El pulso acelerado de la lucha contra el sida
El director Robin Campillo levanta aplausos en Cannes con ¡®120 pulsaciones por minuto¡¯, devastadora cr¨®nica del combate contra la epidemia del sida en Francia
A principios de los a?os noventa, cuando el sida llevaba una d¨¦cada haciendo estragos ante la indiferencia relativa de las autoridades pol¨ªticas y los laboratorios farmac¨¦uticos, los militantes de Act Up-Paris decidieron que ya no pod¨ªan esperar m¨¢s. No ten¨ªan m¨¢s tiempo que perder, porque se estaban muriendo. Encadenaron entonces acciones cada vez m¨¢s radicales contra quienes hac¨ªan perdurar el mutismo. Rociaron de sangre las ventanas de quienes prefer¨ªan seguir mirando hacia otro lado. Cubrieron esos monumentos parisinos que dibujan indudables signos f¨¢licos ¨Cel obelisco de la Concorde, por ejemplo¨C con preservativos gigantes. So?aron con te?ir el Sena de color p¨²rpura. Y, a falta de conseguirlo, orquestaron protestas con cierto aspecto de performance art¨ªstica, en las que se tumbaban por el suelo como si estuvieran agonizando. Su logo era un tri¨¢ngulo rosa acompa?ado de esta inscripci¨®n: ¡°Silencio = muerte¡±.
Esa lucha, algo olvidada por una ¨¦poca que se esfuerza en creer en normalizaciones ilusorias, inspira una pel¨ªcula presentada este s¨¢bado en el Festival de Cannes. Se titula 120 battements par minute (120 pulsaciones por minuto) y es la tercera entrega del director Robin Campillo, guionista habitual de Laurent Cantet, que ya se llev¨® la Palma de Oro en 2008 con La clase. ?Qu¨¦ provoca esa pulso acelerado? Una mezcla de la adrenalina de la acci¨®n militante, los ritmos sincopados de la m¨²sica electr¨®nica y las noches orgi¨¢sticas de j¨®venes condenados a una muerte prematura, pero que no renunciaron al hedonismo propio de los veintea?eros. En 1992, siendo un joven montador indignado por la inacci¨®n respecto a esta epidemia, Campillo se alist¨® en las filas de Act Up, fundada tres a?os antes siguiendo el modelo de la organizaci¨®n estadounidense del mismo nombre.
¡°Ya entonces pens¨¦ en rodar una pel¨ªcula sobre el sida, pero no encontr¨¦ la manera. En los ¨²ltimos a?os, ten¨ªa la sensaci¨®n de dar marcha atr¨¢s cada vez que llegaba la hora de afrontar el proyecto¡±, explic¨® el director en la rueda de prensa. Decidi¨® que hab¨ªa llegado la hora de dejar atr¨¢s ese escollo. ¡°El a?o pasado iba a rodar una pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n, pero cambi¨¦ de opini¨®n. Sent¨ª que hab¨ªa llegado la hora de superar el miedo¡±, a?adi¨®.
Esta cr¨®nica transcurre en los primeros noventa, aunque no parezca, en absoluto, una cinta hist¨®rica o ubicada en un pasado rememorado con filtros retro. La ciudad no parece muy distinta a la de ahora. Sus protagonistas no hablan con un argot de otra ¨¦poca. Los debates sobre el militantismo son pr¨¢cticamente los mismos que hoy. En los ¨²ltimos treinta a?os las cosas han cambiado, pero puede que tampoco tanto. Ah¨ª est¨¢n los mismos desfiles en la plaza p¨²blica. Los mismos clubs donde suenan los mismos ritmos. La misma homofobia, puede que m¨¢s sibilina. Y una ignorancia menor, pero todav¨ªa potente, respecto a una enfermedad que sigue matando a?o tras a?o.
¡°Desconf¨ªo del concepto de filme de ¨¦poca. Salvo el corte de los tejanos, no hay tantas diferencias. No quer¨ªa caer en lo pintoresco. Prefer¨ªa que el espectador la viera como si parte del presente¡±, confirma Campillo. Solo una Game Boy traicionera y un himno a?ejo de Bronski Beat recuerdan que, en realidad, nos encontramos en otro tiempo. ¡°Pero no rod¨¦ esta pel¨ªcula por cuestiones de actualidad. Lo hice para recordar lo que fue esa uni¨®n de personas que nunca se habr¨ªan conocido si no fuera por el sida, lo que les permiti¨® forjar un discurso y una potencia pol¨ªtica¡±, afirma el director.
En el grupo hab¨ªa ¡°hijos de peluquero y de director general¡±, como recuerda el director. Igual que en su reparto mezcla a estrellas locales, como Ad¨¨le Haenel, con an¨®nimos que nunca hab¨ªan actuado. De hecho, al principio de su pel¨ªcula no hay ning¨²n personaje principal, si no es la enfermedad. Solo un grupo de j¨®venes en el que se acaban perfilando una pareja de protagonistas: el seropositivo Sean, que aboga por pasar a una acci¨®n m¨¢s radical (a quien interpreta el argentino Nahuel P¨¦rez Biscayart), y el seronegativo Nathan, reci¨¦n llegado a la organizaci¨®n (el debutante Arnaud Valois).
A medida que avanza el metraje, de casi dos horas y media en total, la cinta abandona al grupo y encierra a esa pareja en un apartamento que hiede a muerte. Para evitar un exceso de l¨¢grimas, Campillo se escud¨® en una relativa frialdad. ¡°Yo he vivido cosas como las de la pel¨ªcula. A m¨ª se me muri¨® un amigo. Y no es un momento en que te pongas a llorar. No es una emoci¨®n as¨ª de sencilla. Quise transcribir ese sentimiento yendo hacia la frialdad. En realidad, la emoci¨®n surge de ese lado glacial¡±, afirma el director.
Antes de ponerse a rodar, Campillo mand¨® el guion a Didier Lestrade, figura central en la lucha contra el sida en Francia, que cofund¨® Act Up y tambi¨¦n fue su primer presidente, para que le diera su aprobaci¨®n. ¡°Quer¨ªa saber si respetaba la historia del grupo. Le respond¨ª que s¨ª. En aquella ¨¦poca, nunca habr¨ªa cre¨ªdo que nuestra experiencia terminar¨ªa convertida en una pel¨ªcula que se estrenar¨ªa en Cannes¡±, recuerda al tel¨¦fono desde Par¨ªs.
¡°Act Up salv¨® la vida a miles de personas. Les aport¨® apoyo, amistad y catarsis¡±, asegura. ¡°Fue como una terapia de grupo que nos familiariz¨®, siendo tan j¨®venes, con conceptos como la muerte y el luto. Siempre lo comparo con ir al frente de batalla. Ahora vivimos como si fu¨¦ramos veteranos de guerra¡±. A juzgar por los aplausos que se han escuchado en Cannes, su combate es, desde este s¨¢bado, un firme aspirante a la Palma de Oro.
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