El vigor de la raz¨®n dial¨®gica
Karl-Otto Apel recordaba que los seres humanos se hacen desde el di¨¢logo, no desde el mon¨®logo impositivo. No vale con sentir, hay que argumentar
El 15 de mayo muri¨® en su casa de Niedernhausen, a los 95 a?os, Karl-Otto Apel, uno de los mejores fil¨®sofos de los siglos XX y XXI. Nacido el 15 de marzo de 1922 en D¨¹sseldorf, su biograf¨ªa intelectual viene jalonada por estudios de historia, german¨ªstica y filosof¨ªa, con Erich Rothacker, en la Universidad de Bonn, y m¨¢s tarde por la elaboraci¨®n de una propuesta filos¨®fica, que tiene por hilo conductor la atenci¨®n al lenguaje como el lugar desde el que los seres humanos hacen ciencia y ¨¦tica, desde el que son posibles la comprensi¨®n y la acci¨®n.
Su trabajo de habilitaci¨®n (1961) versa sobre la idea del lenguaje en la tradici¨®n del humanismo de Dante a Vico, y en los a?os de profesor en Kiel, Saarbr¨¹cken y Fr¨¢ncfort, donde permaneci¨® desde 1972 hasta convertirse en profesor em¨¦rito en 1990, se adentr¨® en los caminos de la hermen¨¦utica de Dilthey, Heidegger y Gadamer, en el pragmatismo de Peirce, en la filosof¨ªa del lenguaje de Humboldt, Wittgenstein, Searle o Austin.
En di¨¢logo con ellos, y muy especialmente con Kant, elabor¨® la propuesta que apareci¨® en La transformaci¨®n de la filosof¨ªa (1973), a la que siguieron Diskurs und Verantwortung (1988), en que aplica la ¨¦tica del discurso a distintos ¨¢mbitos; un volumen de Auseinandersetzungen (1998), de cuya parte final ¡ªlas discusiones con Habermas¡ª hay versi¨®n espa?ola de Norberto Smilg en Comares; Paradigmen der Ersten Philosophie (2011) y, recientemente, Transzendentale Reflexion und Geschichte (2017).
Apel recordaba que los seres humanos se hacen desde el di¨¢logo, no desde el mon¨®logo impositivo. No vale con sentir, hay que argumentar
Estos son algunos datos sobre el legado de un pensador que un¨ªa su vigorosa aportaci¨®n filos¨®fica a una cordial personalidad. Casado con Judith, una mujer extraordinaria, ten¨ªa tres hijas, a las que adoraba; disfrutaba compartiendo el tiempo con sus amigos, se enfurec¨ªa cuando perd¨ªa la selecci¨®n alemana y le gustaba el vino tinto, pero sobre todo pod¨ªa pasar horas enteras discutiendo apasionadamente de filosof¨ªa, porque cre¨ªa en su importancia para la vida de las personas y de los pueblos. Como su colega y gran amigo J¨¹rgen Habermas, experimentaba la necesidad de evitar recaer en situaciones como la del nacionalsocialismo, que surgi¨®, entre otras cosas, del rechazo al pensamiento, a la argumentaci¨®n y la cr¨ªtica. Se dec¨ªa en aquel tiempo ¡ªcontaba Apel¡ª que Hitler hab¨ªa sabido conectar con el ¡°sano sentir¡± del pueblo, y por eso se desaconsejaba argumentar y dar raz¨®n. Bastaba con obedecer al F¨¹hrer, al caudillo, que encarnaba la voz del pueblo.
La consecuencia ¡ªel Holocausto¡ª no pudo ser m¨¢s deplorable, por eso la filosof¨ªa ten¨ªa que recuperar su fuerza cr¨ªtica, su responsabilidad de dar raz¨®n en el ¨¢mbito te¨®rico y en el pr¨¢ctico, su capacidad de fundamentar frente al totalitarismo y al dogmatismo de lo irracional. Ten¨ªa que tomar la iniciativa para impedir ese expectante dejar ser a cualquier caudillo que conecte con la dimensi¨®n irracional del pueblo. Para impedir que Auschwitz se repita.
De ah¨ª que Apel se haya esforzado por recordar, junto a Habermas, que los seres humanos se hacen desde el di¨¢logo y no desde el mon¨®logo impositivo; que es preciso argumentar, y no solo sentir, para descubrir cooperativamente qu¨¦ es lo m¨¢s verdadero y lo m¨¢s justo.
En esta l¨ªnea ir¨ªan su antropolog¨ªa del conocimiento, su hermen¨¦utica y pragm¨¢tica trascendentales, la semi¨®tica como filosof¨ªa primera, la teor¨ªa de los tipos de racionalidad, la teor¨ªa consensual de la verdad y la ¨¦tica del discurso, en su doble nivel de fundamentaci¨®n y aplicaci¨®n a distintos problemas contempor¨¢neos.
Para algunos de los que en los setenta del siglo pasado empezamos a oficiar de fil¨®sofos, estas propuestas fueron un soplo de aire fresco. Presentaban una alternativa vigorosa al positivismo, empe?ado en negar la racionalidad del mundo moral y pol¨ªtico, por no ser un mundo de hechos comprobables; pero tambi¨¦n al individualismo neoliberal, basado en el solipsismo met¨®dico, incapaz de descubrir el v¨ªnculo de intersubjetividad que une a los seres humanos; al relativismo esc¨¦ptico en el mundo moral, que ning¨²n ser humano es capaz de vivir en serio; a la tecnocracia y el mercantilismo de la raz¨®n instrumental. Daban cuenta de la pretensi¨®n de universalidad que anida en el coraz¨®n de quien ante situaciones indignantes las tacha de injustas y est¨¢ dispuesto a dar raz¨®n de su cr¨ªtica. Porque presupone pragm¨¢ticamente, lo quiera o no, que en una situaci¨®n ideal de argumentaci¨®n ser¨ªa posible encontrar la respuesta m¨¢s adecuada.
La propuesta de Apel ha sido y es decisiva en el hacer de estudiosos de todo el mundo, especialmente de Iberoam¨¦rica y Europa. Baste recordar a j¨®venes fil¨®sofos como Kettner, H?sle o Forst; el di¨¢logo cordial con Javier Muguerza, los trabajos de tantos fil¨®sofos espa?oles; entre ellos, del grupo de Valencia y Castell¨®n, al que pertenezco. Como tambi¨¦n la dedicatoria de Habermas al comienzo de Conciencia moral y acci¨®n comunicativa: ¡°De entre los fil¨®sofos vivos, ninguno ha influido m¨¢s en mi pensamiento que Karl-Otto Apel¡±. Contar con la persona, la filosof¨ªa y la amistad cordial de Apel ha sido un gran regalo por el que no cabe sino dar las gracias.
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