Mozart en el para¨ªso
Leif Ove Andsnes y un grupo de extraordinarios m¨²sicos se sumergen en la genialidad del compositor en un peque?o gran festival en la Noruega m¨¢s rec¨®ndita
En el reparto orogr¨¢fico de Escandinavia, Noruega se llev¨® la parte del le¨®n. Dinamarca y Finlandia se quedaron casi sin nada y Suecia con un pu?ado de monta?as, casi todas al otro lado de la frontera noruega. Aqu¨ª, en cambio, casi donde pongas el pie o dirijas la mirada, innumerables paredes de roca se yerguen altivas, a menudo, al borde mismo del mar, con una verticalidad casi furiosa. Una diminuta localidad del fiordo de Hardanger, Rosendal, fue la elegida el pasado a?o por el pianista Leif Ove Andsnes, el m¨²sico noruego m¨¢s internacional, como sede de su propio festival. Antes estuvo largamente vinculado al de Ris?r, al sur de Oslo, pero este lo ha creado m¨¢s a su imagen y semejanza.
Breve (cuatro intensos d¨ªas) y volcado en la m¨²sica de c¨¢mara, ¨¦l y sus amigos la interpretan en un prodigioso enclave natural, sin formalismos (ni de indumentaria ni de ning¨²n tipo), sin glamur, con el p¨²blico sentado en sillas plegables sin numerar, sin todo ese absurdo post¨ªn que caracteriza a muchos festivales de verano, sin esa fijaci¨®n por ver y dejarse ver. A Rosendal, como a Aldeburgh, no se llega por azar: hay que propon¨¦rselo firmemente, en este caso tomando un barco desde Bergen. Y, a diferencia del viaje a ?taca de Kavafis, tanto el trayecto como el destino merecen la pena por igual.
La mayor¨ªa de los conciertos se celebran en un antiguo establo y en la iglesia del pueblo. El primero forma parte de una finca se?orial rodeada de espl¨¦ndidos jardines y situada a los pies de una de las diversas cascadas que se despe?an desde las cumbres cercanas, donde nacen m¨²ltiples regueros de agua m¨¢s humildes que salpican de hilos blancos sus laderas. Con un marcado tejado a dos aguas, la muy problem¨¢tica ac¨²stica del peque?o establo ha sido dr¨¢sticamente reacondicionada por el ingeniero de sonido John Pellowe gracias a tecnolog¨ªa de ultim¨ªsima generaci¨®n (32 micr¨®fonos incluidos): es un peque?o milagro, aunque al o¨ªdo le cuesta acostumbrarse a ¨¦l.
Para su primer festival, Andsnes eligi¨® como hilo conductor tan solo una fecha, 1828, que remite de inmediato al productivamente feraz a?o de la muerte de Schubert, uno de sus compositores de cabecera. En esta segunda edici¨®n ha preferido ser menos cr¨ªptico y el tema es, simple y llanamente, Mozart!, con signo de admiraci¨®n incluido, fiel reflejo del asombro y, si se escucha concentrado en grandes dosis, como aqu¨ª estos d¨ªas, la estupefacci¨®n que produce siempre el contacto con la m¨²sica del salzburgu¨¦s servida por int¨¦rpretes de campanillas, como todos los que han acudido al amistoso reclamo del pianista noruego. Esto no ha sido, por tanto, Mozart en la selva neoyorquina, como en la serie televisiva protagonizada por Gael Garc¨ªa Bernal, sino Mozart en el apacible para¨ªso escandinavo.
El propio Andsnes ha protagonizado muchas de las mejores interpretaciones del festival, aunque dice mucho de su modestia y generosidad que haya cedido el teclado en numerosas ocasiones a su colega Francesco Piemontesi, uno de los m¨¢s interesantes pianistas mozartianos de la actualidad, que dibuja las notas de este repertorio con la precisi¨®n de un tiral¨ªneas. Kristian Bezuidenhout lo ha hecho, en cambio, en un fortepiano como los que conoci¨® y toc¨® el propio Mozart y, escuchando a los tres, se constata otra vez que el instrumento importa, y mucho, pero lo verdaderamente crucial es quien lo toca. El Mozart del noruego derrocha equilibrio y vitalidad, el del suizo es delicado y transparente, mientras que el del sudafricano es d¨²ctil y profundo. Y los tres emocionan y convencen.
Detalles asombrosos
Siguiendo el modelo del festival finland¨¦s de Kuhmo ¡ªque tantos han imitado, no solo en Escandinavia¡ª, tambi¨¦n en Rosendal los int¨¦rpretes tocan y se mezclan todos con todos, creando as¨ª una suerte de comuna musical. Christian Tetzlaff ha venido con su cuarteto, pero se lo adivina inmerso en un momento dif¨ªcil de su carrera (o de su vida), ya que toca con una extra?a apat¨ªa y distanciamiento, como si le costara, o no pudiera, involucrarse, aunque su enorme clase regala aqu¨ª y all¨¢ destellos musicalmente asombrosos, como sucedi¨® en la Sonata de Ravel que toc¨® con Andsnes. Su cuarteto se resiente asimismo de tantos altibajos y ninguna de sus interpretaciones ha resultado del todo convincente. En el otro extremo se sit¨²a el Cuarteto op. 13, integrado por cuatro jovenc¨ªsimos y entusiastas instrumentistas noruegos, que dieron lo mejor de s¨ª junto a Tabea Zimmermann en el Quinteto K. 516 de Mozart. La secci¨®n de viento ha rayado a much¨ªsima altura, con el iconoclasta clarinetista sueco Martin Fr?st (de fraseo a veces un tanto alambicado, que se normaliz¨® notablemente en el Tr¨ªo Kegelstatt de Mozart que toc¨® con Zimmermann y Piemontesi: las buenas compa?¨ªas), el fagotista noruego Audun Halvorsen y dos solistas de la Orquesta de C¨¢mara Mahler, con la que tanto, y tan bien, ha colaborado Andsnes: la obo¨ªsta japonesa Mizuho Yoshii y el trompista espa?ol Jos¨¦ Vicente Castell¨®, impecables ambos en todas sus intervenciones.
Entre tanto Mozart, ha habido incursiones puntuales en la m¨²sica del siglo XX, como el Cuarteto para el fin del tiempo de Messiaen (tocado el viernes por la noche en la iglesia: soberbios Tanja Tetzlaff y Francesco Piemontesi), la Sonata para viola sola que Gy?rgy Ligeti escribi¨® hace ya un cuarto de siglo para Tabea Zimmermann y que ha tocado ella misma con un dominio apabullante de su instrumento, o breves piezas de Toru Takemitsu, Olaf Berg y Esa-Pekka Salonen. El festival lo cerraron en la iglesia de Rosendal el domingo por la tarde Anne Sofie von Otter y Kristian Bezuidenhout, que se entienden a la perfecci¨®n a pesar del salto generacional: la sarta de peque?as maravillas que obra ¨¦l casi sin cesar compensan la irremediable decadencia vocal de ella, que atempera a su vez con gran sabidur¨ªa musical y con su caudal de experiencia. El programa inclu¨ªa varias canciones de Mozart, por supuesto, y la cantata Arianna a Naxos de Haydn, pero tambi¨¦n cinco Lieder de Schubert, entre ellos Der Winterabend y Die Sterne, ambos compuestos en los albores de 1828, lo que supon¨ªa trazar justo al final un hermoso puente simb¨®lico con la primera edici¨®n del festival.
En su breve alocuci¨®n antes del concierto inaugural del jueves, Andsnes dijo que las previsiones auguraban que el tiempo ser¨ªa estos d¨ªas ¡°menos espantoso¡± que el a?o pasado. Aun as¨ª, la lluvia y las nubes han sido una compa?¨ªa fiel y pertinaz hasta que el domingo el sol hizo un par de apariciones tan ef¨ªmeras como estelares. Cada para¨ªso impone sus propias reglas.
Beethoven y su m¨²sica de sustantivos y adjetivos
Leif Ove Andsnes mantuvo el viernes un di¨¢logo p¨²blico con Jan Swafford, cuyo monumental estudio sobre Beethoven publicar¨¢ este oto?o en Espa?a la editorial Acantilado. El estadounidense est¨¢ ahora inmerso en la redacci¨®n de un libro sobre Mozart y la conversaci¨®n gir¨® en torno a la capacidad innata del austriaco para imitar la m¨²sica de otros, a su personalidad pluriforme, su elecci¨®n de tonalidades, su sentido del humor o la ambig¨¹edad de sus composiciones.
Al final, Swafford confes¨® cu¨¢nto est¨¢ cost¨¢ndole describir su m¨²sica: ¡°La de Beethoven te proporciona sustantivos y adjetivos, pero la de Mozart solo te da adverbios¡±.
Babelia
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