Destruir, dijo ¨¦l
Pablo Derqui sirve un deslumbrante 'Cal¨ªgula', el cl¨¢sico de Camus, dirigido por Mario Gas
Cal¨ªgula es un nihilista adolescente que quiere acabar con la falsedad del mundo. Su gasolina es el desprecio. El problema es que tiene un mando absoluto y busca una libertad sin restricciones: la suya. Robar y ejecutar sin tapujos, llevar la l¨®gica del poder hasta la locura m¨¢s feroz. O igualar la ciega crueldad de los dioses y ver lo que sus s¨²bditos pueden soportar: darles lecciones de abismo, convencido de que ¡°solo el odio vuelve inteligentes a los hombres¡±. Podr¨ªa ser un personaje perfecto para la Historia universal de la infamia, de Borges: el dictador que intensifica su tiran¨ªa para generar revuelta y, de paso, morir por ella. El coronel Kurtz de El coraz¨®n de las tinieblas, de Conrad (y Apocalypse Now, de Coppola, claro), es un Cal¨ªgula adulto que alza su reino en la jungla. Mario Gas ha presentado una nueva puesta del cl¨¢sico de Albert Camus en M¨¦rida y el Grec, que se ver¨¢ en temporada: de entrada, en el Romea barcelon¨¦s el pr¨®ximo noviembre.
Pablo Derqui, su deslumbrante protagonista, parece aqu¨ª un primo hermano del Roberto Zucco que hizo a las ¨®rdenes de Julio Manrique. Zucco y Cal¨ªgula son ¡°puros en el mal¡±. Y dos rotundos hijos de perra, no hay que olvidarlo. Derqui desborda presencia y elocuencia. Hace un trabajazo, una interpretaci¨®n febril, po¨¦tica sin subrayados, plet¨®rica de matices: psic¨®pata autodestructivo, ni?o perdido que acaba de descubrir el sinsentido existencial. Nunca sabes por qu¨¦ esquina te saldr¨¢. Sonriente y temible, me record¨® mucho a Jude Law en The Young Pope.
Paco Azor¨ªn firma una escenograf¨ªa de frontispicio tendido, a lo Peduzzi. Elegantes figurines de Antonio Belart: trajes blancos, chaqu¨¦ negro para Helic¨®n, lujoso vestido de noche para Cesonia. No cuesta imaginar que la versi¨®n sucede en el ¨²ltimo verano de la Rep¨²blica de Sal¨®. Parece que el principal objetivo de Mario Gas ha sido primar la belleza del texto de Camus (muy bien traducido por Borja Sitj¨¤) y hace que suene con brillo y claridad, aunque algo m¨¢s de ritmo no le vendr¨ªa mal.
Mario Gas prima la belleza del texto de Camus y hace que suene con brillo y claridad, aunque algo m¨¢s de ritmo no le vendr¨ªa mal
Chirr¨ªan un poco los pasajes de locura danzante, cuando Cal¨ªgula juega a ser Venus. Gas le disfraza de Bowie a los sones de Let¡¯s Dance, secundado por M¨®nica L¨®pez y Xavier Ripoll travestidos como Joker y la M¨¢scara. Derqui baila muy bien y la escena es graciosa, pero me sac¨® brevemente fuera de la obra.
Debo haber visto Cal¨ªgula cinco o seis veces a lo largo de los a?os, y hasta la otra noche no repar¨¦ en su posible fallo estructural. Hay dos tipos de personajes: los fuertes, que plantan cara dial¨¦cticamente al emperador, y los d¨¦biles, que se limitan a padecerlo. Los fuertes tienen, pues, voz, peso y tensi¨®n dram¨¢tica. Quereas es el raisoneur. Habitualmente lo hace un actor maduro, y es buena idea que Gas se lo haya repartido a Borja Espinosa, un actor joven, ideal para revelar su juego con valor y radiografiar a la bestia en dos frases: ¡°Debes morir porque en ti no hay nada digno de ser amado. Porque tengo ganas de vivir y ser feliz, y eso no puede hacerse empujando el absurdo hasta las ¨²ltimas consecuencias¡±. Helic¨®n es el liberto fiel, que Xavier Ripoll, perfecto de voz e intenci¨®n, interpreta como un fool inquietante, burl¨®n y m¨¢s sincero de lo que parece. Bernat Quintana es Escipi¨®n, el joven poeta, escindido entre la compasi¨®n y el odio: Cal¨ªgula, al que admira, mat¨® a su padre. El careo es una gran escena porque vemos a dos poetas ba?¨¢ndose en el mismo r¨ªo: ¡°La misma llama nos quema el coraz¨®n¡±, dice Escipi¨®n. De hecho, el careo se divide en dos partes, quiz¨¢s demasiado cercanas. Y tan poderosas que anulan de un plumazo y reducen a un chiste reiterativo el posterior desfile de los poetastros.
Me temo, pues, que patricios y cortesanos parecen estar ah¨ª un poco de comic relief, para que el ni?o terrible se chotee de ellos o les env¨ªe al pat¨ªbulo. No cambian: solo tienen m¨¢s o menos miedo. Pep Molina, Pep Ferrer, Ricardo Moya y Anabel Moreno defienden sus roles, pero tienen poca tela que cortar, y adem¨¢s tardan lo suyo en darle matarile: bueno, suele pasar.
El precioso di¨¢logo final de Cesonia y Cal¨ªgula es para m¨ª el punto m¨¢s alto de la funci¨®n: M¨®nica L¨®pez sirve una Cesonia entre amante y madre, con potencia shakesperiana, en uno de sus mejores trabajos. Ese pasaje en el que ella camina por amor hacia la muerte y ¨¦l muestra rotundamente la pureza enloquecida del asesino me hizo pensar en Genet. Est¨¢n muy cerca: Notre Dame des Fleurs es de 1944 y Cal¨ªgula de 1945.
El espect¨¢culo ha tenido una formidable acogida, con p¨²blico puesto en pie, tanto en M¨¦rida como en el Grec, aunque yo creo que a esta funci¨®n le van mucho mejor los espacios cerrados porque, en esencia, es una sucesi¨®n de di¨¢logos, lo que los ingleses llaman una conversation piece. Tengo muchas ganas de repescarla en un teatro a la italiana, donde pueda ver la incandescencia en los ojos de los int¨¦rpretes.
¡®Cal¨ªgula¡¯, de Albert Camus. Director: Mario Gas. Int¨¦rpretes: Pablo Derqui, M¨®nica L¨®pez, Xavier Ripoll, Bernat Quintana, Borja Espinosa y otros. En el teatro Romea de Barcelona, a partir del 10 de noviembre.
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