Don Quijote, lanza en astillero, toma el Congreso
La presidenta Ana Pastor mostrar¨¢ los ejemplares de la obra de Cervantes cedidos por embajadores a la biblioteca de la c¨¢mara
¡°Aqu¨ª se imprimen libros¡±, lee Don Quijote en un cartel, y entra sin remedio. Ocurre en el cap¨ªtulo 62, en el segundo tomo. Y, dentro, le dice a quien est¨¢ llevando a estampa un libro que tradujo del toscano que leer una versi¨®n vertida de otra lengua debe parecerse a mirar los tapices flamencos por el rev¨¦s: ¡°Aunque se ven las figuras, est¨¢n llenas de hilos que las oscurecen¡±. Enmara?ada, con puntadas y nudos,?ver¨ªa hoy entonces la figura de su hidalgo Cervantes, pues sus aventuras est¨¢n traducidas a 200 variedades ling¨¹¨ªsticas, seg¨²n c¨¢lculos del presidente de honor de la Asociaci¨®n de Cervantistas, Jos¨¦ Manuel Luc¨ªa Meg¨ªas. Don Quijote es universal. Por eso el Congreso, para conmemorar el d¨ªa del libro y a instancia de la presidenta de su Comisi¨®n de Cultura, Marta Rivera de la Cruz, solicit¨® a las distintas legaciones diplom¨¢ticas que participaran cediendo para la biblioteca de la c¨¢mara un ejemplar impreso en su lengua. ¡°Es el mito espa?ol por antonomasia, y creemos que esta es una manera simb¨®lica de estrechar lazos, de acercarnos, como simb¨®lico ser¨¢ que la sede de la soberan¨ªa popular espa?ola posea una de las mejores colecciones globales de Quijotes¡±, declara Rivera. Esta ma?ana, alrededor del mediod¨ªa, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y algunos de los embajadores mostrar¨¢n la treintena de ediciones que han recopilado.
El primero en entregarlo fue el embajador ruso. Cuenta Alberto Miranda, del gabinete de Presidencia del Congreso, que lo dio en mano, esbozando una sonrisa y con la reverencia de quien lega un tesoro. Javier Plaza Bravo, el bibliotecario custodio, sopesa uno a uno los vol¨²menes para ense?arlos. La edici¨®n serbia est¨¢ ilustrada por Antonio Saura. Va posando sobre la mesa Quijotes en koreano, tailand¨¦s ¡ªcon la portada de 1605 de Juan de la Cuesta impresa en tipo dorado sobre tela verde¡ª, farsi, afgano, hebreo, chino, ¨¢rabe, japon¨¦s o guaran¨ª, lengua de Paraguay, Bolivia y hablada en el norte de Argentina sin graf¨ªa fija hasta mediado el siglo XX. Guardar¨¢ el congreso un ejemplar de El Quijote que es, en s¨ª mismo, un cat¨¢logo de 150 idiomas a los que se ha traducido (total o parcialmente); el Quijote universal, un proyecto que coordin¨® Luc¨ªa Meg¨ªas y que vio la luz a finales del a?o pasado, el del IV centenario de la muerte de Cervantes. Cada cap¨ªtulo aparece en una lengua diferente; para 48 es su primera traducci¨®n quijotesca (con todo el idealismo que trae ese adjetivo); lo fue para, por ejemplo: el criollo annobon¨¦s (Guinea Ecuatorial), el sosso (lengua africana), el huichol (M¨¦xico), el pashtu (Afganist¨¢n) o el trentino (Italia). La obra de Shakespeare, con quien comparte aniversario y honores cada 23 de abril, se ha traducido solo a 60 idiomas.
Del caballero andante de Cervantes, de Sancho y de Rocinante, se conocen en cambio versiones en esperanto, en braille ¡ª17 vol¨²menes de 31 cent¨ªmetros de alto y 120 p¨¢ginas cada uno¡ª y hasta en T9, tal como se llamaba el c¨®digo de escritura que se usaba en los ya casi extintos SMS de m¨®vil. Versiones, todas, inimaginables cuando en 1612 Thomas Shelton, al traducirlo al ingl¨¦s, lo llev¨® por primera vez a una lengua extranjera.
Ninguna de ellas es sin embargo la edici¨®n m¨¢s rara que ha tenido a mano Jordi Gracia, bi¨®grafo de Cervantes. Escoge un Quijote con aspecto de misal, con una corona en el lomo, embutido entero en 463 p¨¢ginas de letra min¨²scula. ¡°Lo regalaba Macson, la empresa brit¨¢nica de moda masculina, a sus clientes en 1967. Lo edit¨® en Barcelona As de P¡¯, con ese ap¨®strofe final (para sugerir quiz¨¢ As de Picas), y fue un obsequio de Jos¨¦ Manuel Blecua, padre, a mi mujer¡±. Su mujer es Isabel Soler, que el a?o pasado edit¨® en Acantilado Los a?os de Argel de Cervantes. Y Blecua Teijeiro, uno de los grandes fil¨®logos espa?oles del XX y padre del, entre 2010 y 2014, director de la RAE Blecua Perdices.
Jorge Garc¨ªa L¨®pez, cervantista, cuenta que en Barcelona le ense?¨® un librero una vez un Quijote impreso en corcho. Parece ser que Octavi Viader, de Sant Feli¨² de Guixols, estaba empe?ado en maridar su bibliofilia con la industria que enriquec¨ªa su ciudad. Josep Pla le desafi¨®: ¡°?Puedes hacer con el corcho algo m¨¢s que tapones para cava?¡±. El 30 de diciembre de 1903, acerc¨¢ndose el III centenario del cl¨¢sico, firm¨® el colof¨®n de la primera parte. En 1906, de la segunda. Lanz¨® 52 ejemplares y la cubierta, esgrafiada a fuego, estuvo dise?ada por el arquitecto modernista Llu¨ªs Dom¨¨nech i Montaner ¡ªautor del Hospital de San Pau o del Palau de la M¨²sica¡ª. Algunos se exhibieron en el Museo Brit¨¢nico.
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