La palidez del infierno

Pocas veces una pel¨ªcula con elementos tan apasionantes result¨® tan insulsa. Londres, 1880. Los primeros pasos de Scotland Yard en su g¨®tica sede de Victoria Embankment; los d¨ªas fascinantes del periodismo primigenio de sucesos, en el filo de las andanzas de Jack El Destripador, y de la literatura de intriga, con Sherlock Holmes en v¨ªas de creaci¨®n; la eclosi¨®n del teatro musical en el West End; la estancia del fil¨®sofo Karl Marx en Londres, a¨²n a la espera de que las revoluciones comunistas lo convirtieran en c¨¦lebre...

Sin embargo, The Limehouse Golem, pel¨ªcula brit¨¢nica dirigida por el espa?ol Juan Carlos Medina, basada en la novela de Peter Ackroyd Dan Leno, El Golem y el music-hall, publicada en 1994, no pasa del postizo c¨®ctel de referencias pol¨ªticas, literarias y sociales, alrededor de una serie de cr¨ªmenes. El sorprendentemente nefasto guion de Jane Goldman, que en Kick-ass (2010), X-Men: Primera generaci¨®n (2011) y Kingsman: servicio secreto (2014) hab¨ªa demostrado su buena mano para el efervescente entretenimiento juvenil, est¨¢ demasiado compartimentado, sin que fluya ni sorprenda en momento alguno su fusi¨®n de relato en tiempo presente y sus innumerables (y falsos) flashbacks con cada uno de los puntos de vista de los sospechosos de los cr¨ªmenes. Lo peor que le puede pasar a una intriga asentada en un cluedo (un whodunit, un qui¨¦n lo hizo) es que el espectador acabe desentendi¨¦ndose de su resoluci¨®n. Y aqu¨ª eso ocurre ya en la primera media hora.

Medina, nacido en Miami, de padre espa?ol y madre francesa, forjado cinematogr¨¢ficamente en Francia, antes de destacar con Insensibles, aquella meritoria par¨¢bola pol¨ªtica en la l¨ªnea del fant¨¢stico espa?ol de Guillermo del Toro (El espinazo del diablo, El laberinto del fauno), compone una puesta en escena tan competente como impersonal, mientras la intriga queda sepultada bajo un barullo de referencias mal utilizadas: desde los versos de Alexander Pope al Golem de Gustav Meyrink; desde las creaciones teatrales en el burlesco y la pantomima de Dan Leno hasta la escritura de Marx y de George Gissing, precisamente dos de los sospechosos, pasando por las teor¨ªas sobre el asesinato como bella arte de Thomas de Quincey.

Pese a su violencia, la pel¨ªcula es demasiado pulcra, inmaculadamente vacua. Un p¨¢lido remedo de Desde el infierno en lugar de macabro juego circense a lo Tod Browning.