Cuando Paris Hilton se enamor¨® de Jacques Derrida
No se sabe muy bien c¨®mo pas¨®, pero ellos se amaron. De manera absurda, inexplicable, categ¨®rica
Te voy a contar una cosita. No se lo digas a nadie. No se sabe muy bien c¨®mo pas¨®, pero ellos se amaron. Se amaron de manera absurda, inexplicable, categ¨®rica. Como suele ser el amor de verano. Con ese tedio que se mete, cual veneno en la piel, cual resaca de sangr¨ªa, entre los t¨ªmpanos y el est¨®mago. Con ese amor aut¨¦ntico de mentira.
Hay quien considera que medimos el amor como una entelequia, como el tiempo. Hay quien usa otras varas de medir. Pero para lo que nos ocupa este verano, solo hay una fecha realmente vital: 1997. Antes de Paris y despu¨¦s de Paris.
Antes de su amor il¨ªcito en la ficci¨®n.
?Que qu¨¦ Paris? Por favor. La ¨²nica Paris, la que nos ha situado d¨®nde estamos hoy. Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que las it girls, las chicas que visten bien, van a saraos y que no hacen realmente nada, no eran relevantes. Eso fue la era pre Paris. Despu¨¦s lleg¨® Paris (Hilton), descendiente de magnates hoteleros, rubia internacional y el mundo se acostumbr¨® a la relevancia de las celebrities que eran famosas por el hecho de serlo.
Ahora te puedes encaramar a un yate, ponerle tu nombre a un bolso, subirlo a Instagram y ya tienes una profesi¨®n. Y ah¨ª est¨¢n las Kardashian para demostrarlo, ep¨ªtomes de este reinado en el orbe terrestre. Pero no siempre fue as¨ª.
Hubo un trasvase social, eso es evidente, Lo que poca gente conoce es que ese trasvase, ese cambio de fuerzas, fue a trav¨¦s de la intelectualidad mundial. Lo que poca gente conoce es la imposible aunque maravillosa relaci¨®n oculta entre Jacques Derrida y Paris Hilton.
La cultura pop y la academia han sufrido, hist¨®ricamente, un espacio de desencuentro. Ah¨ª no hab¨ªa cari?o. No hab¨ªa qu¨ªmica, era imposible establecer conexiones. Salvo una excepci¨®n: la te¨®rica Camille Paglia, ferviente lectora de simbolog¨ªa pop, especialmente si se trata de rubias famosas.
Camille Paglia, sin saberlo, fue su Celestina.
Ah¨ª est¨¢ su trabajo sobre Madonna, su disquisici¨®n sobre la importancia de Marilyn Monroe y, para lo que hoy nos ocupa, la primera interpretaci¨®n acad¨¦mica de Paris Hilton: ¡°Ella no tiene una vocaci¨®n. Es una celebridad que cambi¨® el concepto de fama copiando poses de moda que aprendi¨® de drag queens. Es el zeitgeist, un significante vac¨ªo sobre el que podemos proyectar lo que queramos¡±. Camille abri¨® la caja de Pandora de lo simb¨®lico: se atrevi¨® con la rubia del momento.
La suerte estaba echada. Poco despu¨¦s llegar¨ªa la hora de la verdad. La hora del amor.
Paglia, como la precursora que es, abri¨® la veda, y Jacques Derrida lo elev¨® a arte. El fil¨®sofo que acu?¨® la deconstrucci¨®n, quiso ir m¨¢s all¨¢: se acerc¨® a Paris, lleno de curiosidad, y Paris le devolvi¨® un reflejo dorado. Paris y el abismo. El amor de verano les consumi¨®: mantuvieron una relaci¨®n plat¨®nica en 1997 a la que le sigui¨® un intercambio epistolar que ahora recuperan acad¨¦micos, dispuestos a encontrar la evidente importancia que esto tuvo en el trabajo de ambos.
Esto, por supuesto, no es cierto, ya nos gustar¨ªa. Pero al menos la ficci¨®n que se han inventado unos avispados usuarios en Facebook compromete la relaci¨®n entre realidad, raz¨®n y palabra, como el trabajo del postestructuralista.
En este verano del amor, del tedio, de la nostalgia, nada como recordar las (veros¨ªmiles pero inventadas) cartas de Derrida a Paris: Qu¨¦ ir¨®nico (ir¨®nico e ic¨®nico al mismo tiempo, la iron¨ªa latente en la iconicidad) que te escriba precisamente en la ciudad que lleva tu nombre, para que tu ausencia de Par¨ªs aparezca escrita en todas las paredes de la ciudad (Quiero decir, no exactamente escrita, pero no-escrita por el mismo gesto de tu no presencia).
Y, lo m¨¢s relevante, nos demuestra que toda esa movida que se habl¨® hace un tiempo entre Lady Gaga y Slavoj Zizek llega tarde. Puede que su relaci¨®n fuera real, pero la de Paris y Derrida al menos es aut¨¦ntica. Autenticidad en la era del simulacro. Qu¨¦ fuerte, t¨ªa.
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