Parar el tiempo
'Hebrea' fue un toro bravo, encastado, que pele¨® en varas y se creci¨® al castigo
Ese que sali¨® en segundo lugar de la lidia, marcado con el hierro de Jandilla, del encaste Domecq y nombre femenino de Hebrea, ese toro se hizo sentir desde que sali¨® de toriles: un toro bravo, encastado, que pele¨® en varas y se creci¨® al castigo y que comparti¨® con sus hermanos la savia inconfundible de la noble bravura que salva a la fiesta. Mal d¨²o el que toc¨® en suerte para que se despidiera de Madrid Francisco Rivera Ord¨®?ez, ahora llamado Paquirri, y de m¨¢s complejas ecuaciones los dos toros que le tocaron a L¨®pez Sim¨®n, que no pudo cuajar las faenas que tra¨ªa en mente. Pero el tal Hebrea, que termin¨® dando la vuelta al ruedo, que galop¨® del tercio a los medios y que se quejaba con las banderillas y se fijaba hasta en el vuelo de las moscas o el aleteo de los abanicos en los tendidos y siempre embisti¨® metiendo la cara y bajando los belfos y en todo momento ¨¢vido de utilizar las astifinas puntas de sus cuernos, se gan¨® la tarde y quiz¨¢, la feria entera.
Ahora bien, ese que lo lidi¨® hizo en realidad una peque?a sinfon¨ªa que ser¨ªa perfecta de no haber fallado con la espada, rematando la partitura con una media no lagartijera, sino trasera; ese que se visti¨® hoy de pur¨ªsima y oro, con la estrella de David tatuada en los bordados de la taleguilla y en la espalda de la chaquetilla, pues ese se llama Sebasti¨¢n Castella y en variadas tandas por la derecha y sobre todo por el lado izquierdo explay¨® la bandera francesa de las tres garant¨ªas: citar (incluso de lejos), templar (incluso, a pesar del viento) y mandar (incluso, en c¨ªrculos de Luna redonda)¡ y girar, porque ya se sabe que en franc¨¦s ¡ªdesde Los tres mosqueteros (que eran cuatro) todo trinomio tiene un complemento¡ª.
Una oreja de Hebrea, cortada por un artista vestido con la estrella de David por una faena de intensa belleza est¨¦tica y sobresaliente conocimiento de la t¨¦cnica que antecede al arte y dentro de todas las notas que interpretaron ambos ¡ªtoro y torero¡ª conjugados sobre el ruedo de Las Ventas, ese muletazo largo con la izquierda donde Castella se enrosc¨® al animal de 527 kilos en torno a su cintura, dibujando un c¨ªrculo imaginario donde de pronto se par¨® el tiempo, dej¨® de soplar el viento, se callaron los que se quejan, suspir¨® una anciana en el tendido 8 y naci¨® la ilusi¨®n de un ni?o sentado en un tendido bajo del 6¡ en ese instante de eternidad, Sebasti¨¢n Castella viaj¨® al nefando momento de hace unos d¨ªas, en que hubo quien le recomendaba retirarse a un monasterio, arrepentirse de su vocaci¨®n hoy consagrada y asumir como derrota lo que simplemente fue una mala tarde, antesala de la gloriosa tarde de hoy, viernes, en que Castella, por ver¨®nicas, chicuelinas, saltilleras, medias y recortes, derechazos, naturales, forzados y pases de pecho simplemente detuvo el tiempo y puso a todos, incluso a s¨ª mismo, en su lugar.
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