Eduardo Mendoza sube a las tablas
Adelantamos el pr¨®logo del libro 'Teatro reunido', que re¨²ne las tres obras esc¨¦nicas escritas por el premio Cervantes Eduardo Mendoza. El libro se edita el 27 de abril
En las biograf¨ªas m¨¢s o menos fiables de algunos actores se dice que nacieron en un teatro. El que conoce un teatro por dentro sabe que pocos beb¨¦s sobrevivir¨ªan a un par?to en esas condiciones. La frase es una met¨¢fora que significa que naci¨® en el seno de una familia de actores, que estuvo inmerso en el ambiente teatral desde que vino al mundo. De m¨ª no se podr¨ªa decir tanto, aunque s¨ª algo muy aproximado: no nac¨ª en un teatro, pero nac¨ª con el teatro puesto.
En varias ocasiones he contado que mi padre hab¨ªa sido actor en su juventud. Sin llegar a profesional, tampoco fue un actor aficionado. Dej¨¦moslo en un grado intermedio. No s¨¦ cu¨¢l habr¨ªa sido su carrera si el pa¨ªs y las circunstancias no le hubieran forzado a renunciar a lo que sin duda era su vocaci¨®n. Pero el teatro sigui¨® siendo su pasi¨®n hasta el final de sus d¨ªas. Iba a ver todas las funciones que se hac¨ªan en Barcelona y desde que tuve uso de raz¨®n me llevaba con ¨¦l muy a menudo. No recuerdo a qu¨¦ edad vi la primera obra ni cu¨¢l era, pero guardo un recuerdo muy vivo del hecho en s¨ª. A mi padre nunca se le ocurri¨® llevarme a ver teatro infantil. En aquella ¨¦poca los ni?os apenas ten¨ªamos un mundo propio y a ese reducido territorio mi padre, con muy buen criterio, ni se acercaba. En cambio no le parec¨ªa mal llevarme a ver las obras que a ¨¦l le gustaban, que eran casi todas. En su etapa de actor hab¨ªa hecho teatro de texto, con preferencia, teatro en verso. Los cl¨¢sicos del Siglo de Oro, por supuesto; el teatro rom¨¢ntico de Zorrilla, Garc¨ªa Guti¨¦rrez y el Duque de Rivas; y tambi¨¦n un teatro en verso contempor¨¢neo, es decir, de principios del siglo xx, algo residual, como el de Eduardo Marquina o los hermanos Machado, o par¨®dico, como La venganza de don Mendo, de Mu?oz Seca, que mi padre detestaba. Supongo que cultivaba un estilo declamatorio que habr¨ªa matado del susto a Stanislavski. Pero esto no le imped¨ªa estar al corriente de las novedades e incluso de apreciarlas: le o¨ª hablar en t¨¦rminos elogiosos de Sartre y de Tennessee Williams, por citar dos nombres, e incluso reconoci¨® los m¨¦ritos de Samuel Beckett, aunque le resultara del todo ajeno.
En este ambiente crec¨ª. Entre mis lecturas abundaban las obras de teatro, tanto cl¨¢sico como moderno. No es de extra?ar que tambi¨¦n hiciera mis pinitos en el teatro aficionado. Por desgracia o quiz¨¢ por fortuna, no estaba dotado ni siquiera para hacerlo mal, de modo que me retir¨¦ muy pronto. Sin embargo, durante este breve per¨ªodo, tuve una experiencia que juzgo formativa. Hab¨ªamos decidido representar Esperando a Godot, de Beckett, pero s¨®lo dispon¨ªamos de un ejemplar y necesit¨¢bamos cinco: uno para el director y uno para cada actor. Como nuestro presupuesto no permit¨ªa tanto dispendio y yo hab¨ªa seguido un curso de mecanograf¨ªa, me ofrec¨ª a pasar a m¨¢quina el texto que ten¨ªamos, con tres copias en papel carb¨®n. No s¨¦ cu¨¢ntas horas me llev¨® ese trabajo en una m¨¢quina de escribir manual de antes de la guerra. No hay aprendizaje sin esfuerzo f¨ªsico. Al acabar, hab¨ªa aprendido casi todo lo que s¨¦ sobre escritura teatral. Copiar a los cl¨¢sicos es un ejercicio que deber¨ªan practicar todos los que quieren escribir. No basta con leer. Hay que poner atenci¨®n en cada palabra.
La experiencia de copiar a Beckett me llev¨® a escribir una o dos obras de cosecha propia, pero este impulso tambi¨¦n se agot¨® en seguida. No obstante, segu¨ª siendo asiduo espectador de teatro. Largas temporadas en Londres y Nueva York, y frecuentes visitas a Par¨ªs, Mil¨¢n y Viena me permitieron ver lo mejor de la escena mundial. Por razones obvias, este conocimiento actu¨® m¨¢s como elemento disuasivo que como est¨ªmulo.
A mediados de la d¨¦cada de los ochenta del siglo pasado, cuando ya me hab¨ªa establecido de nuevo en Barcelona, Miguel Narros me propuso traducir y adaptar El sue?o de una noche de verano, que iba a montar en Madrid. Traducir es mi ocupaci¨®n preferida, adaptar a Shakespeare era un reto, acept¨¦. No qued¨¦ contento del resultado. Hablo de mi parte, no de la funci¨®n, que fue un ¨¦xito. Pero me fascin¨® el contacto directo con el mundo del teatro: tratar con los actores, asistir a los ensayos, ver c¨®mo las palabras escritas en un papel se van transformando en voz, movimiento y expresi¨®n. Lo que se suele llamar el veneno del teatro.
Al concluir esta presentaci¨®n me pregunto si volver¨¦ a escribir una obra de teatro. De momento no tengo ning¨²n proyecto, ni siquiera en una fase embrionaria. Esto no significa que el teatro haya desaparecido de mi horizonte. En realidad, estas tres obras [Restauraci¨®n, Gloria y Grandes preguntas] son una parte m¨ªnima de mi vida teatral. El grueso, como ya he dicho, han sido traducciones y adaptaciones. Pero estas tres son totalmente m¨ªas, en la medida en que una obra literaria es de quien la escribe, cosa incierta. Abarcan un largo per¨ªodo de mi vida y, a diferencia de las novelas, que siguen mis pasos m¨¢s bien err¨¢ticos, las tres est¨¢n firmemente ancladas en Barcelona [¡] En el teatro la imaginaci¨®n interviene s¨®lo al principio. El resto es un largo recorrido por el sinuoso y no bien asfaltado camino de las condiciones materiales que hacen posible levantar el tel¨®n el d¨ªa del estreno.
Fragmentos del pr¨®logo de Teatro reunido (Seix Barral), el libro que re¨²ne por primera vez las tres obras teatrales escritas por Eduardo Mendoza: Restauraci¨®n, Gloria y Grandes Preguntas. El texto sale a la venta el 27 de abril.
Babelia
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