El ¡®Guernica¡¯ que apareci¨® en el Rastro
Un coleccionista halla el cuaderno donde el fot¨®grafo y falangista Antonio Calvache evoca el horror del bombardeo
En uno de tantos puestos del Rastro, en la ma?ana de un domingo de tantos:
- A ver, jefe, ?qu¨¦ le doy por esto?
- Venga, tres euros y listos.
¡°Esto¡± era un cuaderno mugriento de hojas amarilleadas por el tiempo, un amasijo de papel con encuadernaci¨®n de fortuna, a la manera de esos viejos cartapacios fabricados por el esforzado aunque torp¨®n alumno en la clase de trabajos manuales. Ol¨ªa (y sigue oliendo) a una naftalina de d¨¦cadas. El coleccionista hab¨ªa ido a pasar la ma?ana y hab¨ªa encontrado un tesoro. Le hab¨ªan llamado la atenci¨®n las fotos de guerra pegadas con cello y el verbo entre incendiario y rom¨¢ntico de aquellas p¨¢ginas. No le dio tiempo a m¨¢s, se fio de su p¨¢lpito y se llev¨® el cuaderno, m¨¢s por curiosidad que por otra cosa. ¡°Solo cuando llegu¨¦ a casa y me puse a leer aquello ca¨ª en la cuenta de lo que ten¨ªa entre manos¡±, recuerda hoy el coleccionista aficionado Javier Monjas mientras hojea ensimismado lo que ¨¦l llama El cuaderno Guernica, en realidad ¨Cy seg¨²n reza en la portada- Guernica Originales (Cuaderno D.). Es el testamento de un hombre atormentado, el epitafio de un arrepentido.
Es la memoria viva de Antonio Calvache (C¨®rdoba, 1896-Madrid, 1984), un personaje exagerado: fot¨®grafo de ¨¦xito en los a?os 20 y 30, director de cine, actor, torero, poeta y amigo de actrices y starlettes. Joseantoniano de la primera hora ¨Chab¨ªa retratado a Primo de Rivera en su estudio de la madrile?a Carrera de San Jer¨®nimo en 1934- , a Calvache le falt¨® tiempo para interpretar el levantamiento a su manera. Se hizo falangista y, en cuanto pudo, pas¨® a zona nacional. All¨ª lleg¨® a ser nombrado responsable de la Secci¨®n de Fotograf¨ªa y Cinema dentro del Servicio de Propaganda de la Falange. Pero entre sus planes de vida no estaba estar sentado en una oficina administrando lo que otros hac¨ªan. Era un hombre de acci¨®n c¨¢mara al hombro. Y todo ese c¨®ctel de pasi¨®n por el cine y la fotograf¨ªa, creencia ciega en una Espa?a Imperial y arrojo inconsciente le llev¨® al Frente Norte¡ y m¨¢s concretamente a Guernica.
All¨ª, seg¨²n sus propios testimonios y sobre todo seg¨²n las p¨¢ginas del cuaderno del Rastro que nos ocupa, entr¨® con las Brigadas Navarras dos d¨ªas despu¨¦s del bombardeo de la Legi¨®n C¨®ndor que, el 26 de abril de 1937, arras¨® la villa vizca¨ªna convirti¨¦ndola en s¨ªmbolo y m¨¢rtir de la agresi¨®n nazifranquista. La presencia de Antonio Calvache en enclaves del Frente Norte como Eibar, Bergara, Elgueta, Elorrio, Mondrag¨®n y Guernica durante la primavera de 1937 est¨¢ documentada, entre otras fuentes, gracias a documentales como Marcha triunfal y Frente de Vizcaya y el 18 de julio , dos de las pel¨ªculas al servicio del bando nacional en las que tom¨® parte. De hecho, el 24 de abril de 1937, dos d¨ªas antes del bombardeo de Guernica, Calvache firmaba en San Sebasti¨¢n un contrato con el empresario Duro para la realizaci¨®n de dos documentales de guerra en el Norte. Para entonces ya hab¨ªa rodado otro sobre el Frente de Teruel, El derrumbamiento del Ej¨¦rcito rojo.
Hasta que Javier Monjas lo encontr¨® entre una pila de papelotes en el Rastro, el Cuaderno Guernica era una leyenda. Realizado con toda probabilidad a finales de los a?os 70 (el cuaderno no est¨¢ fechado), un Antonio Calvache que apuraba sus d¨ªas en la m¨¢s absoluta miseria da cuenta de su amargura y de su estupor ante lo que contempl¨® en aquellos d¨ªas. El autor tilda de ¡°crimen nauseabundo¡± la haza?a de la Legi¨®n C¨®ndor. El cuaderno lo firma un tal N. A. Villaespesa, pero el autor se apresura a aclarar que es uno de los apellidos de la familia, ¡°no un seud¨®nimo¡±.
En su escrito, obra de un tipo desquiciado y ya sin nada que perder, se vislumbra el desencanto de haber formado parte de un bando capaz de aquella matanza (entre 200 y 1650 muertos seg¨²n las fuentes). Escribe: ¡°Me va saliendo al paso el silencio total. Las manos del aire van alzando la dolorosa espiral y la luz se me ofrece, esperanzadora, tras un rompiente blanco que el humo fue ennegreciendo hacia arriba. ?Guernica? El coraz¨®n me da un vuelco. Voy saliendo a¡ ?LA NADA? ???El erizamiento me apresa!!! Nada, la nada. ?DIOS!... HAN HECHO DE GUERNICA¡ LA NADA! (¡) TIERRA TRILLADA CON CUCHILLAS DE CIEN, DE QUINIENTOS, DE MIL KILOS¡±.
Antonio Calvache fue, junto a otros m¨¢s populares que ¨¦l como Alfonso y Gyenes, uno de los grandes fot¨®grafos de las dos primeras d¨¦cadas del siglo XX. Retrat¨® a actrices como Conchita Piquer o Margarita Xirgu, a reyes como Alfonso XIII y Victoria Eugenia y a intelectuales como Gald¨®s, Unamuno, Mu?oz Seca o los hermanos Quintero.
El hecho de ser un personaje reaccionario pero sin prejuicios iba a jugarle una mala pasada. Antes de la guerra civil, Calvache hab¨ªa fotografiado a importantes personajes de la Rep¨²blica, empezando por Aza?a y siguiendo por el coronel Emilio Bueno, militar del Partido Comunista y responsable de la defensa de Madrid en el sector de Vallecas, y todo eso acaba pas¨¢ndole factura.
Y luego est¨¢ aquel episodio en la Gran V¨ªa de Madrid¡ Era el 28 de noviembre de 1939, el d¨ªa en que el cad¨¢ver de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera llegaba a Madrid tras ser transportado por voluntarios falangistas durante diez d¨ªas desde Alicante. La comitiva llega a la Gran V¨ªa y pasa por delante del estudio de Alfonso, el fot¨®grafo, en el n¨²mero 20; ¨¦ste sale a la calle con la c¨¢mara para tirar algunas fotos, sabiendo que no pod¨ªa hacerlo porque le hab¨ªan depurado por sus simpat¨ªas republicanas y por haber sido amigo de Aza?a y haber combatido en el frente de Teruel. Cuando va a hacer la primera foto, unos falangistas le reconocen y empiezan a amenazarle y a acorralarlo, ¡®?t¨², rojo, cabr¨®n!¡¯. De pronto aparece un tipo con correajes y con c¨¢mara, y les dice ¡°?venga, todos fuera!¡±¡ y todos le obedecen. Y le dice a Alfonso: ¡°?Co?o, Alfonso!, ?qu¨¦ haces aqu¨ª?¡±. ¡°Pues nada, intentar hacer fotos¡±. Calvache les dice a los falangistas: ¡°?A este no le toca ni Dios!¡±. Y acompa?a a Alfonso a su casa.
As¨ª recuerda el propio autor del cuaderno su ca¨ªda en desgracia: ¡°Salamanca fue para nosotros para¨ªso donde la fruta hay que pagarla. Las ¨²nicas mil pesetas que nos quedaban se las quedaron en la aduana para estudiar si eran rojas o blancas¡ y Franco no nos invit¨® a tomar ni asiento¡±. ¡°?Y esto le ocurre a alguien que fue uno de los jefes de la propaganda en Falange! En lugar de acabar como un triunfador de la guerra, acaba como un apestado del r¨¦gimen, y de hecho, acaba viviendo en T¨¢nger sin que sepamos bien por qu¨¦. Hay en ¨¦l un rencor enorme hacia Franco¡±, sostiene Javier Monjas.
Ya nunca se recuper¨®. Al final Calvache acab¨® vendiendo fotos en el Rastro, en la puerta del Prado y en tabernas de Madrid para poder comer. ?l y su adorada mujer acabaron entre bolsas de basura. Nunca abjur¨® de su ideal falangista pero es tal su desenga?o con el franquismo que escribe en uno de sus ¨²ltimos p¨¢rrafos en el cuaderno sobre Guernica: ¡°Rojo, negro, azul, blanco, todos son ya iguales. Dolor¡±. Es el testamento ¨²ltimo de un fascista desencantado con su bando.
El documentalista y profesor de la Universidad Complutense Juan Miguel S¨¢nchez Vigil adquiri¨®, tras la muerte de Calvache en 1984, unas 2.500 de sus placas fotogr¨¢ficas de cristal: escritores, actrices, militares, toreros¡ Pudo hacerlo gracias al chivatazo que le dio el fot¨®grafo Juan Gyenes. Aquella compra hubo de hacerse con car¨¢cter de urgencia, ya que el material que yac¨ªa en el suelo del inmenso piso de la calle de Atocha estaba a punto de ser ¡®despachado¡¯ hacia los contenedores por los servicios de limpieza del Ayuntamiento de Madrid junto con toda la porquer¨ªa que el matrimonio Calvache, aquejado del s¨ªndrome de Di¨®genes, hab¨ªa acumulado en aquella casa en los ¨²ltimos a?os de su vida.
A partir de ah¨ª, S¨¢nchez Vigil investig¨® a fondo la obra del fot¨®grafo hasta que, en 1994, comisari¨® la exposici¨®n que sobre la trayectoria de Antonio Calvache acogi¨® el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. Con posterioridad, recopil¨® y document¨® en el libro A trav¨¦s del espejo. C¨®micos, tr¨¢gicos y mitos 137 fotograf¨ªas de la carrera de los hermanos Calvache. Finalmente, cedi¨® gran parte de su colecci¨®n a la Biblioteca Nacional, ¡°que es donde debe estar¡±, apostilla.
S¨¢nchez Vigil da fe de c¨®mo vivieron Antonio Calvache y Aurelia Wandosell sus ¨²ltimos a?os: ¡°Se les hab¨ªa ido la cabeza a ¨¦l y a su mujer. Conoc¨ª a los porteros de la casa donde el matrimonio viv¨ªa, en el 49 de la calle de Atocha. Ellos me contaron que un d¨ªa la Casa Real dio la orden de que nunca les faltara de nada ¨Clos Reyes hab¨ªan invitado varias veces a palacio a Antonio Calvache a que los retratara- y de que se les subiera la comida todos los d¨ªas. Entonces iba la Cruz Roja con unos termos y all¨ª se los dejaban a ellos, a los porteros, para que se los subiesen a la casa. Hasta que un d¨ªa, tocaron y tocaron y nadie abri¨®. Fueron los bomberos y se los encontr¨® a ¨¦l muerto y a ella en el suelo, rodeados de bolsas de basura, ropa, papeles y placas de fotos¡±. Aurelia Wandosell falleci¨® en 1998 en una residencia de ancianos. No ten¨ªan descendientes, solo una sobrina de un primo de ella, que les hab¨ªa perdido la pista hac¨ªa tiempo.
El tipo atormentado que entr¨® en el infierno
Lo que encierra el cuaderno hallado en el Rastro es el relato de un escritor pr¨¢cticamente cubista que subvierte cualquier norma redaccional y altera tiempos y lugares. En ocasiones narra en pasado, otras veces lo hace en presente: ¡°?Comienzan a asesinar Guernica ante mis ojos! Un estallido tremendo, jam¨¢s o¨ªdo, y la ciudad corresponde lanzando un enorme volc¨¢n de fuego, tierra, humo y¡ un coche que va esparciendo las personas que viajaban en ¨¦l. Tal vez en huida: una se?ora de aire hermoso, un hombre destrozado, ensangrentado, y una ni?a preciosa, como de dos a?os¡ paralizada en el estupor del no pensado da?o¡±.
"Es el Guernica interior de un tipo atormentado que cuenta c¨®mo entr¨® en aquel infierno, es un Guernica que a¨²n huele a escombro y a sangre, no es una creaci¨®n intelectual como la de Picasso, es alguien viviendo su propio infierno", explica Javier Monjas, escritor, periodista y ex reportero de guerra en Antena 3, quien considera que Antonio Calvache es el perfecto personaje maldito: "Pero un maldito de verdad, porque habiendo ganado la guerra los suyos, ¨¦l se ve totalmente postergado y muere en la m¨¢s absoluta miseria".
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