Navegaciones con y sin naufragio
La literatura occidental est¨¢ repleta de expediciones, exploraciones, singladuras, cabotajes (y alg¨²n naufragio) a bordo de buques que rara vez iban ronceros
1. Oc¨¦anos
No pierda el tiempo leyendo este Sill¨®n de Orejas (en la misma p¨¢gina pueden encontrar otras opiniones de mayor inter¨¦s) si su idea de un viaje por mar tiene que ver con esos cruceros que se anuncian por la tele (en italiano macarr¨®nico, como si ya nadie se acordara del Costa Concordia) y que, cual intimidantes rascacielos horizontales (quiz¨¢ mejor rascahorizontes), transportan a miles de felices vacacionistas hasta puertos en los que desembarcan en plan horda depredadora, pero rentabil¨ªsima. De lo que quiero hablarles es de las navegaciones de antes, de expediciones, exploraciones, singladuras, cabotajes (y alg¨²n naufragio) a bordo de buques que rara vez iban ronceros, y de los que la literatura occidental est¨¢ repleta: de Homero o Apolonio de Rodas a Patrick O¡¯Brian, pasando por los exploradores espa?oles del XVI o por los grandes ¡ªy menos grandes¡ª novelistas del XIX, Melville, Conrad, London, Verne. Curiosamente los relatos (ficticios o no) de los viajes por mar reviven cada verano: los editores los incluyen en lo que la taxonom¨ªa editorial globalizada designa como Beach Reading (¡°lectura de playa¡±). En todo caso, es verdad que refrescan la mente (incluso cuando refieren dramas). Entre los que me han llegado, les propongo dos libros novedosos en el mercado espa?ol: Los n¨¢ufragos de las Auckland, de Fran?ois Edouard Raynal, de la muy se?era editorial mexicana Jus, ahora en poder del mismo propietario que Malpaso, Lince, Biblioteca Nueva, Salto de P¨¢gina o Dibbuks (ya ven lo que da de s¨ª un ¡°peque?o¡± grupo); en realidad, se trata del relato de un naufragio (el de la goleta Grafton, en 1864) y de la dur¨ªsima lucha de sus tripulantes por sobrevivir. Dicen que a Verne le gust¨® tanto que le inspir¨® La isla misteriosa (por cierto: qu¨¦ novel¨®n de aventuras para releer de vez en cuando). La otra novedad es El viajero accidental (Pasado y Presente), del historiador Harry Kelsey, que relata los viajes y vicisitudes de los circunnavegantes espa?oles y portugueses menos conocidos (aunque incluya a L¨®pez de Legazpi, el fundador de Manila) que continuaron la tarea de Magallanes. Adem¨¢s de lo dicho, perm¨ªtanme que les recuerde dos obras que siguen ley¨¦ndose desde su publicaci¨®n y que acaba de republicar Alba en su serie econ¨®mica: Dos a?os al pie del m¨¢stil (1840), de Richard Henry Dana, un abogado metido a marinero que relata el c¨¦lebre viaje de Boston a California doblando el cabo de Hornos, y Hurac¨¢n en Jamaica, una historia de piratas nada aviesos y de ni?os crueles (como suelen ser, los benditos) que no ha dejado de leerse (ni de adaptarse a pantallas grandes y peque?as) desde su publicaci¨®n en 1929. Que los saludables aires marinos ¡ªsiquiera literarios¡ª les alivien la can¨ªcula.
2. Middlebury
Comienza la semana grande del centenario de la Spa?nish School de Middlebury College, una de las instituciones estadounidenses que m¨¢s han hecho por la difusi¨®n de la cultura hisp¨¢nica en Estados Unidos. Fundada por profesores vinculados a la generaci¨®n de 1914, su edad de oro tuvo lugar cuando en su claustro veraniego se reuni¨® una parte fundamental de los exiliados ¡°americanos¡± de una Espa?a machacada por la guerra y el fascismo. Por ese prestigioso College (¡°Entreburgos¡± o ¡°Villamediana¡±, traduc¨ªa de co?a Jorge Guill¨¦n), cuyos sobrios edificios de granito y pizarra se levantan en las colinas de Vermont, entre los Adirondacks y las Green Mountains, han pasado centenares de personajes fundamentales de la cultura hispana de ambos lados del Atl¨¢ntico. A todos ellos se les rinde ahora especial homenaje.
3. Emiliano
Entre mis (escasas) cualidades nunca ha figurado la de llevarme de maravilla con los capitostes del sector editorial. Al parecer, a algunos (pienso, por ejemplo, en el se?or Tixis, un hombre de Planeta que preside el Gremi de Catalunya y cuenta mucho en varias instituciones del sector) no les gusta nada, pero nada, que de vez en cuando saque a relucir, con m¨¢s o menos sorna, los problemillas o motas negras del sector. Y es que todav¨ªa hay quien piensa que el ¨²nico comentario posible de sus labores es el ditirambo, y que los que escribimos de o sobre libros, y de y sobre quienes los escriben (que es lo importante) o los publican, lo ¨²nico que tenemos que hacer es publicidad (gratuita) para venderlos. Y punto. En mi ya larga vida profesional (como editor, como cr¨ªtico, como comentarista), y en la que he sido cocinero antes que fraile, he conocido a una docena de presidentes la Federaci¨®n de Gremios de Editores de Espa?a (FGEE), la m¨¢xima instancia del sector. Como es normal, ha habido de todo: desde m¨¢s o menos apoltronados que viv¨ªan el cargo como promoci¨®n personal hasta eficaces gestores, pasando por impacientes emprendedores dispuestos a cambiarlo todo para que todo siguiera id¨¦ntico a s¨ª mismo. Por eso me ha alegrado tanto enterarme de que el trofeo-homenaje de la pr¨®xima edici¨®n de Liber ¡ªuna feria que el homenajeado contribuy¨® a crear¡ª ha reca¨ªdo en Emiliano Mart¨ªnez, que tan buen recuerdo (en mi opini¨®n, el mejor) dej¨® en las dos ocasiones en que presidi¨® la FGEE. Y no solo: Emiliano, como es conocido por sus amigos, ha sido pieza clave (incluyendo la direcci¨®n general) en la ¨¦poca de oro de Santillana, donde se ocup¨® fundamentalmente de los libros educativos (todav¨ªa el m¨¢s codiciado activo de la compa?¨ªa), y en la implantaci¨®n de la empresa en Am¨¦rica, adem¨¢s de haberse sentado en el consejo de administraci¨®n de ?PRISA durante m¨¢s de dos d¨¦cadas. Hombre sabio y prudent¨ªsimo, que siempre ha sabido escuchar (incluso a quien quiz¨¢ no lo mereciera) y que sab¨ªa en cada momento lo que se coc¨ªa en la edici¨®n mundial, desde aqu¨ª quiero hacerle llegar mi felicitaci¨®n, que es la de muchos. Y, ahora, a seguir con lo m¨ªo.
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