El minucioso muchacho de los ojos azules
Aquel hombre ya ten¨ªa m¨¢s de medio siglo y segu¨ªa siendo el minucioso muchacho de los ojos azules
Basilio Mart¨ªn Patino, para el que ninguna historia ten¨ªa final. Siempre estaba contando, minuciosamente, mirando, circulando en torno a las palabras ajenas, a las conversaciones ajenas como susurros de peri¨®dicos; ¨¦l miraba como si las conversaciones fueran im¨¢genes, sucesos que ten¨ªan rostros verdaderos, la realidad era una novela la raz¨®n de cuyo suspense nunca se iba a revelar. Escuchaba como los ni?os. ¡°?Y qu¨¦ m¨¢s? ?Y por qu¨¦?¡±
Y miraba siempre: del hombre nunca se seca la mirada. Esas veinticinco horas suyas mirando el 15M definen su car¨¢cter, la paciencia que emanaba aquel cuerpo: el hombre que hasta el final pod¨ªa estar filmando, porque hasta el final de los d¨ªas, de las noches y de las madrugadas, pod¨ªa estar oyendo historias ajenas. Ese cuerpo de huesos, abrigado con holgura, como para volar, inclu¨ªa un mito que no le pesaba nada: el mito del hombre que se hab¨ªa atrevido. En un pa¨ªs en el que no se hab¨ªa secado (no se ha secado) el fascismo de Franco, se atrevi¨® con Franco, y destrip¨® con rigor, con convencimiento, como un empecinado, aquella dictadura roja y gualda, de mano en alto, celitib¨¦rica y matona.
Uno a uno fue desmontando las ra¨ªces del miedo espa?ol hasta convertirlo en un gui?apo, un mu?eco vac¨ªo que hab¨ªa causado dolor, pavor, estupor. Al final ese gui?apo retratado por ¨¦l fue el resumen gr¨¢fico de ese drama que incluy¨® insulto y desolaci¨®n, un pa¨ªs mandado por comediantes macabros. Ese brazo escayolado que simula el saludo fascista es una imagen que hubieran firmado tambi¨¦n Chumy Ch¨²mez o El Roto. En el cine de Patino esa es una manera de resumir con un fotograma la solemnidad est¨²pida de toda una vida de aclamaciones huecas y ruines.
De aquel cuerpo hecho para volar, de aquellos huesos sobresalientes, de aquella cara asombrada, su flequillo cerca de la mano que ordenaba su pelo ligero, como de brisa, sobresal¨ªan los ojos azules, o claros, o glaucos. Su paciencia de mirar con todo el cuerpo se resum¨ªa ah¨ª, en esos ojos que parecen aquellos a los que canta Bob Dylan evocando la inmediata posibilidad de una tormenta. La tormenta es el final, no hay m¨¢s precipicio que la muerte de esos ojos azules o claros o glaucos; ya no mira m¨¢s Basilio Mart¨ªn Patino. Una gran tormenta acaba de pasar.
Babelia
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