?Cuidado con los herederos!
Expurgar cada verano mi ca¨®tica biblioteca me permite encontrar alguna joya olvidada como 'Anatom¨ªa de Agatha Christie', de Carolina-Dafne Alonso-Cortes
1. Bibliotecas
Como cada verano, dedico un tiempo a expurgar las zonas m¨¢s ignotas (segunda fila) de mi sobrecargada y ca¨®tica biblioteca. Los bibliotecarios profesionales, que tambi¨¦n suelen realizar esa operaci¨®n de limpieza estival (en Estados Unidos es t¨ªpico que las bibliotecas de pueblo monten tenderetes con sus desechados en la calle), suelen designar la operaci¨®n con met¨¢foras jardineras: desbroce, weeding, d¨¦sherbage. Hubo un tiempo en que me resultaba doloroso desprenderme de libros que ¡ªle¨ªdos o en espera (ilusa) de serlo¡ª almacenaba en las estanter¨ªas. Ahora, no: me libera. Adem¨¢s de proporcionarme espacio, el expurgo me permite encontrar alguna joya olvidada que, r¨¢pidamente desempolvada, regresa a primera fila. Ese ha sido el destino de un librito que no ve¨ªa hace mucho: Anatom¨ªa de Agatha Christie, de Carolina-Dafne Alonso-Cortes (Knossos, 1981), quien, adem¨¢s de bibliotecaria, ha sido novelista y, sobre todo, amante de la novela de intriga. Se trata de un breve pero completo vadem¨¦cum de Agatha Christie en el que se analizan y resumen sus novelas y relatos, adem¨¢s de ofrecer una s¨ªntesis estupenda de sus escenarios, detectives, v¨ªctimas y m¨®viles. Pero, para m¨ª, lo mejor es el cap¨ªtulo que dedica a las modalidades del crimen: armas de fuego, ahogamientos, ¡°armas punzantes o cortantes¡±, ¡°instrumentos contundentes¡± y dem¨¢s; pero, sobre todo, a los venenos, a los que era tan aficionada la autora brit¨¢nica. He pasado un buen rato recordando algunos de esos asesinatos por envenenamiento: el ung¨¹ento ponzo?oso de La venganza de Nofret (1945), la infecci¨®n por ¨¢ntrax en la brocha de afeitar en Cartas sobre la mesa (1936), y el que para m¨ª es el mejor (y m¨¢s surrealista) de todos, el veneno de serpiente inyectado a una mujer en el cuello (aparentemente por medio de una cerbatana) durante un viaje de avi¨®n en Muerte en las nubes (1935). Y es que, como exclama el petulante Poirot, le crime est partout.
2. Diccionario
Si alguien ha podido suponer que Renacimiento, la editorial de Abelardo Linares, hab¨ªa quedado exhausta tras la publicaci¨®n del monumental ¡ªy ya imprescindible¡ª Diccionario bibliogr¨¢fico del exilio republicano de 1939 (DBER), se equivoca. Los cuatro tomos (2.500 p¨¢ginas, 100 colaboradores) del DBER representan la destilaci¨®n de un trabajo de a?os del Grupo de Estudios del Exilio Literario de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, y se publica bajo la direcci¨®n de Manuel Aznar Soler y Jos¨¦ Ram¨®n L¨®pez Garc¨ªa. En ¨¦l se encuentra casi todo lo que pueda buscarse acerca de los escritores (en las cuatro lenguas oficiales de 1939), las editoriales y las revistas literarias. Me he pasado una ma?ana sumergido en sus p¨¢ginas y saltando, cada vez m¨¢s interesado, de una a otra entrada y de uno a otro tomo. Y seguir¨¦ haci¨¦ndolo; de hecho, el DBER es, desde ya, uno de mis m¨¢s firmes candidatos a mejor libro del a?o. Por lo dem¨¢s, Renacimiento no para: en su programa para oto?o encuentro dos t¨ªtulos que excitan particularmente mi apetito lector. De Barcelona a la Breta?a francesa (28 de agosto) es la reedici¨®n de las memorias de Luisa Carnes (1900-1964), ¡°la sinsombrero¡±, una de las grandes olvidadas entre las mujeres del 27 (nada que ver con las chicas patricias de la Residencia de Se?oritas); obrera, militante comunista y autodidacta, sus libros (sobre todo Tea Rooms, publicado por Hoja de Lata) constituyen una grata sorpresa. Y, por ¨²ltimo, un in¨¦dito que me llama mucho la atenci¨®n: Yo pagu¨¦ a Hitler, de Fritz Thyssen (1873-1951), las memorias (dictadas) de un hombre de negocios de la c¨¦lebre dinast¨ªa industrial alemana, que en 1938, tras la Kristall?nacht, cambi¨® su apoyo absoluto a Hitler (incluyendo financiaci¨®n) por la oposici¨®n radical a sus pol¨ªticas, lo que le cost¨® ser internado en Sachsenhausen y, luego, en Dachau, de donde fue liberado en 1945.
3. Herencias
Imaginemos que usted, improbable lector/a, posee una decente biblioteca personal que ha ido construyendo a lo largo de los a?os y en la que, como estratos geol¨®gicos, los libros indican sus intereses y preferencias (tambi¨¦n pol¨ªticas) a lo largo del tiempo. Tenga usted en cuenta que las bibliotecas nos sobreviven, de modo que, por pura previsi¨®n, acu¨¦rdese de dejar muy claras instrucciones a sus herederos. Las bibliotecas suelen ser lo primero de lo que se deshacen cuando tienen que vaciar la casa, a menos de que los deudos sean aut¨¦nticos letraheridos (no se pierdan en la web del Centro Virtual Cervantes la divertida y erudita historia de este catalanismo ¡ªlletraferit¡ª que ha escrito el acad¨¦mico Pedro ?lvarez de Miranda). A lo largo de mi vida he ido comprando en baratillos y librer¨ªas de lance docenas de vol¨²menes que conservaban en las p¨¢ginas de cortes¨ªa amables, sentidas, circunstanciales, agradecidas dedicatorias de sus autores a los (ya fallecidos) propietarios del libro. Una vez adquir¨ª en una librer¨ªa anticuaria de Boston un par de libros que hab¨ªan pertenecido al matrimonio Marichal-Salinas. Y en mi biblioteca tengo libros dedicados a importantes escritores de la generaci¨®n de posguerra y anteriores adquiridos en librer¨ªas de lance de aqu¨ª y all¨¢. Todo lo anterior viene a cuento de mi ¨²ltima sorpresa al respecto: en el cat¨¢logo de la casa de subastas en la que a veces pujo (poco: no me interesan los libros ¡°de bibli¨®filo¡±) me fijo en un par de libros (ambos primeras ediciones) regalados a Luis Garc¨ªa Berlanga (1921-2010) por sus autores con sendas dedicatorias manuscritas; el primero es Dos d¨ªas de setiembre (Seix Barral, 1962), de mi admirado Caballero Bonald, que incluye una dedicatoria cari?osa y ten¨ªa un precio de salida de 30 euros; el segundo es El Aleph (Losada, 1949), con ¡°dedicatoria en anteportada¡± y que, a pesar de algunos defectillos, ten¨ªa un precio de salida de 500 euros. Ya ven, la vida.
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