Princesas y le?adores en el reino de Sanzol
El director deslumbra de nuevo con 'La ternura', comedia isabelina desbordante de humor y talento con int¨¦rpretes fenomenales
Alfredo Sanzol es un gran autor de comedia. A cada entrega nos seduce por la frescura de su humor, la humanidad de sus personajes y la sabidur¨ªa de su arquitectura esc¨¦nica, y nos sorprende con un nuevo reto. Tras dos joyas como La calma m¨¢gica (2014) y La respiraci¨®n (2016), que abordaban la muerte de su padre y su propia ruptura amorosa, Sanzol ha querido viajar en el tiempo hasta el Siglo de Oro. La ternura, reci¨¦n estrenada en La Abad¨ªa, no es una parodia ¡°de ¨¦poca¡± o de g¨¦nero como La venganza de don Mendo, sino una funci¨®n isabelina en fondo y forma, un poco a la manera del juego molieresco de David Hirson en La b¨ºte (1991), que Belbel mont¨® har¨¢ cinco a?os en el TNC catal¨¢n.
La ternura es isabelina por su feliz asunci¨®n, en cadencia y juego ret¨®rico, del verso blanco; por la utilizaci¨®n del escenario desnudo (¡°vestido¡± por las preciosas ropas de Alejandro And¨²jar y la luz de Pedro Yag¨¹e), y por magias tan sencillas como eficaces.
Lo que puedo contar: La reina Esmeralda (Elena Gonz¨¢lez), que podr¨ªa llamarse Pr¨®spera, y sus dos hijas, la princesa Salm¨®n (Natalia Hern¨¢ndez) y la princesa Rub¨ª (Eva Tranc¨®n), detestan a los hombres y quieren fundar una rep¨²blica femenina en una isla que suponen desierta y donde se encontrar¨¢n con el le?ador Marr¨®n (Juan Antonio Lumbreras) y sus hijos, Verdemar (Paco D¨¦niz) y Azulcielo (Javier Lara), que comparten misoginia.
Sanzol ha armado un enredo de corte cl¨¢sico, rebosante de cari?o por la comedia shakesperiana pero que no se queda en la m¨ªmesis. Sus protagonistas son humanos, no caricaturas; criaturas contradictorias, que quieren amar y no saben c¨®mo, que se descubren a cada nuevo paso, con mutaciones delicadas o furiosas, bajo no pocos cambios de identidad y el carnaval de deseos que conllevan. Y es shakesperiano incluso el toque de gozosa y lib¨¦rrima groser¨ªa de la parte final, cuando Sanzol riza el rizo y gira hacia el vodevil descacharrante. Las peripecias son continuas y estupendas; los fuegos de artificio verbal, elaborados y rebosantes de ingenio, una pura delicia.
La obra tiene todos los n¨²meros para ser un cl¨¢sico. De momento est¨¢ siendo un gran ¨¦xito. Que los programadores corran a por ella
Fiesta isabelina, pues, pero con resonancias muy nuestras. El gusto por la sorpresa me hizo pensar en el teatro jardielesco, y jugu¨¦ a imaginar que podr¨ªa haberla escrito en un universo paralelo, liberado de las trabas censoras de su ¨¦poca. Jardiel centellea en el frenes¨ª de las situaciones o la hip¨¦rbole absurda. Hay chistes que se zambullen jubilosos en el gui?o descarado, a caballo entre Mu?oz Seca y Tono, como cuando Verdemar alardea de su doble matrimonio ¡°con las alegres comadres de Windsor¡± (y su interlocutor le responde con un lac¨®nico ¡°ah¡±). O inesperados maridajes, como el himno ¡®Vivan las islas desiertas para mujeres despiertas¡¯, con letra de Sanzol y m¨²sica de Fernando Vel¨¢zquez, donde parecen darse la mano Sondheim y Vainica Doble.
Se respira una maravillosa corriente de felicidad entre escenario y platea. La gente comentaba a la salida: ¡°?Qu¨¦ ganas ten¨ªamos de ver algo as¨ª! ?Y qu¨¦ bien est¨¢n todos!¡±. Cierto, cierto: cuesta imaginar la obra con otros int¨¦rpretes. ?Qu¨¦ vigor, qu¨¦ gracia, qu¨¦ ritmo, qu¨¦ verdad! Sanzol escribe para sus c¨®micos y parece que lleven a?os haciendo la funci¨®n. En su teatro, por muy descabellado que pueda resultar, da la impresi¨®n de que lo que les pasa a los personajes es de capital importancia: no otra es la clave, la esencia de la comedia. Elena Gonz¨¢lez es reina desde que pisa la escena. Las princesas de Natalia Hern¨¢ndez (m¨¢s Amparo Bar¨® que nunca) y Eva Tranc¨®n son tan graciosas como complejas. Con Marr¨®n, Juan Antonio Lumbreras borda el mejor trabajo de clown de su carrera. Javier Lara es ¡°nuevo en la familia¡±, pero nadie lo dir¨ªa, y la inocencia de su Azulcielo es conmovedora, y el Verdemar de Paco D¨¦niz sube y sube hasta arrasar en una escena con un sensacional as en la manga. Hac¨ªa tiempo que no me re¨ªa tanto. La ternura tiene todos los n¨²meros para ser un cl¨¢sico, y, si no, al tiempo. De momento est¨¢ siendo un ¨¦xito de campeonato: bueno ser¨¢ que espectadores y programadores corran a por ella. Y que alguien vaya pensando en traducirla a varios idiomas. Ah, y no se les olvide tampoco que La respiraci¨®n vuelve a La Abad¨ªa en junio. (?Para cu¨¢ndo en Barcelona?).
M¨¢s yantar para la agenda: Refugio, escrita y dirigida por Miguel del Arco, en el Mar¨ªa Guerrero. Una funci¨®n furiosa y valiente, un diagn¨®stico actual que juega con tonos y ecos (la velocidad y la lucidez de Sorkin, el vuelo de Kolt¨¨s, la desolaci¨®n de Pasolini) y donde todo se combina a la perfecci¨®n: la puesta, la luz, la escenograf¨ªa, con un reparto brillante (Carmen Ar¨¦valo, Mar¨ªa Morales, Macarena Sanz, Beatriz Arg¨¹ello, Hugo de la Vega), encabezado por Israel Elejalde y Ra¨²l Prieto. En breve se lo cuento.
¡®La ternura¡¯, de Alfredo Sanzol. Teatro de La Abad¨ªa (Madrid). Int¨¦rpretes: Paco D¨¦niz, Elena Gonz¨¢lez, Natalia Hern¨¢ndez, Javier Lara, Juan Antonio Lumbreras, Eva Tranc¨®n. Hasta el 4 de junio.
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