El legado discogr¨¢fico de Prince est¨¢ congelado
A un a?o de la muerte del artista, que se cumple hoy, los herederos se empe?an en bloquear la salida incontrolada de nuevos temas del cantante
El martes, se anunciaba la publicaci¨®n de seis nuevas canciones de Prince. Demasiado bueno para ser verdad: al d¨ªa siguiente, los herederos lograban la retirada del tema principal, Deliverance, que estaba disponible en servicios como iTunes y Apple Music; hasta hace unas horas todav¨ªa se puede escuchar en Soundcloud.
Detr¨¢s del lanzamiento de Deliverance est¨¢ el caribe?o Ian Boxill, ingeniero de sonido que hace 10 a?os trabaj¨® con Prince en los ¨¢lbumes 3121 y Planet Earth. Cabe imaginar que estas disputadas canciones in¨¦ditas son descartes de esas sesiones, que Boxill almacen¨® subrepticiamente y que ha acabado por su cuenta (y riesgo).
Tambi¨¦n estamos ante la confirmaci¨®n de lo que tem¨ªamos: que el fabuloso legado de Prince todav¨ªa no est¨¢ centralizado ni catalogado ni (mucho menos) listo para ser editado. Las grabaciones del Hombre P¨²rpura caen en dos grandes grupos: el material no editado, con centenares de temas (en bastantes casos, difundidos en deficientes versiones piratas), y los discos ya publicados. Dentro de la segunda categor¨ªa est¨¢ el bocado comercialmente m¨¢s apetecible, lo editado durante los a?os ochenta a trav¨¦s de Warner Bros. Records, cuando su desbordante creatividad se correspond¨ªa con unas ventas millonarias.
Todav¨ªa hay mucho dinero en juego: el pasado a?o, Prince fue el m¨¢ximo vendedor de m¨²sica grabada en EEUU. Un fen¨®meno explicable, m¨¢s all¨¢ del impacto emocional de su muerte, por el hecho de que sus canciones m¨¢s conocidas aparecieron en plataformas de streaming y tiendas de venta digital tras el deceso. En vida, Prince racionaba dr¨¢sticamente su m¨²sica, descontento de los escasos rendimientos del negocio digital; incluso, era casi imposible encontrarla en YouTube (tras el fallecimiento, con el consentimiento t¨¢cito de su gente, volvieron en avalancha sus clips y sus conciertos, subidos por fans desconsolados).
Debido a su tortuosa relaci¨®n con la industria, Prince es de los pocos artistas de la primera divisi¨®n cuyo cat¨¢logo nunca ha sido reavivado seg¨²n las reglas del marketing m¨¢s elemental. No se ha practicado ning¨²n upgrade con el sonido o el contenido de sus discos. No ha habido ediciones remasterizadas ni discos con temas extra ni antolog¨ªas imaginativas como las que confeccionan clandestinamente sus seguidores, tipo Prince plays the blues.
Desde que nos abandon¨® el 21 de abril de 2016, solo podemos hablar de dos novedades leg¨ªtimas: el doble 4ever, publicado el pasado noviembre, que es una colecci¨®n de grandes ¨¦xitos con un tema in¨¦dito, ¡°Moombeam levels¡±, y la reedici¨®n de su obra m¨¢s universal, Purple rain. Prevista para el 9 de junio, promete ¨Cal menos en su versi¨®n deluxe- el a?adido de dos ¨¢lbumes de canciones grabadas por aquella ¨¦poca m¨¢s las filmaciones de dos conciertos.
El fabuloso legado de Prince todav¨ªa no est¨¢ centralizado ni catalogado ni (mucho menos) listo para ser editado
Pero hay incertidumbre en el horizonte. En 2014, ante el pasmo general, Prince hizo las paces con Warner, la discogr¨¢fica contra la que se rebel¨® a mediados de los noventa. El pacto le permitir¨ªa recuperar la propiedad de los discos editados entre 1978 y 1996, con la excepci¨®n de las bandas sonoras. Hasta la trasferencia del control total a Prince, Warner podr¨ªa explotar ese tesoro con reediciones y recopilaciones aprobadas por el artista. Cierto que eso supon¨ªa una diligencia que, en la pr¨¢ctica, no hemos visto.
En febrero de 2017, el gigante Universal anunciaba haber firmado con los herederos un acuerdo millonario que cubr¨ªa todo lo editado por Prince desde que se emancip¨®, en 1996, aparte de ¨Catenci¨®n- los discos m¨¢s apetitosos lanzados por Warner. O la nota de prensa estaba mal redactada o alguien hab¨ªa metido la pata: no pod¨ªan entrar en el paquete las joyas todav¨ªa propiedad de Warner.
A todo esto, Prince muri¨® sin testamento. Sus herederos podr¨ªan ser cuatro o (a la espera de decisiones judiciales) incluso seis personas. Estos beneficiarios no muestran unanimidad en, por ejemplo, aplaudir la labor de Charles Koppelman y L. Londell McMillan, dos veteranos del business discogr¨¢fico encargados de gestionar el legado, que han sido los art¨ªfices de los contratos con Universal y otras empresas.
Los legatarios de Prince refunfu?an ante el porcentaje (10 %) reservado para los dos negociadores. Pero andan igualmente preocupados por la llegada de una factura de Hacienda que podr¨ªa alcanzar los cien millones de d¨®lares. Se mencionan proyectos a medio o largo plazo: documentales, un biopic, un espect¨¢culo del Cirque du Soleil, musicales para Broadway. Mientras tanto, urge invertir en Paisley Park, el combinado de estudios / local de ensayo / residencia al suroeste de Minneapolis; ser¨¢ el Museo Prince. En la entrada, ya se puede ver la urna que (supuestamente) contiene las cenizas del difunto. Esas cosas funcionan, insisten los organizadores.
Babelia
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