Miguel S¨¢enz: ¡°La memoria es una furcia redomada¡±
El traductor de Faulkner, Kafka, Brecht y Grass recuerda el ni?o que fue en 'Territorio', un libro en el que cartograf¨ªa los a?os que vivi¨® en Marruecos como hijo de militar
Este libro autobiogr¨¢fico (Territorio, Funambulista, 2017) de Miguel ?S¨¢enz se parece en todo a Miguel S¨¢enz. Delicado, sobrio, detenido en el l¨ªmite mismo del pudor, ¨¦l es un hombre de 84 a?os que ha traducido a los grandes del siglo XX (Henry ?Roth, G¨¹nter Grass, William Faulkner, Thomas Bernhard, Kafka). Ese trabajo le vali¨® un sitio en la Academia.
Fue general jur¨ªdico del Aire, funcionario de la Unesco como traductor en todo el mundo, doctor en Derecho. Ni cuando era todas esas cosas ni ahora saca Miguel S¨¢enz pecho de nada de lo que ha hecho porque dentro de s¨ª habita el ni?o que fue, y este le para en seco el ego.
Ese ni?o, por decirlo as¨ª, lo puso a escribir este libro. ?l naci¨® en 1932 en Larache (Marruecos), de padre militar, encargado en Ifni de la antigua ?frica Occidental Espa?ola, en tiempos de Franco. Y quiso hacer, con el pudor m¨ªnimo, el recuento de aquella infancia, en la que la madre es una sombra ben¨¦fica pero lejana y el padre es la fuerza de la conversaci¨®n y la pasi¨®n por los libros que ¨¦l manifiesta.
Y es cierto que su veteran¨ªa no ha matado al ni?o que fue. Se apasiona como un cr¨ªo, celebra los hallazgos (de un restaurante, de una pel¨ªcula, de una obra de teatro, de un poema) como si acabara de crearse cualquiera de esos mundos. Y puede ser ir¨®nico y tajante como solo lo pueden ser los ni?os, a los que no les gusta perder el tiempo en tonter¨ªas. El libro lo representa: en ¨¦l va, como quer¨ªa Azor¨ªn, derechamente a las cosas y solo hay hueso, no hay grasa, complacencia. Tampoco hay discreci¨®n, ¡°hay cautela¡±. La madre est¨¢ tan poco ¡°porque es muy dif¨ªcil hablar de una madre sin entrar en lo muy personal, en lo muy cursi¡±.
Y eso no es S¨¢enz. Lees el libro y ah¨ª est¨¢ ¨¦l, pero sin uniforme ni chaqueta, un hombre mayor que dibuja al ni?o que fue en el periodo m¨¢s feliz de su vida. En el n¨²cleo africano del franquismo. ?C¨®mo fue para su padre, ilustrado, apegado al deber, obedecer al dictador? ¡°Yo nunca pens¨¦ que viviera en una dictadura; jam¨¢s en mi vida he atravesado una ¨¦poca de tanta libertad. Pod¨ªa ir por la calle en ba?ador, caminar por la arena. Por poner un ejemplo, solo vi una camisa azul en 11 a?os: la que llevaba el maestro del pueblo porque era falangista, un t¨ªo formidable que lleg¨® a ser alcalde mucho despu¨¦s¡±.
"Nunca pens¨¦ que viviera en una dictadura; jam¨¢s en mi vida he atravesado por una ¨¦poca de tanta libertad"
Aquella era para ¨¦l ¡°una sociedad muy acogedora, una familia a la que quer¨ªa¡±; pero ten¨ªa la conciencia que anima o deprime la vida de los ni?os: esto no puede durar siempre. El libro recupera instantes de esa ¨¦poca con la minuciosidad de un coleccionista de mariposas. La m¨²sica, la amistad, el cine, el mar, la ciencia, el amor, los celos¡, todos los asuntos vienen, uno a uno, a su memoria, con la potencia que tiene la escritura de revivir obsesivamente como un mundo lo que acaso dur¨® un d¨ªa, precisamente como las mariposas.
Empez¨® a leer a los cuatro a?os. Los grandes nombres que luego han sido su objeto como traductor no fueron los que le ganaron para la literatura. Los tebeos de la ¨¦poca siguen fascin¨¢ndole hoy, como le sigue encantando Salgari. A la altura, aunque en otro rengl¨®n, que Proust, Joyce o Faulkner. La suya era una casa espartana en la que dominaba un padre marcado por la guerra: nada m¨¢s empezar, la metralla lo dej¨® cojo; un hermano suyo republicano fue condenado por Franco, ¨¦l fue administrador del territorio espa?ol en ?frica¡, un tipo normal, un militar como los que conoci¨® Miguel. ¡°Los militares que yo he conocido han sido todos muy distintos al militar t¨ªpico. No creo que mi padre fuera una excepci¨®n sobre cuestiones como el honor, la dignidad, el respeto para no herir sensibilidades. Hay una idea del africanista como alguien muy b¨¢rbaro. M¨¢s bien era gente muy entregada a algo en lo que cre¨ªan, y que seguramente era una falacia: la misi¨®n colonial de Espa?a en ?frica, fruto del testamento de Isabel la Cat¨®lica. Mi padre lo cre¨ªa sinceramente y lo hac¨ªa lo mejor que pod¨ªa. La mejor prueba es que despu¨¦s de toda una carrera militar mi padre acab¨® en un pisito de La Elipa: lo ¨²nico que se pudo comprar fue una vivienda de protecci¨®n oficial que a¨²n existe¡±.
¡ª?Era algo de lo que se resent¨ªa?
¡ªEn absoluto. Manejaba una serie de palabras ahora en desuso: honor, dignidad, honradez, lealtad. Para ¨¦l eran absolutamente normales. Y no creo que fuera el ¨²nico.
"Con seis a?os, me dije: 'Nunca olvidar¨¦ que soy una persona aunque la gente me trate como ni?o. No cambiar¨¦ nunca¡±.
La memoria ¡°es una furcia redomada¡±, dice S¨¢enz en su libro. ¡°Te enga?a, no te devuelve recuerdos exactos. S¨ª he de decir que desde muy ni?o me preciaba de ser mayor. Recuerdo que una vez, bajando por la calle principal de T¨¢nger, con seis a?os, me dije: juro que nunca olvidar¨¦ que yo soy una persona y aunque la gente me trate como ni?o es porque soy peque?ito. Pero soy como soy y no cambiar¨¦ nunca¡±.
¡ª?Y no ha cambiado nunca?
¡ªCreo que no. Por eso ahora, con m¨¢s de 80 a?os, me permito el lujo de decir que soy el mismo que cuando ten¨ªa 20.
¡ª?Seguro? ?En qu¨¦ es usted mismo?
¡ªAbsolutamente seguro. En mi personalidad. En mi forma de entender la vida. Lo ¨²nico que pasa es que vas aprendiendo. Vas leyendo. Pero me siento totalmente identificado con el cr¨ªo que fui. La gente olvida que los ni?os son personas que se enamoran, tienen celos, sufren; son personas mayores, peque?itos pero exactamente igual que los adultos.
¡ªPero con seis a?os todav¨ªa no se hab¨ªa muerto nadie. ?C¨®mo le cambi¨® la vida las muertes?
¡ªMucho. Cuando murieron algunos compa?eros m¨ªos, muy temprano, o cuando muy pronto tambi¨¦n muri¨® mi hermana. Un trauma atroz para toda la familia que dej¨® a mi madre absolutamente destrozada para el resto de su vida.
¡ªAcaso por eso no habla de ella.
¡ªMe siento incapaz. Ah¨ª s¨ª que siento pudor. No porque no la quisiera, todo lo contrario; la quer¨ªa demasiado y creo que nunca habr¨ªa podido presentar un relato serio, objetivo, sobrio. Habr¨ªa sido demasiado sentimental.
Sales del libro y miras a Miguel S¨¢enz. Es imposible ya verlo sin encontrar en este hombre t¨ªmido y canoso al ni?o de T¨¢nger que los jueves va a la Academia a verse con adultos que toman whisky y pastas al atardecer. ?l, probablemente, es all¨ª tambi¨¦n el ni?o de Territorio, la tierra de su memoria.
Territorio. Miguel S¨¢enz. Funambulista, 2017. 240 p¨¢ginas. 16 euros.
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