici¨®n de cambio t¨¢ctico. Pero caramba con el cambio t¨¢ctico: a partir de esa resoluci¨®n, el PCE dio por clausurada a todos los efectos la Guerra Civil e inici¨® una pol¨ªtica de mano tendida a todas las fuerzas de izquierda o derecha, llam¨¢ndolas a deponer los odios y el esp¨ªritu de venganza del pasado.
No result¨® f¨¢cil convencer a los grupos pol¨ªticos que pululaban en torno a personalidades de la seriedad de esta llamada. De hecho, como ponen de relieve Molinero e Ys¨¤s, el PCE rompe su aislamiento no porque llegue a acuerdos por arriba con otros partidos, sino porque es quien mejor percibe el potencial pol¨ªtico de las movilizaciones contra la dictadura que se inician en la rebeli¨®n universitaria de 1956, estallan en 1962 con las huelgas de la cuenca asturiana, se multiplican en 1965 de nuevo con los estudiantes y alcanza a colegios profesionales en los a?os setenta, sin olvidar las asociaciones vecinales y los cristianos por el socialismo. Es construyendo desde abajo, y al precio de ca¨ªdas, c¨¢rceles, torturas y largas condenas, como el PCE, o sus militantes, alcanzan en el conjunto de la oposici¨®n democr¨¢tica esa posici¨®n hegem¨®nica, m¨¢s evidente en Catalu?a cuando se funda la Assemblea, no por casualidad en una parroquia y con presencia de intelectuales, profesionales y obreros.
Es construyendo desde abajo, y al precio de ca¨ªdas, c¨¢rceles, torturas y largas condenas, como el PCE alcanza una posici¨®n hegem¨®nica en el conjunto de la oposici¨®n democr¨¢tica
?Y d¨®nde comenz¨® la autodestrucci¨®n? Siempre apoy¨¢ndose en fuentes primarias, Molinero e Ys¨¤s rechazan la tesis, hoy tan facilona, de culpar a las traiciones, cesiones, renuncias que los comunistas hayan podido cometer durante el proceso de transici¨®n. Cierto, no se produjo la ruptura ideada por el PC con un gobierno provisional que condujera el proceso, pero el proceso mismo culmin¨® con una muy activa participaci¨®n de los comunistas en todo lo que en su Noveno Congreso se defini¨® como ¡°netas rupturas con el pasado dictatorial¡±: la legalizaci¨®n del partido, las elecciones a Cortes y su r¨¢pida conversi¨®n en constituyentes, las preautonom¨ªas, la amnist¨ªa, las elecciones sindicales, los acuerdos de La Moncloa¡
Y de la hegemon¨ªa, casi sin soluci¨®n de continuidad, a la autodestrucci¨®n. No fue el hundimiento electoral lo que provoc¨® la crisis interna, sostienen los autores, sino al rev¨¦s. Tal vez, mejor, se retroalimentaron. En todo caso, las ¡°autocr¨ªticas¡± en el PCE que se suceden entre 1977 y 1982, junto a las divisiones viscerales entre euros, prosovi¨¦ticos o afganos y leninistas del PSUC y la escisi¨®n del comunismo vasco m¨¢s el retroceso electoral del andaluz, confirm¨® ese rev¨¦s del destino y quebr¨® el hechizo del partido identificado con el secretario general. Empezaron los lamentos convertidos en reproches y Santiago Carrillo no supo reaccionar m¨¢s que con expulsiones. Y as¨ª, purga purgando, se esfum¨® lo que Molinero e Ys¨¤s definen como un in¨¦dito proyecto pol¨ªtico: la v¨ªa al socialismo mediante una revoluci¨®n de la mayor¨ªa; y con la v¨ªa, desa?pareci¨® tambi¨¦n el no menos in¨¦dito modelo de socialismo en libertad.
El mensajero
Mucho de exageraci¨®n hay en el subt¨ªtulo de la publicaci¨®n de los papeles de Jos¨¦ Mario Armero y del diario de Ana Montes, su esposa, material que conforma el libro de Alfonso Pinilla Garc¨ªa: si algo se ha contado hasta el m¨ªnimo detalle del periodo de transici¨®n es precisamente la legalizaci¨®n del PC. Se cont¨® ya entonces, a medida que el partido y sus dirigentes sal¨ªan de la clandestinidad y conced¨ªan ruedas de prensa. Y se cont¨® despu¨¦s, por los protagonistas, a favor y en contra, y por los periodistas, muy j¨®venes y alerta, que siguieron todo el proceso. Prueba de ello son las abundantes citas de unos y otros que llenan muchas p¨¢ginas del libro, comenzando por El a?o de la peluca, del mismo Carrillo, o por S¨¢bado Santo rojo, de Joaqu¨ªn Bardav¨ªo.
Quedaban las notas que Armero, en su papel de go-between, iba tomando de los recados que se cruzaron entre Adolfo Su¨¢rez y Santiago Carrillo. Y as¨ª van pasando de nuevo ante nuestra mirada, con el apoyo en estas notas hasta hoy in¨¦ditas y aqu¨ª generosamente reproducidas o transcritas, los primeros contactos, los ¨®rdagos, los movimientos de ajedrez, lo que uno est¨¢ dispuesto a ceder y otro a conceder. Si algo sorprende, aunque tampoco, es que hubo juego limpio: ambos conoc¨ªan muy bien las cartas, ninguna marcada, de las que cada cual dispon¨ªa. Y las jugaron a fondo. Y los dos ganaron, uno la legalidad y el otro la legitimidad.
De la hegemon¨ªa a la autodestrucci¨®n. El Partido Comunista de Espa?a (1956-1982). Carme Molinero y Pere Ys¨¤s. Barcelona, Cr¨ªtica, 2017. 509 p¨¢ginas
La legalizaci¨®n del PCE. La historia no contada, 1974-1977. Alfonso Pinilla Garc¨ªa. Pr¨®logo de Pilar Urbano Alianza, 2017. 412 p¨¢ginas. 21,85 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.