De peque?o quiero ser wagogo
¡®Acaba cuando llego¡¯, cuadernos de campo sobre una etnia tanzana, premiado por Cultura como mejor libro de arte en 2016
En el poblado Nzali siempre hay gente cantando, cerca y a lo lejos, tambi¨¦n en la oscuridad. Todos sus habitantes son vocalistas e instrumentistas consumados, sin que nadie les haya ense?ado. Si acaso, aprendieron cuando eran beb¨¦s, dormidos profundamente sobre la espalda de sus madres, envueltos en la tela kanga, mientras ellas danzaban toda la noche, para atraer la lluvia.
Tampoco hay programas de reciclaje de los residuos, pero todo se recicla en la aldea. Lo cuenta Polo Vallejo en Acaba cuando llego, ganador del primer Premio al Libro Mejor Editado en 2016, en la categor¨ªa de Arte, concedido por el Ministerio de Educaci¨®n, Cultura y Deporte. El volumen resume los cuadernos de campo que el etnomusic¨®logo madrile?o escribi¨® a lo largo de dos d¨¦cadas, durante sus visitas a este rinc¨®n tanzano, que le llev¨® de asombro en sorpresa.
Un yanqui en la corte del rey Arturo o un marciano en la de Felipe VI no recibir¨ªan de sus anfitriones impresiones tan desconcertantes y suculentas como las que a Vallejo le produce el? inmenso arco sonoro, t¨¢ctil y gustativo de este rinc¨®n africano genuino y sin desbastar. Bajo su mirada forastera, progresivamente aclimatada, los acontecimientos m¨¢s nimios adquieren una dimensi¨®n enigm¨¢tica y trascendente, que el autor nos comunica en presente de indicativo, con la perplejidad que sinti¨® en el momento, sin anticipar la explicaci¨®n simple que acab¨® d¨¢ndoles.
A cada trecho del relato, una foto de Carmen Ballv¨¦ le sirve de contrapunto: la ni?a Miriam Mtizi tap¨¢ndose la boca con las blancas u?as de su mano derecha, ante un paisaje panor¨¢mico; el perfil de la bella Julia Husein, sentada en penumbra, su rostro meditabundo iluminado por la luz que se cuela a trav¨¦s de una puerta abierta fuera de campo; tres ni?os cubiertos de barro, en trance de ser iniciados en la edad adulta... Todas en blanco y negro, las fotos realzan la impronta tel¨²rica del universo wagogo.
La mirada de la retratista y la del etnomusic¨®logo dialogan entre s¨ª tal y como dialogan las voces de estos cantantes agricultores, cuya polifon¨ªa de tradici¨®n oral no tiene parang¨®n. Los admirables cantos sardos, corsos, europeorientales y del C¨¢ucaso no producen sobre el oyente ese efecto ola, que de un golpe lo sumerge y lo empapa hasta los tu¨¦tanos, caracter¨ªstico de la m¨²sica wagoga. El espl¨¦ndido libro de Swanu Books (editorial creada por Vallejo y Ballv¨¦ expresamente para publicarlo) tambi¨¦n sumerge al lector y lo abstrae: todo ¨¦l sabe a ?frica. El tomo alterna dos cuerpos de letra c¨®modos de leer, administra con holgura generosos m¨¢rgenes y espacios en blanco, distribuye las fotos a contratiempo del texto e ilustra lo narrado con expresivos dibujos de ni?os de Nzali.
Vallejo es un narrador facultado, ir¨®nico, provisto de una ingenuidad virgen, a lo Jacques Tati: a todo le saca chispa po¨¦tica, entreverada de humor. Dice mucho con casi nada: tras la llegada de un buhonero, que surte de pilas a los aldeanos, en Nzali comienzan a sonar las radios y ya nadie canta. Evocaba Juanito Valderrama a trav¨¦s de su hijo en El ala de mi sombrero la riqueza sonora de la Sevilla de su infancia, repleta de pregoneros de mercanc¨ªas variopintas. En Nzali, por fortuna, ¡°conforme las pilas se gastan, las radios van enmudeciendo y la m¨²sica vuelve a inundar el aire¡±.
Tan celebrado est¨¢ siendo este libro, donde todo ofrece una impresi¨®n de objetividad equiparable a la que producen la prosa de Azor¨ªn y el cine de Robert Flaherty, que ya est¨¢ pensando Vallejo en reinvertir parte de lo recaudado en un librito-CD sobre el cancionero infantil de Kedugu (Senegal): el 15% ser¨¢ para construir una escuela en el poblado tanzano.
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