Encerrar el yo en una lata
Probablemente uno de los ejercicios m¨¢s dif¨ªciles de la literatura sea el de imaginar una tercera persona, su lenguaje y su pasi¨®n
Se llamaba Lajos, pero aceptaba el trato de don Luis. Era h¨²ngaro y hab¨ªa llegado a Argentina despu¨¦s de la primera guerra. Su historia era aventurera: trabaj¨® en una f¨¢brica de balanzas en Buenos Aires; se pele¨® con los due?os, carg¨® a su mujer en un carro y atraves¨® 800 kil¨®metros de pampa y sierra hasta afincarse en De¨¢n Funes, un pueblito pobre. Hab¨ªa sido soldado del ej¨¦rcito austroh¨²ngaro y montaba como un cosaco (la idea de cosaco y la de h¨²ngaro nunca pareci¨® contradictoria: eran simplemente ¡°extranjeros raros¡±, rubios, de ojos azules levemente achinados). Lajos disciplinaba a los hijos de sus patrones, contradiciendo todas las modalidades criollas del arte ecuestre, mientras les contaba historias raras. Por ejemplo, que los soldados de la caballer¨ªa del emperador de Austria-Hungr¨ªa llevaban en su equipaje una latita de comida que no deb¨ªan consumir, a menos que recibieran permiso de sus oficiales. Si no presentaban la latita intacta en el siguiente examen de pertrechos, eran azotados por esos oficiales, seguramente arist¨®cratas, que no ten¨ªan en excesiva estima a su tropa de campesinos. A la latita de carne en conserva hab¨ªa que cuidarla tanto como al fusil bayoneta. Ninguna hambruna justificaba que un soldado se la comiera.
La verdad de la historia de la latita qued¨® de manifiesto (para mi ignorancia sobre disciplina militar) en una nota de Walter Benjamin, en traducci¨®n de Ariel Magnus, descollante por su exacta y clara precisi¨®n, que ha publicado Eterna Cadencia en Buenos Aires. Benjamin escribe: ¡°Habr¨ªa que acostumbrar a los escritores a considerar la palabra yo como su reserva de v¨ªveres. As¨ª como los soldados no pueden tocar la suya antes de que pasen 30 d¨ªas, tampoco los escritores deber¨ªan desenterrar el yo antes de tener cumplida la treintena. Cuanto m¨¢s temprano recurren a ¨¦l, peor entienden su oficio¡±. Cumplir 30 a?os: me atrever¨ªa a corregir a Benjamin en este punto, porque cuando Benjamin escrib¨ªa, los 30 equival¨ªan a los 40 actuales. O nos hemos vuelto todos muy retrasados, o el juvenilismo contempor¨¢neo corre esos l¨ªmites.
Le¨ªda la cita de Benjamin, qued¨¦ pensando que ni Proust ni Kafka ni Joyce ni Virginia Woolf ni Nathalie Sarraute hubieran necesitado que se los disciplinara con esa prohibici¨®n para escribir sus primeros textos. Los tiempos han cambiado y la primera persona ocupa un lugar que ha sido legitimado. Leo primeras novelas, escritas muchas de ellas por mujeres, que con todo derecho desconocen la indicaci¨®n que hizo Benjamin. El yo se ha liberado y ejerce su imperio, lo que no quiere decir, invariablemente, que los resultados de la primera persona sean mejores que el trabajoso ejercicio de buscar un punto de vista y una lengua para el personaje que toma a su cargo la narraci¨®n de vicisitudes que comienzan, por lo general, en la infancia, verde para¨ªso de la autoficci¨®n.
La literatura no tiene un c¨®digo civil de prohibiciones y licencias. Nadie puede decir sensatamente que no debe escribirse de cierto modo
?Hay un derecho a la primera persona? Est¨¢ claro que lo hay en la poes¨ªa y, con discreci¨®n, en el ensayo o la cr¨®nica. La literatura no tiene un c¨®digo civil de prohibiciones y licencias. Nadie puede decir sensatamente que no debe escribirse de cierto modo, dado que la historia misma de la literatura moderna es un museo de transformaciones inesperadas. Nadie puede imponer que un relato tiene que estar escrito en tercera persona (ni mucho menos en la excepcional segunda persona que us¨® Michel Butor). No hay un dec¨¢logo donde figure la sugerencia de Benjamin. Todos podemos comernos nuestra latita de carne en conserva cuando se nos d¨¦ la gana.
Sin embargo, Benjamin no era un tradicionalista, sino alguien perfectamente equipado para descubrir las vanguardias. Y le pareci¨® que la temprana primera persona deb¨ªa esperar un tiempo para ejercer sus derechos. ?Por qu¨¦ el aplazamiento? Porque durante esa espera se puede construir una escritura y esa forma dif¨ªcil y huidiza que es un personaje. Sobre todo, porque en la espera puede descubrirse que fuera del yo hay cosas m¨¢s interesantes. Alguien podr¨ªa darse cuenta de que la experiencia propia suele necesitar un largo trabajo para convertirse en experiencia de otro (¡°Yo es otro¡±, escribi¨® Rimbaud). Alguien puede tomarse un tiempo para explorar la distancia y lograr que su personaje sea un ¡°extranjero¡±. Alguien puede descubrir una mirada al sesgo, desplazada. Quiz¨¢ suceda que un escritor haya cumplido con una novela donde el yo le result¨® odioso (para decirlo con la f¨®rmula de Pascal). O que comience su obra con tanta destreza que la sombra de autoficci¨®n se desvanezca.
Benjamin supo, como el soldado de la caballer¨ªa austroh¨²ngara, que hab¨ªa que reservar las provisiones para el momento adecuado. Probablemente uno de los ejercicios m¨¢s dif¨ªciles de la literatura sea el de borrar el yo e imaginar una tercera persona, su lenguaje, sus repeticiones, sus traiciones, su deseo y su pasi¨®n. Sobre todo, imaginar una distancia entre un escondido yo y un personaje.
Si algunos grandes conservaron las provisiones hasta pasar los 30, ?qu¨¦ nos dice sobre nuestra ¨¦poca que otros se las coman muy temprano?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.