¡°Bajo el mostrador¡±
'La guerra civil espa?ola', del fallecido Hugh Thomas, ayud¨® con su venta clandestina desde 1961 a levantar la pesada losa bajo la que yac¨ªa nuestro pasado
Eran unos tiempos en que los alumnos de nuestras facultades de Historia no llegaban m¨¢s ac¨¢, si es que llegaban, del fin de la Restauraci¨®n; mejor si se quedaban en la crisis del 98. Tierra vedada, todo lo que sucedi¨® despu¨¦s quedaba bajo el duopolio de las pastorales de obispos y los discursos del Caudillo, aquel enviado de Dios que cada a?o repet¨ªa, y toda la prensa reproduc¨ªa, sus largas peroratas en el Consejo Nacional o en las Cortes. Eran los tiempos de la cruzada, la guerra santa emprendida por h¨¦roes y m¨¢rtires para la salvaci¨®n de la patria. Tiempos de culto a los ca¨ªdos por Dios y por Espa?a.
Y en esto lleg¨® Hugh Thomas con su The Spanish Civil War, publicado en 1961 y que vino como agua de mayo a un peque?o grupo de exiliados en Par¨ªs en su intento de lanzar una editorial, Ruedo Ib¨¦rico, que ayudara a levantar la pesada losa bajo la que yac¨ªa nuestro pasado. Convencieron a su autor de que ser¨ªan capaces de burlar la aduana e introducir en Espa?a muchos ejemplares que podr¨ªan venderse en las librer¨ªas apropiadas, "under the counter", como escribi¨® Thomas, bajo el mostrador, aunque en realidad desde la trastienda: los mostradores no fueron suficientes a partir de 1962 para esconder el creciente flujo de libros que, a pesar de los sabuesos de Manuel Fraga, alcanzaban las playas de nuestros libreros preferidos.
As¨ª accedimos al Thomas, al Jackson, tambi¨¦n, aunque ya sin mostrador que los ocultara, al Malefakis, al Carr, todos libres de la ganga m¨ªtica que lastraba lo publicado sobre ¡°nuestra guerra¡±, como la llamaban quienes hab¨ªan sido sus testigos o protagonistas: nuestra guerra. No era, claro, la de ellos y seguramente por eso pod¨ªan adentrarse en su horror manteniendo una discreta distancia y libres de la niebla que siempre acaba por cubrir la memoria de testigos y protagonistas. Quer¨ªan entender por qu¨¦ unas gentes que en sus primeras visitas, all¨¢ por los a?os 50, les hab¨ªan parecido tan generosas, tan terriblemente atractivas, se hab¨ªan enzarzado en una guerra tan cruel e interminable, la peor sufrida en un pa¨ªs europeo en muchos siglos, seg¨²n dec¨ªa el mismo Thomas.
Lo entendieron document¨¢ndose en todas las fuentes disponibles y cont¨¢ndolo con buena pluma. Leerlos, adem¨¢s de muy instructivo, fue un placer: aprendimos mucho y, por vez primera leyendo cosas relativas a la guerra de nuestros padres, nos sentimos a gusto con lo le¨ªdo. Tanto que quiz¨¢ no ca¨ªmos en la cuenta de que aquellos libros, y m¨¢s que siguieron, transformaban todo lo ocurrido antes de la guerra civil en su origen, desliz¨¢ndonos por la trampa del post hoc ergo propter hoc. La Rep¨²blica, la dictadura, la Restauraci¨®n, todo el siglo XIX se entend¨ªa como ¡°the origins of the civil war¡± (los or¨ªgenes de la guerra civil). Todav¨ªa hoy, el m¨¢s distinguido disc¨ªpulo de Thomas, Paul Preston, arranca su Guerra civil espa?ola afirmando que ¡°sus or¨ªgenes se remontan siglos atr¨¢s en la historia del pa¨ªs¡±. ?Cu¨¢ntos siglos? ?Hasta el de Ind¨ªbil, como cre¨ªa Men¨¦ndez Pidal?
Levantada la losa sagrada de la memoria hist¨®rica impuesta por los vencedores quedaba, pues, por despejar la falacia del estaba escrito, del car¨¢cter de los espa?oles, de los or¨ªgenes, y continuar la b¨²squeda en el punto en que nos la encontramos hacia finales de los a?os sesenta. Pero esa es ya otra historia que ciertamente debe mucho a la obra tit¨¢nica y pionera de Thomas, de Jackson, de Carr, de Malefakis¡
Babelia
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