Retorno a Robert Mitchum
Hoy, 6 de agosto, se cumple un siglo del nacimiento del actor de ¡®La noche del cazador¡¯, uno de los s¨ªmbolos del Hollywood m¨¢s vibrante y canalla
Cuando Robert Mitchum recibi¨®, en 1993, el premio Donostia del Festival de Cine de San Sebasti¨¢n se defini¨® con una r¨¢faga de datos secos, una declaraci¨®n propia del hombre inmutable que encarn¨® dentro y fuera de la pantalla: ¡°Mido 6 pies de altura [1,82 metros], peso 184 libras [83 kilos], he hecho 40 o 50 pel¨ªculas y cuatro o cinco obras de teatro, y he sobrevivido¡±. A?os antes, ante una incauta pregunta sobre su m¨¦todo de actuaci¨®n, el lac¨®nico Mitchum lanz¨® este otro c¨¦lebre disparo: ¡°Solo tengo dos estilos de actuaci¨®n: con o sin caballo¡±.
En efecto, con o sin caballo, Mitchum ha sobrevivido. Un siglo despu¨¦s de su nacimiento, un 6 de agosto de 1917, en Bridgeport, Connecticut, y 20 despu¨¦s de su muerte, por un c¨¢ncer de pulm¨®n, el 1 de julio de 1997, en su casa de Santa B¨¢rbara, California, el gesto ir¨®nico de Mitchum se mantiene en el Olimpo de la historia del cine. Entre ese medio centenar de pel¨ªculas que el actor met¨ªa en el fr¨ªo saco de los n¨²meros se encuentran algunas tan inolvidables como Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur, Cara de ¨¢ngel (1952) y R¨ªo sin retorno (1954), ambas de Otto Preminger, o La noche del cazador (1955), la obra maestra del actor brit¨¢nico Charles Laughton que hizo inmortales sus nudillos tatuados. Una pel¨ªcula de g¨¦nero ¨²nico que lo convirti¨® en icono del malo seductor. Si el demonio fue alguna vez un tipo arrebatador fue en la piel del predicador que ¨¦l interpreta en esta pel¨ªcula rodeada de leyenda: un fracaso que enterr¨® la carrera como director del genial y atormentado Laughton, que fue repudiada e incomprendida, desterrada a los s¨®tanos de los estudios por sus productores, hasta que d¨¦cadas despu¨¦s resucit¨® con plena justicia po¨¦tica.
Mirada burlona
Mitchum, sobra decirlo, bord¨® el papel con su mirada burlona, la de uno de los actores m¨¢s impenetrables que jam¨¢s conoci¨® Hollywood. Una estrella por actitud y por presencia. Un actor de mirada adormecida (su afici¨®n a la marihuana le vali¨® m¨¢s de un disgusto) capaz de resolver por s¨ª solo el significado verdadero de la palabra cool. ?Que nunca gan¨® un Oscar? ?Acaso eso importa? En su libro sobre Humphrey Bogart, el cr¨ªtico espa?ol Manolo Marinero escribi¨® este maravilloso retrato: ¡°Bogie le hab¨ªa aconsejado a Mitchum: ¡®No importa de qu¨¦ se trate la cosa. Sencillamente oponte¡¯. Con su abandono perezoso, su somnolencia ir¨®nica, su presencia calmosa, Mitchum ha hecho tanto por el no-colaboracionismo, como lo hab¨ªa hecho antes Bogart con su flacura y energ¨ªa nerviosa. Ambos representan diferentes modalidades del derecho a la insolencia y distintas aposturas por estar en el secreto de las cosas. Mitchum es la sabidur¨ªa en peso pesado y Bogie, la sabidur¨ªa en peso ligero¡±.
Mitchum se crio con su madre, una inmigrante noruega. Su padre hab¨ªa muerto en un accidente ferroviario. Por su sangre corr¨ªa sangre escocesa, irlandesa e india. Fue su madre quien le aficion¨® a la poes¨ªa. Era un chico sensible, pero conflictivo. A los 16 a?os ya estaba en California busc¨¢ndose la vida. Trabaj¨® de minero, estibador, portero, tendero, boxeador¡ pero fue su porte de vaquero la que le vali¨® la primera oportunidad como actor. Casado durante 57 a?os con Dorothy Mitchum, madre de sus tres hijos, le persigui¨® la fama de juerguista y mujeriego. Con ¨¦l lleg¨® el esc¨¢ndalo en 1948, cuando fue arrestado por posesi¨®n de marihuana junto a una amiga suya, Lidia Leeds, y tuvo que pasar tres meses en prisi¨®n. Las fotos tanto del juicio como de su salida de la c¨¢rcel demuestran el duro m¨¢rmol del que estaba hecho. El suceso no pareci¨® afectarle. Cuando sali¨®, su popularidad incluso hab¨ªa crecido. Howard Hughes compr¨® a David O. Selznick su contrato, y su carrera se propuls¨®.
Los adictos al rostro del guapo actor esperan desde hace tiempo que salga a la luz el documental que prepara sobre su figura el fot¨®grafo estadounidense Bruce Weber, cuyo Let¡¯s Get Lost, sobre el m¨²sico Chet Baker, solo hace prever otro bocado de belleza en blanco y negro. El t¨ªtulo, Nice Girls Don't Stay for Breakfast (Las chicas buenas no se quedan a desayunar) recoge una balada de Julie London. Mitchum, polifac¨¦tico, tambi¨¦n apost¨® por una carrera musical. En la portada de su disco Calpyso is Like So (1957) el actor/cantante aparec¨ªa, sobre un fondo de reminiscencias afrotropicales, sentado en una mesa con una copa en la mano y flanqueado por una morena de traje rojo y una botella. Su mayor ¨¦xito musical, sin embargo, lleg¨® un a?o despu¨¦s, en 1958, con el tema La balada de Thunder road, sobre un chico de la monta?a dedicado al contrabando de alcohol.
La pel¨ªcula in¨¦dita de Weber re¨²ne horas de charlas, canciones y tabaco con un actor que siempre hizo gala de cierta desgana interpretativa, para cuya justificaci¨®n pose¨ªa una bater¨ªa de frases memorables: (¡°Solo tengo tres expresiones, mirada a la izquierda, a la derecha y de frente¡±). Esa forma coqueta y elegante de plantarse en la vida, imp¨¢vido, sin esfuerzo, capaz de contener no se sabe muy bien c¨®mo ni d¨®nde todos y cada uno de sus sentimientos. En sus memorias, la actriz Shirley MacLaine le describi¨® as¨ª: ¡°Se ve¨ªa a s¨ª mismo como un tipo duro, nacido para estar solo, de esos que solo esperan de la vida que no se les caiga el techo encima¡±. En su centenario, la figura de Mitchum sobrevive con el aroma de aquel viejo Hollywood de frases redondas, canalla y vibrante.
¡°Soy capaz de cualquier cosa¡±
En los a?os setenta, Robert Mitchum interpret¨® en dos pel¨ªculas al famoso detective de Raymond Chandler, Philip Marlowe. En Adi¨®s, mu?eca (1975) y en un nuevo remake de El sue?o eterno (1978), que en Espa?a se titul¨® Detective privado. En ambos casos, y pese a tener de pareja en la primera a Charlotte Rampling, Mitchum se situ¨® por encima de la pel¨ªcula. Forjado en el cine negro y acostumbrado al papel de antih¨¦roe, aportaba, adem¨¢s, edad al personaje.
El actor, que rondaba entonces los 60 a?os ya pose¨ªa ese aire cansado y crepuscular de sus ¨²ltimos a?os. Harto de que lo encasillaran en papeles siempre parecidos, una vez afirm¨®: ¡°No me importa el papel que me ofrezcan. Yo puedo interpretar desde homosexuales polacos a mujeres, pasando por enanos de circo. Soy capaz de cualquier cosa¡±.
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