Tartesos trata de sobrevivir a sus mitos
Los investigadores ahondan en el enigma en torno a la legendaria civilizaci¨®n prerromana del suroeste de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica
Tartesos sigue envuelto en las brumas del misterio. Por m¨¢s que la ciencia se revuelva y pelee enconadamente por iluminar con datos aquella civilizaci¨®n prerromana del suroeste de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, no termina de escapar de la leyenda de H¨¦rcules y su d¨¦cimo trabajo entre personajes fant¨¢sticos en los confines del mundo conocido; o de la historia de aquel sabio inusitadamente longevo Argantonio, rey de una tierra de inagotables riquezas. ¡°La base de todo sigue siendo textual¡±, resume el catedr¨¢tico de la Carlos III Jaime Alvar, uno de los grandes expertos en la materia, porque ¡°la arqueolog¨ªa ha sido muy avara¡±.
Es decir, que los textos de origen grecolatino ¡ªde Her¨®doto y Estrab¨®n a Avieno¡ª son los que contin¨²an sujetando los pilares del n¨²cleo de Tartesos, una cultura ubicada tradicionalmente en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo en torno a lo que hoy es Huelva, Sevilla, una parte de C¨®rdoba y C¨¢diz. Existen muy pocos restos de envergadura, probablemente porque est¨¢n enterrados bajo capas turdetanas, latinas, medievales¡ Y los edificios m¨¢s importantes que se han conocido hasta ahora son perif¨¦ricos tanto en el espacio (por ejemplo, en M¨¢laga o Badajoz, donde una excavaci¨®n sac¨® a la luz en abril un edificio tartesio ¨²nico en el Mediterr¨¢neo occidental) como en el tiempo (o muy al principio o muy al final del periodo propiamente tartesio).
As¨ª, entre teor¨ªas y contrahip¨®tesis que se van superponiendo sobre sus or¨ªgenes, su hibridaci¨®n con los fenicios ¡ªcuyo comercio y conocimientos sin duda impulsaron el florecimiento cultural¡ª y su misterioso final, los investigadores se mueven con pies de plomo mientras el imaginario colectivo cubre los huecos con aut¨¦nticas fantas¨ªas esot¨¦ricas de ciudades m¨ªticas y tesoros escondidos. Por eso, el propio Jaime Alvar impuls¨® a finales de 2011 un manifiesto que quer¨ªa poner un poco de orden y alcanzar, entre los especialistas reunidos en un gran congreso celebrado en Huelva, ¡°un consenso de m¨ªnimos, la base de lo que debiera saber sobre el tema un bachiller¡±, explica el profesor.
No fue f¨¢cil, confiesa Alvar, porque aunque la ciencia se mueva sobre bases m¨¢s s¨®lidas, la escasez arqueol¨®gica tambi¨¦n provoca enconados enfrentamientos acad¨¦micos. No obstante, lograron acordar, por ejemplo, que se trata ¡°de una cultura del suroeste peninsular, confluyente con la presencia colonial fenicia, hechos que eclosionan en la brillantez y riqueza a las que aluden las fuentes literarias griegas con el nombre de Tartesos y, tal vez, alguna menci¨®n en las b¨ªblicas¡±. Que ¡°su desarrollo hist¨®rico¡± se remonta al siglo IX antes de Cristo y experimenta ¡°una amplia evoluci¨®n en las centurias siguientes, fundamentalmente en los siglos VIII, VII antes de Cristo¡±. Se dio, adem¨¢s, por superada la idea de un territorio pol¨ªticamente unificado bajo una monarqu¨ªa hereditaria (se habla de n¨²cleos de poder al modo de ciudades-Estado) y tambi¨¦n la de un final vinculado a una guerra perdida con los cartagineses (en este caso, se tratar¨ªa de un declive econ¨®mico de origen, eso s¨ª, incierto).
El descubrimiento m¨¢s reciente es el de Badajoz, un ins¨®lito edificio de dos plantas del que ya han salido extraordinarios hallazgos
A partir de ah¨ª, la arqueolog¨ªa sigue, lenta pero segura, abriendo camino. Pero con el yacimiento jerezano de Mesas de Asta (quiz¨¢ la ciudad de Asta Regia de la que hablaron Estrab¨®n o Pomponio Mela) a la espera de que alguien lo excave, los m¨¢s prometedores est¨¢n en esa periferia de influencia tartesia mencionada por Alvar. El descubrimiento m¨¢s reciente es el del Turu?uelo de Guare?a, en Badajoz, un ins¨®lito edificio del siglo V antes de Cristo de dos plantas y una hect¨¢rea de tama?o del que ya han salido extraordinarios hallazgos. Por ejemplo, el de una escalinata monumental hecha con unas t¨¦cnicas (sillares y encofrado) y unos materiales (arena del r¨ªo y arcilla mezcladas con cal) que se pensaba que no se hab¨ªan utilizado en todo el Mediterr¨¢neo occidental hasta mucho tiempo despu¨¦s.
A¨²n queda mucho por excavar y por interpretar en el Turu?uelo, un yacimiento dirigido por los arque¨®logos del CSIC Sebasti¨¢n Celestino y Esther Rodr¨ªguez dentro de un proyecto m¨¢s amplio que tiene, entre otros, el ambicioso objetivo de ¡°interpretar la sociedad tartesia a trav¨¦s de la arqueolog¨ªa y la arquitectura¡± del Valle Medio del Guadiana. Pero lo descubierto hasta ahora ya apunta a que los conocimientos llegados del oriente mediterr¨¢neo aplicados en ese contexto diferente (con los materiales y las necesidades del entorno) daban resultados nuevos y distintos. Algo muy parecido a lo que se?ala en el otro extremo de la periferia tartesia, en Manilva (M¨¢laga), y a varios siglos de distancia, el yacimiento de los Castillejos de Alcorr¨ªn.
Se trata de un fugaz asentamiento protourbano amurallado (levantado a finales del siglo IX antes de Cristo, se abandon¨® a principios del VIII) donde se produjo uno de los primeros encuentros documentados entre los fenicios y los pueblos ind¨ªgenas, lo que lo convierte en un espacio privilegiado para describir ese proceso de hibridaci¨®n o yuxtaposici¨®n que habr¨ªa configurado Tartesos. Es una zona urbana rodeada por una imponente muralla (de entre dos y cinco metros de grosor) donde convivieron y se mezclaron claramente elementos locales y for¨¢neos tanto en la arquitectura como en las cer¨¢micas y las t¨¦cnicas de transformaci¨®n del hierro.
La especialista Dirce Marzoli, del Instituto Arqueol¨®gico Alem¨¢n, que dirige los trabajos junto a colegas de la Complutense, no se atreve a hablar en este caso de ciudad-Estado; se queda en un ¡°centro de poder centralizado¡±. Un centro que controlar¨ªa una zona muy importante, pues no solamente fue capaz de planificar semejante obra, sino que ten¨ªa autoridad para movilizar la ingente cantidad de trabajadores necesarios (incluidos especialistas como arquitectos) para llevarla a cabo.
As¨ª, mientras se sigue excavando en el Turu?uelo y se prepara la siguiente campa?a de Alcorr¨ªn, los estudiosos esperan como agua de mayo, despu¨¦s de casi cuatro d¨¦cadas de trabajo, la publicaci¨®n de los resultados definitivos sobre el yacimiento del castillo de Do?a Blanca, en la provincia de C¨¢diz. Un asentamiento amurallado que se ocup¨® entre los siglos VIII y III antes de Cristo, que pudo ser el n¨²cleo de un gran centro de poder (que incluir¨ªa Gadir, la ciudad de C¨¢diz) y que es ¡°clave para el estudio de los fenicios de occidente¡±, seg¨²n el profesor de la Universidad de C¨¢diz y director de las excavaciones, Diego Ruiz Mata. El investigador, que asegura que ya est¨¢ preparando siete vol¨²menes con los resultados de sus trabajos, habla de un entorno rico gracias a los metales, el vino, el aceite y los salazones, y de una sociedad que fue pasando poco a poco de lo tribal a lo jerarquizado. Ruiz Mata insiste adem¨¢s en que el declive de la Tartesos nuclear en torno al siglo VI no se percibe all¨ª. ¡°Hay un cambio, pero no una crisis¡±.
Sin duda, esta publicaci¨®n dar¨¢ muchas respuestas, pero tambi¨¦n abrir¨¢ m¨¢s interrogantes y alimentar¨¢ nuevas y enconadas pol¨¦micas. Lo habitual. De hecho, hay pocas cosas en las que se pongan de acuerdo todos los especialistas. Una es la necesidad de dejar atr¨¢s el territorio de lo legendario para que Tartesos ¡°se convierta definitivamente en una propiedad colectiva¡±, dice el manifiesto de 2011. Otra es la funci¨®n social de su trabajo. ¡°La arqueolog¨ªa es muy cara, pero contribuye de forma extraordinaria a la construcci¨®n cultural de un pa¨ªs¡±, remata Alvar.
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