De imb¨¦ciles y suicidios

Se empujan, se mueven para la foto, hay pullas, codazos, se cortan al hablar o se terminan las frases... No tienen nueve a?os y tampoco son hermanos, pero Carlos Santos (Murcia, 1978) y Pedro Segura (Cartagena, 1966) se conocen desde hace un par de d¨¦cadas. Ambos han vivido en la casa del otro, han pasado parte de alguna Navidad juntos y en familia, asienten ante las mismas frases, y cabecean arrugando el labio inferior por los mismos recuerdos. ¡°Mira que haber nacido para ser el alma gemela de este¡­ que vengan a extirp¨¢rmela¡±, espeta Santos. ¡°Lo mismo digo¡±, contesta Segura.

El patio de butacas del Nuevo Teatro Alcal¨¢ bien podr¨ªa ser cualquier parque, no resulta complicado imaginarlos corriendo y gritando sin otra faena que la que les d¨¦ la gana, que al final, es lo que hacen. Est¨¢n en Madrid con dos obras en cartel: Un tonto en una caja, en el Nuevo Teatro Alcal¨¢, y la vuelta de 75 pu?aladas al Teatro Alfil. Ambas protagonizadas por Segura y dirigidas por Santos, ganador del Goya a Mejor Actor Revelaci¨®n por El hombre de las mil caras.

Para llegar hasta aqu¨ª, bast¨® media hora hace 20 a?os. ¡°Despu¨¦s de ese tiempo, supe que el v¨ªnculo iba a ser total¡±, recuerda Santos. Fue en la Escuela Superior de Arte Dram¨¢tico de Murcia. ¡°Yo ten¨ªa 19 y ¨¦l 31, ya era un se?or mayor¡±, cuenta como si Segura no estuviese sentado en la butaca de al lado. ¡°En una clase llena de chavales en ch¨¢ndal, hab¨ªa un se?or que ven¨ªa con un traje bastante feo y que hab¨ªa sido el ¨²nico con sobresaliente en interpretaci¨®n, en las pruebas de acceso. Le escuchamos un d¨ªa, con un mon¨®logo, y creo que hablo por toda la clase si digo que para eso quer¨ªamos estudiar, para ser como ¨¦l¡±.

Segura mira a Santos como cualquier padre mira a su hijo mientras hace los primeros diez metros solo despu¨¦s de quitar las ruedecitas a la bici. ¡°Fui yo quien vio eso en ¨¦l. Ten¨ªa una inteligencia que no era propia de su edad, y a d¨ªa de hoy, no he visto a nadie como a Carlos haciendo a Shakespeare, rebosaba pasi¨®n. No me morir¨¦ tranquilo hasta que no lo vea hacer un Ricardo III". Poco despu¨¦s le dice: "Pero claro, es que t¨² rebosas pasi¨®n comi¨¦ndote un bocadillo de chorizo a las cuatro de la ma?ana". "Si est¨¢ bueno, claro", contesta Santos.?

Cuentan la misma historia. Cuando lleg¨® la crisis el tel¨¦fono de Pedro Segura dej¨® de sonar, y se reinvent¨® con 75 pu?aladas ¡ªy la compa?¨ªa Bonjour Mon Amour¡ª, montada ocho a?os antes con otra compa?¨ªa, "para pagar facturas e ir tirando". Le sali¨® bien y acab¨® en el Alfil, donde perpetr¨® la direcci¨®n de Santos ¡ªque ya le hab¨ªa dirigido un mon¨®logo con solo 21 a?os¡ª. "Solo iba a echar una mano, y al final acab¨¦ en el cartel, me enga?¨® como un zorro", cuenta ¨¦l. Para Un tonto en una caja fue m¨¢s o menos igual: Segura lo invit¨® a conocer al dramaturgo Mart¨ªn Giner, en la puerta del Alfil, acabaron cenando y sin muchos subterfugios Santos se vio envuelto en esta segunda obra.? Entre risas, seg¨²n Segura, Santos es un dictador; seg¨²n Santos, Segura es un actor obediente.

Ahora, les esperan un par de meses de escenario en escenario. El actor quiere estar a la altura del director, asegura que, a trav¨¦s de ¨¦l, vive pedazos de vida que ¨¦l no ha podido vivir. "Pues s¨ª, la amistad existe, y cuando existe al 100%, es la hostia". Santos remata: "Lo que el arte dram¨¢tico ha unido, que no lo separe nadie".