Un corrid¨®n de toros
Castella solo cort¨® una oreja a un magn¨ªfico ejemplar, el mejor de una muy aceptable corrida de Jandilla
Jandilla/Paquirri, Castella, L¨®pez Sim¨®n
Toros de Jandilla-Vegahermosa ¡ªel quinto, devuelto¡ª bien presentados, bravos en los caballos, nobles y con clase en el tercio final. Destacaron el segundo, que fue premiado con la vuelta, el tercero y el sexto. El sobrero, de Salvador Domecq, bravo y encastado.
Paquirri: pinchazo y descabello (silencio); estocada (silencio).
Sebasti¨¢n Castella: media estocada (oreja); ¡ªaviso¡ª, pinchazo y estocada ca¨ªda ¡ª2? aviso¡ª (ovaci¨®n).
L¨®pez Sim¨®n: estocada (palmas); dos pinchazos, estocada ¡ªaviso¡ª (silencio).
Plaza de Las Ventas. Decimosexta corrida de feria. 26 de mayo. Lleno de no hay billetes (23.624 espectadores).
Quiz¨¢ sea exagerado el titular, sin duda, pero pretende expresar que fue una corrida distinta, novedosa, sorprendente y, sobre todo, torista en el mejor y m¨¢s amplio sentido de la palabra. Es exagerado porque el quinto fue devuelto por su manifiesta invalidez; es exagerado porque solo un toro, el segundo, de nombre Hebrea, fue sencillamente extraordinario y recibi¨® los honores de la vuelta al ruedo. Pero valgan esas cuatro palabras porque encierran la experiencia de una corrida en la que embistieron todos los toros, incluido el sobrero de Salvador Domecq; cumplieron sobradamente en varas ¡ªde largo y con alegr¨ªa el segundo, el tercero, el quinto y el sexto¡ª; fueron todos alegres en banderillas y permitieron el lucimiento de Chicote, Jos¨¦ Chac¨®n, Domingo Siro, Jes¨²s Arruga y hasta del propio Paquirri, que banderille¨® al cuarto. Y embistieron de largo, con nobleza y clase en el tercio final los seis. ?Qui¨¦n puede pedir m¨¢s? Un corrid¨®n de toros, aunque pueda parecer exagerado.
El mejor, sin duda, el segundo, el tal Hebrea, de 527 kilos de peso, bien presentado y astifino como toda la corrida. Tuvo defectos, pero hubiera sido indultado en cualquier plaza. Acudi¨® presto en los dos encuentros con el caballo, aunque bien es verdad que no hizo una gran pelea; dobl¨® las manos en el quite de L¨®pez Sim¨®n, y escarb¨® en varios momentos de la lidia. Pero fue un toro de bandera por su casta desbordante, por su movilidad, su poder¨ªo, su fijeza y humillaci¨®n; en una palabra, por su calidad exuberante en las banderillas ¡ªvistoso y alegre galope¡ª, y en el tercio final, de incansable embestida, mejor por el lado derecho que por el zurdo. Era un espect¨¢culo el noble y fiero ¨ªmpetu con el que el toro buscaba la muleta, al tiempo que su encastada nobleza realzaba todo el quehacer del torero.
Fue uno de esos toros que justifican una afici¨®n y la dedicaci¨®n y el sacrificio de un ganadero. Un toro para recuperar la esperanza, una vez m¨¢s, y confirmar de nuevo que el toro bravo y encastado es el protagonista indiscutible de esta fiesta. Cuando hay toro, surge la emoci¨®n.
Hebrea recibi¨® los honores de una solemne vuelta al ruedo en la que Las Ventas le rindi¨® sentido homenaje al h¨¦roe triunfador.
Pero no fue el ¨²nico toro bravo de la tarde. El tercero tambi¨¦n acudi¨® de largo al cite del picador, permiti¨® el lucimiento de los banderilleros y repiti¨® incansable a la muleta de L¨®pez Sim¨®n. Y el sexto, otro toro bravo en el caballo, perseguidor en el segundo tercio y con las dificultades propias de la casta en la muleta. Repiti¨® hasta la saciedad no sin ciertas asperezas.
Fue muy aceptable el lote de Rivera Ord¨®?ez, nobles ambos, y con menos movilidad, quiz¨¢, que los dem¨¢s en el ¨²ltimo, aunque quedar¨¢ para siempre la duda si fue problema de los toros o de la impericia de su lidiador.
Y fue magn¨ªfico el sobrero, que tambi¨¦n dej¨® alto su pabell¨®n ante el piquero, obedeci¨® a los banderilleros y se luci¨® en una faena tan larga como anodina de su matador.
En fin, que la corrida no tuvo m¨¢s que un fallo: los toreros. Los tres tendr¨ªan que haber salido a hombros por la puerta grande, pero todo el premio se redujo a una solitaria oreja que pase¨® Castella del segundo. ?Qu¨¦ pas¨®? Pues que estuvieron mal; as¨ª de sencillo y concluyente.
Veamos: Castella quiso estar a la altura de Hebrea y no lo consigui¨®. Lo intent¨® con toda su alma, pero la calidad del animal era insuperable. En su haber, dos naturales circulares templados y hermosos, y muchos buenos pases que levantaron un clamor exagerado. En el quinto, quiso arrancar otra oreja, pero no pudo. Su faena fue larga, irregular y deslavazada, muy lejos de la calidad de su oponente.
L¨®pez Sim¨®n est¨¢ en horas bajas. Ayer naufrag¨® en sus dos toros, desva¨ªdo, ins¨ªpido, anodino, aburrido y superficial. Tuvo dos toros de premio y los dos desaprovech¨®.
Se despidi¨® Rivera Ord¨®?ez. No est¨¢ para estos compromisos. Quiso y eso es todo. Lo intent¨® de veras, pero su coraz¨®n no le permiti¨® heroicidades. Adi¨®s, muy buenas, y que d¨¦ las gracias a quien deba por el favor recibido.
Banderille¨® al cuarto con voluntad y acierto y fue lo mejor de su actuaci¨®n.
Fue la suya una despedida sin alma, sin afecto, sin un abrazo; una despedida sin alegr¨ªa. Vamos, que pod¨ªa haberlo hecho con un mensaje de Twitter y se hubiera ahorrado el mal trago.
La corrida de hoy
Toros de El Torero, para Joselito Adame, Francisco J. Espada y Gin¨¦s Mar¨ªn.
Babelia
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