Un gesto de diplomacia econ¨®mica
La pretensi¨®n del ministro franquista Demetrio Carceller de matar al cu?ado del dictador la guiaba una estrategia comercial
Que un ministro espa?ol dijera a un representante de otro pa¨ªs que quer¨ªa ver asesinado a un compa?ero del mismo Gobierno no deja de ser una bomba. Y esto es lo que sugiri¨® en julio de 1941 Demetrio Carceller, ministro de Industria y Comercio, respecto del todopoderoso ministro de Asuntos Exteriores Ram¨®n Serrano Su?er, cu?ado de Franco. Para el gran p¨²blico ser¨¢ una revelaci¨®n sensacional la carta del embajador brit¨¢nico sir Samuel Hoare a su ministro de Asuntos Exteriores, Anthony Eden, en la cual cuenta la conversaci¨®n de Carceller con David Eccles, representante del brit¨¢nico Ministerio de Guerra Econ¨®mica. De hecho, los especialistas ya habr¨¢n visto el an¨¢lisis pertinente que hizo ?ngel Vi?as en su magn¨ªfico libro reciente Sobornos. El exabrupto del ministro espa?ol quiz¨¢s no era tan espont¨¢neo como parec¨ªa. Por supuesto que, al decir que Serrano era tan intolerable que hab¨ªa que liquidarle, Carceller reflejaba una corriente importante dentro de la coalici¨®n franquista. Serrano Su?er era un admirador de la Italia fascista. En los c¨ªrculos militares espa?oles y entre la comunidad diplom¨¢tica de Madrid se supon¨ªa que sent¨ªa la misma devoci¨®n por la Alemania nazi. A muchos generales angl¨®filos les habr¨ªa gustado que Serrano fuese, como m¨ªnimo, destituido, porque sab¨ªan que la entrada de Espa?a en la guerra al lado del Eje ser¨ªa desastrosa. Sin embargo, explic¨® a Eccles que un proyecto de matar a Serrano tendr¨ªa consecuencias peligrosas ya que la Alemania nazi dispon¨ªa de poderosas unidades militares en la frontera francoespa?ola. Adem¨¢s, dif¨ªcilmente se podr¨ªa prever el impacto dentro de la pol¨ªtica espa?ola del asesinato del cu?ado del Caudillo.
Dada la imposibilidad de implementar su probablemente sincero deseo, el significado de la declaraci¨®n de Carceller era seguramente un gesto dentro de la diplomacia econ¨®mica. Como demostr¨® hace tiempo Denis Smyth, el gran experto en las relaciones hispanobrit¨¢nicas durante la II Guerra Mundial, Carceller era consciente de la necesidad de mantener los lazos comerciales con el bloque anglosaj¨®n en un momento en que parec¨ªa que la pol¨ªtica pro-Eje de Franco y Serrano Su?er podr¨ªa impedir las necesitadas entregas de trigo y petr¨®leo que depend¨ªan del benepl¨¢cito de Londres y Washington. Que este fuera el caso se revelaba menos de un mes despu¨¦s en una conversaci¨®n con el consejero econ¨®mico de la embajada estadounidense, Willard Beaulac. Sin abundar en sus inclinaciones homicidas, le dijo que Serrano era ¡°un hombre malo de ambici¨®n sin l¨ªmite¡± y le pidi¨® encarecidamente que el comercio con EE UU se reanudara. Dos meses despu¨¦s, Carceller le explicaba a Emiil Karl Josef Wiehl, director de pol¨ªtica econ¨®mica en el Ministerio de Exteriores alem¨¢n, que la inmediata supervivencia econ¨®mica del r¨¦gimen franquista necesitaba un acercamiento al bloque angloamericano. En cada una de estas conversaciones, Carceller se presentaba como entusiasta del pa¨ªs de su interlocutor. Este es el contexto en el que interpretar su intercambio con Eccles.
Paul Preston es historiador brit¨¢nico, autor, entre otros, de Franco, caudillo de Espa?a.
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