Una tragedia sin llanto, una comedia sin risa
El argumento de '120 pulsaciones por minuto', sobre el drama del sida, daba para mucho pero se queda en poco Mi complicidad con 'The Square' es nula
Alguien fiable residente en Francia me hab¨ªa comentado que en los pases previos de 120 pulsaciones por minuto el p¨²blico hab¨ªa salido conmovido. Y al terminar su proyecci¨®n en Cannes se han escuchado muchos aplausos. Quiero pensar que celebraban m¨¢s sus buenas intenciones que su arte. Estos 150 minutos me han resultado muy largos, previsibles las situaciones y tampoco me despiertan especial emoci¨®n sus personajes. Sin estas virtudes o capacidad de conexi¨®n me da igual que el tema sea escalofriante, que merezca ser retratado por el cine, que sea una cr¨®nica vocacionalmente realista de la maldita enfermedad que comenz¨® en los a?os ochenta y masacr¨® a infinidad de gente.
El tema, como se pueden imaginar, es el sida. El director Robin Campillo lo sit¨²a a comienzo de la d¨¦cada de los noventa y narra la lucha radical o argumentada de un grupo de personas que estaban infectadas. Se sienten abandonadas por el Estado, las instituciones, las farmac¨¦uticas. Representan un incordio no ya para una moral repugnante que consideraba al sida como una plaga b¨ªblica que se hab¨ªa cebado comprensiblemente con los pecadores, con putas, homosexuales y yonquis, sino tambi¨¦n para las siempre hip¨®critas arcas de los gobiernos, m¨¢s preocupados por perpetuarse que por proteger a los acorralados. Son estos los que deciden unirse, celebrar incendiarias asambleas, salir a la calle en plan guerrilla urbana para pedirle cuentas al sistema, para que este no pueda lavarse las manos ante el dolor y la destrucci¨®n de aquellos con los que se ceb¨® el monstruo.
El argumento daba para mucho pero tal como est¨¢ desarrollado se queda en poco. Los protagonistas hablan y hablan hasta la extenuaci¨®n del espectador, discuten, gritan, planean y ejecutan violencia sin sangre, consiguen poner nervioso al establishment, se cuelan en los colegios para prevenir a los cr¨ªos sobre la obligatoriedad del cond¨®n en las relaciones sexuales. Y encuentran consuelo y desahogo bailando con m¨²sica tecno y follando lo que pueden antes de que les abandone la fuerza y sus cuerpos se consuman. Su solidaridad les ayuda a convivir con el miedo y tambi¨¦n hay reflexiones l¨ªricas e historias de amor cuando el final se acerca.
Habiendo sentido en la vida real inconsolable tristeza ante el contagio del sida y la devastadora muerte de personas queridas (tambi¨¦n confieso haber sentido acojone cada vez que me hice las pruebas en aquella ¨¦poca de agotar las peligrosas noches, por si el bicho se hab¨ªa encaprichado de m¨ª), intento que lo que retrata 120 pulsaciones por minuto me ara?e el alma, pero no hay manera. Salgo tan aburrido como fr¨ªo.
The Square, dirigida por el sueco Ruben ?stlund, tambi¨¦n dura dos horas y media, pero en este caso pretenden hacerte re¨ªr. Es una comedia que aspira al surrealismo, a la burla de organizadores y guardianes del arte m¨¢s moderno, profesionales de la impostura, la vacuidad adornada y el esnobismo. No me compensa que me hablen con sarcasmo y caricatura de algo tan poco atractivo como la estupidez disfrazada de cultura. Tengo la sensaci¨®n de que el creador es tan farsante como sus personajes. Las situaciones se alargan intolerablemente, los chistes son tan rebuscados como poco eficaces, nula mi complicidad con el sentido del humor de Ruben Ostlund. Una parte del sofisticado p¨²blico se part¨ªa de risa todo el rato. Decidan ustedes cuando se estrene.
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