Misterios, iconos, infancias
La Tate Britain ha echado la casa por la ventana para la enorme retrospectiva de David Hockney
1. White
Lo que Julian Symons (1913-1994) llam¨® la ¡°edad de oro de la novela criminal¡± se extiende a lo largo del periodo de entreguerras. Todos los buenos aficionados al g¨¦nero saben que la modalidad predominante era lo que se ha llamado whodunit (¡°qui¨¦n lo hizo¡±): se trata de un tipo de narraci¨®n que ahora resulta ingenua a los lectores de ¡°novela negra¡± y que se somet¨ªa voluntariamente a unos r¨ªgidos protocolos para llevar al lector a la resoluci¨®n de un asesinato (o dos, pero no hab¨ªa asesinos en serie) que sol¨ªa ser ¡°blanco¡±, es decir, sin excesivo gore ni retorcimiento. Los mismos aficionados podr¨ªan establecer a bote pronto una lista de los autores m¨¢s populares: entre ellos estar¨ªan los brit¨¢nicos Agatha Christie, Dorothy Sayers o Michael Innes; la neozelandesa Ngaio Marsh y los estadounidenses John Dickson Carr o Ellery Queen. A aquella ¨¢urea ¨¦poca de la novela de investigaci¨®n le dieron la puntilla cr¨ªtica dos art¨ªculos de sendas celebridades:El simple arte de matar, de Raymond Chandler, incluido en el libro de relatos del mismo t¨ªtulo publicado en DeBolsillo, y el a¨²n m¨¢s expresivo ?A qui¨¦n le importa qui¨¦n mat¨® a Rogelio Ackroyd?, un vitri¨®lico texto que Edmund Wilson public¨® en 1945 en las p¨¢ginas de The New Yorker y que puede leerse en la Red. A aquella fecunda tropa de autores de whodunits pertenece tambi¨¦n la galesa Ethel Lina White (1876-1944), cuyos libros policiacos obtuvieron un extraordinario ¨¦xito. Tambi¨¦n en Espa?a: conservo en lugar de honor La escalera de caracol (Mateu, 1963) que fue llevada al cine por Robert Siodmak en 1946, y el folleto grapado El museo de la muerte (Novelas y Cuentos, 1952). Un amigo ¡ªlas amistades son siempre los m¨¢s avezados ladrones de libros¡ª me requis¨® la primera edici¨®n castellana (en la m¨ªtica editorial argentina Claridad) de La dama desaparece, que ahora ha publicado Alba en traducci¨®n de Enrique Maldonado Rold¨¢n. Alfred Hitchcock, que estaba firmemente convencido de que ¡°el cine es la vida real sin las partes aburridas¡±, la adapt¨® a la pantalla (con sustanciales cambios) en 1938, con Margaret Lockwood y Michael Redgrave como protagonistas: la pel¨ªcula ¡ªen Espa?a se llam¨® Alarma en el expreso¡ª tuvo tanto ¨¦xito que consigui¨® que, en el plano literario, aumentara el prestigio internacional de la se?ora White y, en el cinematogr¨¢fico, que el omnipotente David O. Selznick decidiera que ya hab¨ªa llegado el momento de que Hitchcock se trasladara a Hollywood. Vuelta a leer ahora, 80 a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, el lograd¨ªsimo suspense de este thriller psicol¨®gico en torno a la misteriosa desaparici¨®n de una mujer en un vag¨®n repleto de gente que afirma que la dama nunca estuvo all¨ª justifica que Julian Symons la incluyera entre las cien mejores novelas policiacas de todos los tiempos.
2. Hockney
La Tate Britain ha echado la casa por la ventana para la enorme retrospectiva de David Hockney, que este a?o cumplir¨¢ 80 tacos. Los brit¨¢nicos, que, aunque adoran a Hockney casi tanto como a Isabel II o a Mr. Bean, nunca le han perdonado del todo que cambiara el T¨¢mesis por las villas con piscina de los ricachos de Los ?ngeles, hacen colas multitudinarias (y pagan 19,50 libras: 22,50 eurillos) para admirar la ingente producci¨®n de su icono pop (vivo) m¨¢s arty: pinturas, dibujos, grabados, collages, fotograf¨ªas y v¨ªdeos que muestran la evoluci¨®n tem¨¢tica y t¨¦cnica del artista a lo largo de 60 a?os. Coincidiendo con la retrospectiva, que se mantendr¨¢ hasta el 29 de mayo (y luego viajar¨¢ al Pompidou y al MET), el astuto Bene?dikt Taschen, que no pierde oportunidad de hacer caja, ha publicado David Hockney, a Bigger Book, un gigantesco libro de artista (50¡Á70 cent¨ªmetros y 500 p¨¢ginas) en el que se reproducen con una calidad t¨¦cnica incre¨ªble las m¨¢s ic¨®nicas obras del pintor. El lujoso mamotreto (m¨¢s una cronolog¨ªa aparte de 680 p¨¢ginas) ha sido editado conjuntamente por el propio artista y Hans Werner Holz?warth y pesa tanto que en el precio (2.000 euros para una edici¨®n ¡°limitada¡± y firmada de 9.000 ejemplares) se incluye un enorme tr¨ªpode dise?ado por Marc Newson. Los libros de la serie SUMO de Taschen se revalorizan con los a?os, de modo que hay quienes se plantean adquirirlos como inversi¨®n. Claro que, si echan cuentas, y lo ¨²nico que les interesa es ver la muestra, les sale mucho m¨¢s barato un viaje de una semana a Londres que incluya, adem¨¢s de vuelos y hotel, entradas para la Tate, comida en los chinos o indios de Bayswater, algunas compras en Uniqlo para la familia y pintas de cerveza suficientes para ponerse ciego a diario, adem¨¢s del soborno a alguien de la cola para que le dejen pasar antes.
3. S¨¢enz
Como se sabe, la infancia es la verdadera patria de cada cual. Es ah¨ª donde todo est¨¢ ya, m¨¢s o menos dibujado. Miguel S¨¢enz, el acad¨¦mico y coautor en espa?ol de tantos grandes de la literatura en alem¨¢n, lo sabe: Territorio (Funambulista) es un hermoso relato de identidad, educaci¨®n sentimental y sentido del lugar (Marruecos, el protectorado de Ifni) que recoge impresiones ¡ªsin especial prurito cronol¨®gico¡ª, vivencias, sensaciones (el amor, la amistad, el otro-ind¨ªgena, el sexo anhelado) que, juntas, forman un retrato de un singular (artista) adolescente y de la gente que le rodea (incluyendo, enorme, la figura del padre). Leyendo esta hermosa historia con finales alternativos, no he podido evitar recordar otras memorias en las que el adulto mira hacia el ni?o que fue y a¨²n lleva dentro: Las palabras, de Sartre; Edad de hombre, de Michel Leiris, o, por citar un libro (muy distinto) que pude leer gracias a S¨¢enz, El origen, de Thomas Bernhard. Territorio es una estupenda (y cercana) cartograf¨ªa sentimental de alguien que mira hacia atr¨¢s para verse mejor ahora.
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