El cuadro ¡®G¡¯
En el ¡®Guernica¡¯ hay m¨¢s porno que bombardeo
Antonio L¨®pez es un copista excepcional y Picasso uno de los m¨¢s imaginativos dibujantes. Pero todo ello no conlleva que sean grand¨ªsimos pintores.
Basta con echarle encima el peso de Matisse, C¨¦zanne, Degas, Braque, Bonnard, Vermeer, Rembrant o Goya para verlos convertidos en papel cebolla. Los apenas 35 cuadros de Johannes Vermeer hacen palanca sobre las m¨¢s de 15.000 piezas ¨²nicas que a Picasso le atribuye el cat¨¢logo de Ferrer Barrera, o las 45.000 que le atribuyen otros. Picasso busc¨® pas¨¢rselo bien, estar al sol y Vermeer descubrir luz por los rincones. Picasso, el m¨¢s cotizado, es raz¨®n para que m¨¢s de 600.000 personas devotas, atra¨ªdas por la pura miel y el sucio oro, fueran a visitar hasta este mes su Guernica en el Reina Sof¨ªa.
Puesto que de devoci¨®n se trata. Un mansurr¨®n espectador tiende a arrodillarse ante el Guernica despu¨¦s de tantos salmos. Y sin embargo, seg¨²n ha mostrado exhaustivamente el doctor Jos¨¦ Mar¨ªa Juarranz en el cuadro hay m¨¢s porno y castraciones, penes y vaginas que bombardeo alem¨¢n. Picasso fue extraordinario gracias a que Dios y su padre soplaron su divinidad pero su fase perdularia de la calle Avignon revolvieron su cinismo: dulce cicuta de la invenci¨®n art¨ªstica y semen playero desde Cannes a Antibes desde el sexo tierno de Fran?ois Gilot a la consistencia de Dora Maar (ver Victoria Combal¨ªa). Y as¨ª hasta ocho amantes.
Colmado de trabajo y vicio, rico por todas partes, una noche encontr¨® en el restaurante La Coupole a su inocente amigo Mir¨® que ya pintaba solo puntos y estrellas y le solt¨®: ¡°Pero Joan, a tu edad¡¡±. Ni lleg¨® a convencerle que tras un delirio pasajero Mir¨® expusiera sus telas chamuscadas.
Ren¨¦ Girard en La violencia y lo sagrado (Anagrama) sostiene que todas las sociedades fundaron su orden en el sacrifico. Todas nacieron del crimen. Y as¨ª es el Guernica: la supuesta representaci¨®n de una masacre y la reordenaci¨®n de sus conmociones. Picasso se impresion¨® con el bombardeo, pero no lo ¡°impresion¨®¡± directamente en el lienzo. Se trata de una caso m¨ªtico (sagrado) que asedia tambi¨¦n a mi ilicitana dama de Elche: ?Obra de los iberos o de una mano siguiendo la moda del XIX? Esto ¨²ltimo es lo que sostiene fundadamente John Moffitt, profesor en la Universidad de California en un libro que las autoridades locales no quisieron abrir.
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