?Ha matado el turismo ¡®low cost¡¯ a la literatura de viajes?
El g¨¦nero estrella de hace unas d¨¦cadas atraviesa una crisis a causa de la banalizaci¨®n de la experiencia viajera
Entre Samarcanda y Kirguist¨¢n, la viajera Patricia Almarcegui (autora de Escuchar Ir¨¢n y Una viajera por Asia Central) ha sido la pen¨²ltima en dar la voz de alarma: algo pasa con la literatura de viajes, que parece en horas bajas. La gente viaja como nunca, es cierto, pero lee menos. Prefieren echar un vistazo r¨¢pido a Internet en sus m¨®viles que sumergirse en un libro que los acompa?e, solace y oriente en su viaje. El lector de viaje de butaca ¡ªese que viaja en casa, por persona interpuesta¡ª tambi¨¦n se ha retra¨ªdo. Autores y editores est¨¢n desconcertados, les es dif¨ªcil saber qu¨¦ quiere el lector del g¨¦nero y que voz hay que adoptar. Parafraseando a The Buggles: ?est¨¢ acabando el turismo low cost con la literatura de viajes? ?Queda espacio en un mundo que se empeque?ece y trivializa cada vez m¨¢s para el viaje reflexivo de descubrimiento del otro y de uno mismo, que es lo que ha dado lugar a las obras maestras de la especialidad? ?Ad¨®nde ir? ?Qu¨¦ contar?
Es evidente para cualquiera que siga la evoluci¨®n del g¨¦nero que los a?os de vacas gordas ¡ªes decir, los ochenta y noventa¡ª han pasado. Basta con mirar los estantes en las librer¨ªas: se publican menos novedades, se rescatan cl¨¢sicos con cuentagotas, casi de tapadillo, y son muy pocos esos t¨ªtulos que acceden, como antes, a la categor¨ªa de inolvidables. La literatura de viajes, que contaba con numerosos sellos propios, se difumina en la literatura generalista, e incluso autores consolidados ¡ªde William Dalrymple reconvertido en novelista e historiador (ahora Desperta Ferro Ediciones le publicar¨¢ El retorno de un rey, sobre la primera guerra anglo-afgana) al espa?ol Gabi Mart¨ªnez, que acaba de publicar en Seix Barral Las defensas, sobre la vida real de un neur¨®logo¡ª parecen abandonar el g¨¦nero.
Invitaciones a partir
Transiberiano. No es la cr¨®nica de un viaje, sino la historia de un medio de transporte y una ruta legendarios: el ferrocarril Transiberiano y la l¨ªnea m¨¢s larga del mundo, de Mosc¨² a Vladivostok, 9.000 kil¨®metros y siete husos horarios. El experto y apasionado de los trenes brit¨¢nico Christian Wolmar cuenta todo lo que quer¨ªamos saber sobre el ferrocarril que cambi¨® Rusia en Billete al fin del mundo (Pen¨ªnsula, 2017). ?Pasajeros al tren!
Cuadernos de viaje. El cuaderno de viaje es uno de los elementos que no puede olvidar ning¨²n viajero que se precie. Un libro maravilloso, Exploradores. Cuadernos de viaje y aventura (Geoplaneta, 2017), nos ofrece una mirada a los diarios de los m¨¢s grandes viajeros, naturalistas y exploradores. Ah¨ª est¨¢n los dibujos, notas y mapas de personajes como Amundsen, Audubon, Boas, Cook, Sven Hedin, Thor Heyerdahl, Livingstone, Peary, Scott, Freya Stark o Thubron. Ganas de partir ya.
Confesiones del marino escritor. La editorial Wunderkammer, que dirige alguien tan vinculado al viaje como es Elisabet Riera, publica Diario ¨ªntimo de Pierre Loti, el gran escritor y viajero de Rochefort. A trav¨¦s del diario y la correspondencia del personaje nos introducimos en su lado m¨¢s secreto, incluidos sus amores, que tambi¨¦n son viaje: "He encontrado a una mujer de nunca vista belleza que se ha entregado a m¨ª aun amando a otro, porque, seg¨²n me dice, me ama a¨²n m¨¢s que a ese otro".
Dicho todo esto, es cierto que siguen apareciendo ocasionalmente algunas joyas que prolongan no solo con dignidad sino con maestr¨ªa la mejor tradici¨®n de la literatura de viajes en estos tiempos oscuros. Ah¨ª est¨¢n ¡ªbien es verdad que no presentados espec¨ªficamente como t¨ªtulos del g¨¦nero¡ª los recientes A?os salvajes. Mi vida y el surf (Libros del Asteroide), en el que el estadounidense William Finnegan sigue en un periplo a lo largo del globo y de su propia biograf¨ªa su pasi¨®n por la plancha y las olas, o All¨ª, donde se acaba el mundo (Lumen), en el que la francesa Catherine Poulain narra su aventura en Alaska enrolada en un pesquero. Entre las honrosas excepciones, los libros de Almarcegui, el viaje por Jap¨®n de Suso Mourelo bajo la advocaci¨®n de La mujer de la arena de K?b? Abe o el viaje a Grecia del irreductible Xavier Moret.
A destacar las recuperaciones de dos cl¨¢sicos que ha hecho Abada: Viaje al T¨ªbet, de Robert Byron ¡ªel maestro de tantos viajeros¡ª, y Rumbo a la aventura, del inclasificable Richard Halliburton, ese hombre ¨¢vido de experiencias que cruz¨® los Alpes a lomos de un elefante para emular a An¨ªbal, vol¨® sobre el Everest en su biplano La Alfombra Voladora y desapareci¨® a bordo de un junco chino en el Pac¨ªfico en 1939, a los 39 a?os.
Y est¨¢ sobre todo, ?apunten este t¨ªtulo!, El turista desnudo, de Lawrence Osborne (Gatopardo Ediciones), que hay que saludar ya a la vez como un verdadero hito en la literatura de viajes y el libro de referencia sobre todo esto de lo que hablamos. Porque, significativamente, en el libro el autor brit¨¢nico, que narra un viaje demencial y alucinante por Dub¨¢i, Calcuta, las islas Andam¨¢n, Tailandia y Bali hasta los parajes m¨¢s agrestes de Pap¨²a, ofrece una reflexi¨®n indispensable ¡ªa la vez dram¨¢tica y divertid¨ªsima, plena de escepticismo, estupefacci¨®n y mordacidad¡ª sobre el (sin)sentido actual del viaje, la perversi¨®n del turismo de masas y el viajero escritor condenado a ir cada vez m¨¢s lejos (en todos los sentidos). Es una obra que sit¨²a perfectamente el debate sobre el g¨¦nero a partir de la desorientaci¨®n (precisamente) del autor viajero en un mundo en el que todo se parece perversamente a todo, y en el que ni ¡°envolverte el rabo¡± con un estuche peneano de calabaza para confraternizar con los abor¨ªgenes ni comer murci¨¦lago garantizan una experiencia original.
Pero, como dir¨ªan Burton y Speake, vayamos a las fuentes. ?Qu¨¦ opina un gran maestro de la literatura de viajes, seguramente el mejor en activo junto con Jan Morris y Paul Theroux, de la crisis de la que hablamos? Colin Thubron (1939), el autor de obras can¨®nicas como En Siberia y la ¨²nica persona que conozco que ha comido binturong (el raro viv¨¦rrido parecido a la civeta) creyendo que era gato, responde con la vista puesta en el r¨ªo Amur, adonde se dirigir¨¢ para su pr¨®ximo libro de viajes (?ya hace seis a?os del ¨²ltimo!, Hacia una monta?a en el T¨ªbet; RBA), y tras informarme de que su jard¨ªn y su b¨²ho disecado siguen bien. ¡°Es un tema complicado. En realidad yo no creo que la literatura de viajes est¨¦ muerta o agonizante. La gente lleva prediciendo su declive y muerte a todo lo largo del siglo XX (Conrad, Evelyn Waugh, Levi-Strauss, Kingsley Amis). Pero no ha sucedido. En cambio, los ochenta vieron una edad de oro del g¨¦nero, al menos en Reino Unido, con Patrick Leigh Fermor, Theroux, Jonathan Raban, Bruce Chatwin¡ Ahora lo que se produce es la inevitable reacci¨®n, en parte porque los editores descubrieron (de nuevo) que los libros de viajes se pod¨ªan vender bien y publicaron un mont¨®n de obras prescindibles¡±.
¡®El turista desnudo¡¯, de Lawrence Osborne, puede saludarse ya como un nuevo libro de referencia
Pero el mundo se hace peque?o, ?no? ¡°Esa sensaci¨®n es una ilusi¨®n fomentada por Internet y el turismo de masas. Incluso lugares aparentemente familiares no lo son realmente, y los escritores de viajes deber¨ªan acercarse a ellos menos con el ¨¢nimo del descubrimiento geogr¨¢fico que con el de la investigaci¨®n en profundidad. Porque, bajo su superficie, todas las culturas son muy distintas. Cada generaci¨®n tiene que descubrir eso a su propia manera; las prioridades e incluso las respuestas est¨¦ticas cambian, junto con el estado del destino al que viajas. Ninguna pantalla puede reemplazar la sensaci¨®n de encontrarte con una regi¨®n sobre el terreno: su atm¨®sfera, su tacto y olor, su interacci¨®n con el viajero¡±, replica el escritor.
Thubron recalca: ¡°Adem¨¢s, la idea de que los pa¨ªses son todos f¨¢cilmente accesible es una ilusi¨®n. Hace 30 a?os hice un viaje en coche desde Reino Unido a lo largo de Turqu¨ªa, Siria, Ir¨¢n, Afganist¨¢n, Cachemira y el norte de Pakist¨¢n hasta India. Ese viaje es imposible hoy. En ese momento, la URSS y China eran en cambio inaccesibles para el viajero independiente. Cuando un pa¨ªs se abre, otro se cierra. A¨²n hay remotas ¨¢reas por (re)descubrir en grandes franjas de ?frica, Asia y Sudam¨¦rica. El a?o pr¨®ximo, por ejemplo, planeo ese viaje al Amur. Es el d¨¦cimo r¨ªo m¨¢s largo del mundo, fluyendo entre Siberia y Manchuria, y sin embargo poca gente ha o¨ªdo hablar de ¨¦l¡±. Bueno, pero no negar¨¢ la dificultad de encontrar escritores a la altura de los de su generaci¨®n. ¡°Es cierto que parec¨ªa inusualmente fruct¨ªfera, pero hoy hay gente interesant¨ªsima: Sara Wheeler, Rory MacLean, Philip ?Marsden, Dalrymple y, en una generaci¨®n ligeramente m¨¢s joven, Tim Butcher, Peter Hessler, Oliver Bu?llough. Hay otros en Europa del Este subiendo: la b¨²lgara Kapka Kassabova, el polaco Witold Szablowski. Siempre habr¨¢ una intensa necesidad de los conocimientos resultado de viajes m¨¢s largos y aventureros de los que pueden permitirse en general los reporteros de los peri¨®dicos¡±.
El diagn¨®stico de 'Granta'
La revista Granta, en su n¨²mero 138, ha planteado la cuesti¨®n a varios escritores del g¨¦nero, entre ellos el propio Thubron, Sarah Wheeler, Robert MacFarlane o Geoff Dyer, el autor de Amor en Venecia, muerte en Varanasi y aquel viaje al portaviones USS Bush que fue Another Great day at sea. La mayor¨ªa de los consultados echan balones fuera, con estilo, eso s¨ª. Dyer se pregunta qu¨¦ tipo de literatura no es literatura de viajes para acabar cuestionando ir¨®nicamente si no ser¨¢ la propia literatura la que est¨¢ muerta. MacFarlane destaca la coincidencia de talentos que hizo de finales de los setenta un momento soberbio para el g¨¦nero, con grandes obras de Leigh Fermor y Chatwin, por ejemplo, para concluir que no se puede achacar a la crisis del viaje una crisis de la literatura de viajes.
Sin apenas tiempo para comentar con Thubron las extra?as caracter¨ªsticas sexuales del binturong, cuya hembra posee un semipene como la hiena, contacto con Jordi Esteva, uno de los grandes escritores espa?oles de viajes. Esteva, que ha regresado de un largo viaje por Egipto, se encuentra en T¨²nez y, de manera ins¨®lita, contesta con varios mensajes de voz de WhatsApp sumergido (no del todo) en una ba?era: ¡°?Crisis de la literatura de viajes? No s¨¦. La literatura de viajes refleja los viajes y probablemente sea el viaje mismo lo que est¨¢ en crisis. El viaje en cuanto experiencia de la que no se regresa igual que se parti¨®, el viaje inici¨¢tico (aunque, ojo, sin connotaci¨®n esot¨¦rica). Es cierto que el viaje que a m¨ª me interesa es cada vez m¨¢s dif¨ªcil, hoy d¨ªa resulta homog¨¦neo y encuentras wifi en todas partes. Se ha perdido ese romper con el tiempo y el espacio que era la caracter¨ªstica del viaje. Como dec¨ªa Paul Bowles, una cosa es viajar y otra transportarte. Ahora te montas en un avi¨®n y apareces en Mongolia sin soluci¨®n de continuidad y sin necesidad ninguna de saber qui¨¦n era Gengis Jan. Todo es cada vez m¨¢s igual. A m¨ª lo que me interesa del libro de viajes es la opini¨®n, la mirada propia, y la voz¡±.
Se hace un silencio. Trato de escuchar al muec¨ªn, pero lo que oigo es un chapoteo. Esteva contin¨²a: ¡°Tiene que haber un af¨¢n literario, no una mera descripci¨®n, que es lo que hace a menudo tan aburrido al g¨¦nero. No quiero criticar, me parece estupendo que cualquiera escriba un libro, pero que sea interesante es otra cosa. A m¨ª, con todo el respeto, no me interesa el viaje solidario a Mozambique o la aventura en kayak por el Orinoco. Tiene que haber algo m¨¢s. Y ha de fluir, ha de parecer que te cuentan el viaje alrededor de una hoguera una noche de tormenta, y que el autor tenga un poderoso motivo para hacerlo, casi una obsesi¨®n¡±. Esteva cita a Truman Capote y Graham Greene como gente que sab¨ªa narrar viajes. ?l dice que su secreto ha sido haber podido ir adonde le llevaron antes sus sue?os y sus mapas.
Pep Bernades, librero, editor, escritor y maestro de viajeros, me recibe en su despacho en Alta?r, donde me atrevo a entrar ¡ªla prolijidad de las conversaciones de Bernades es legendaria¡ª porque exactamente en un cuarto de hora arranca en la sala de actos de la librer¨ªa (que est¨¢ a rebosar) una charla sobre las islas Feroe que tiene que presentar ¨¦l. ¡°Las horas bajas son de cierto concepto de la literatura de viajes¡±, establece. ¡°Y en realidad esa literatura, de publicidad encubierta y exaltaci¨®n del yo, tendr¨ªa que estar en horas de destrucci¨®n¡±, prosigue con divertida sa?a. ¡°No basta con escribir lo que ves, con la perspectiva plana de un simple recorrido, despu¨¦s de haber estado un par de semanas en un sitio y utilizando el corto y pego. Se ha banalizado el concepto de literatura de viajes a partir de los mil blogs del g¨¦nero que en el fondo no hacen sino repetir lo mismo, una visi¨®n comercial del mundo. Esa l¨ªnea no lleva a ninguna parte¡±.
¡°En los a?os dorados se publicaron muchas obras prescindibles¡±, recuerda el escritor Colin Thubron
No obstante, ¡°la buena literatura de viajes sigue funcionando y se sigue publicando¡±, considera Bernades, se?alando sobre su mesa la reedici¨®n de Malpaso de Rumbo a Tartaria, de Kaplan, e Hijos del Nilo, de Xavier Aldekoa (Pen¨ªnsula). Pero hay menos. ¡°Ha bajado la venta, es cierto, porque ha bajado la producci¨®n. Es m¨¢s dif¨ªcil escribir de viajes ahora que hace 20 o 30 a?os, la buena literatura de g¨¦nero es muy exigente, hoy m¨¢s que nunca¡±. En Alta?r son optimistas: ¡°Hemos sufrido mucho los ¨²ltimos a?os, pero la cosa remonta, entra mucha gente joven, est¨¢n descubriendo que hay cosas que no se encuentran en Internet. Los chavales que empiezan a salir al mundo est¨¢n saturados de datos y faltos de literatura y verdadera informaci¨®n. Y est¨¢n tambi¨¦n los mapas: ?si quieres un mapa para so?ar, no cabe en la pantalla! Yo creo que habr¨¢ una decantaci¨®n hacia las cosas m¨¢s perennes, elaboradas y profundas¡±.
Gabi Mart¨ªnez, que nos llev¨® a los pantanos de Sud¨¢n, a Nueva Guinea tras los pasos del moa, a Pakist¨¢n, a la Gran Barrera de Coral australiana, que viaj¨® hasta perderse y volverse a encontrar, en su nuevo libro no viaja. ?Un s¨ªntoma? ¡°En las defensas vuelvo a casa, a Barcelona, a mi ecosistema, para narrar una historia. Eso tambi¨¦n es un viaje¡±. Mart¨ªnez no se considera un escritor de literatura de viajes, un g¨¦nero del que dice que en Espa?a no hay tradici¨®n y del que cita apenas un pu?ado de nombres: Theroux, Esteva y, sorprendentemente, Lawrence de Arabia y Josep Pla, que ya es pareja. Pero su mirada anda perdida en nuevos horizontes de tigres y tapires, lo que es toda una esperanza.
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