Iv¨¢n Vicente se reivindica en Las Ventas y pasea una merecida oreja
Uceda Leal y Ricardo Torres, desapercibidos ante una descastada corrida de Mart¨ªn Lorca
El diestro Iv¨¢n Vicente cort¨® una oreja de peso en Madrid merced a una gran faena que aun¨® clasicismo, pureza y sentimiento, en una tarde desagradable por la tormenta que cay¨® sobre Madrid, la mansada de Mart¨ªn Lorca y la escasa afluencia de p¨²blico.
Con menos de un cuarto de entrada (6.455 espectadores, seg¨²n la empresa), se lidiaron cinco toros de Mart¨ªn Lorca, bien presentados, descastados, blandos y sin clase. El sexto fue un sobrero de Cortijo de la Sierra, noble y a menos.
Uceda Leal: pinchazo y estocada tendida (ovaci¨®n); media perpendicular y atravesada y descabello (ovaci¨®n).
Ricardo Torres: cinco pinchazos y dos descabellos (silencio tras aviso); media muy baja y atravesada, y ocho descabellos (silencio tras dos avisos).
Iv¨¢n Vicente: pinchazo y estocada algo trasera (palmas tras aviso); estocada trasera y desprendida, y descabello (oreja tras aviso).
Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del matador de toros Gregorio S¨¢nchez, recientemente fallecido.
Una terna de veteranos paladines abr¨ªa la temporada estival en Las Ventas. Toreros ya experimentados, algunos curtidos en mil batallas, aunque qued¨® claro que no todos son capaces de aguantar del mismo modo la falta de contratos.
Unos, por desgracia, se convierten en meras sombras de lo que fueron y otros, en cambio, demuestran que, cuando el toreo bueno se lleva dentro, pueden pasar meses sin enfundarse el traje de luces que a la m¨ªnima oportunidad vuelve a emerger como el magma de un volc¨¢n en erupci¨®n, ni m¨¢s ni menos lo que volvi¨® a demostrar por en¨¦sima vez Iv¨¢n Vicente en la plaza de Madrid.
Porque la faena que dise?¨® al sexto fue de las de antolog¨ªa. Qu¨¦ manera de torear. Qu¨¦ muletazos tan extraordinarios logr¨® el de Soto del Real, que conquist¨® una vez m¨¢s la plaza que se ha convertido en su ¨²nico basti¨®n profesional en las ¨²ltimas temporadas.
Sin alharacas, sobre los mimbres de la m¨¢s cl¨¢sica y pura ortodoxia, y con el temple, el sentimiento y el buen gusto por bandera, Vicente logr¨® prender a unos tendidos aburridos durante las cinco primeras faenas, por la extrema mansedumbre de los de Mart¨ªn Lorca, y la desagradable tarde de tormenta que arreci¨® en la capital del reino.
Precisamente el problema meteorol¨®gico le pes¨® a ¨¦l m¨¢s que a ninguno, sobre todo en su primera faena, en la que ya hab¨ªa dejado detalles extraordinarios, especialmente dos naturales de categor¨ªa, que, sin embargo, quedaron sin redondear por lo mucho que molest¨® la lluvia y el viento en ese momento de la tarde. La ingratitud del tendido fue no obligarlo a saludar una ovaci¨®n despu¨¦s del esfuerzo del madrile?o.
Pero en el sexto se impuso a todo Vicente, y se le vio disfrutar como pocas veces y, algo a¨²n m¨¢s importante, logr¨® cautivar al p¨²blico. Los detalles de fin de faena fueron aut¨¦nticas exquisiteces y, aunque la espada entr¨® a la primera, fue necesario un golpe de verduguillo para poner en sus manos una oreja de peso, de las que deber¨ªan valer para abrirle otra vez paso.
Otra imagen bien diferente dieron los otros dos actuantes. Uceda Leal demostr¨® que ya no est¨¢ para estos compromisos. El veterano espada madrile?o, voluntarioso, no pas¨® de discreto y precavido con un lote manso y deslucido, pero que no se comi¨® a nadie. Salud¨® dos ovaciones, pero m¨¢s por el cari?o que a¨²n le profesa Madrid que por lo m¨¦ritos contra¨ªdos en el ruedo. Est¨¢ visto que el coraz¨®n y la cabeza ya no est¨¢n en la misma sinton¨ªa.
Tampoco dijo nada Ricardo Torres. En su primero, un toro en el l¨ªmite de todo, puso mucho empe?o el zaragozano pero sin llegar a nada del otro mundo. Adem¨¢s, no estuvo nada acertado con la espada.
En el quinto, un mulo que se neg¨® en redondo a embestir, la desesperaci¨®n del torero fue m¨¢s palpable. Lo intent¨® de mil formas, mas fue imposible hacer embestir a semejante buey de carreta. El petardo con los aceros fue tambi¨¦n lastimoso.
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