De reversos y calenturas de la democracia
El autor responde a la cr¨ªtica de ??igo Errej¨®n sobre su libro en Babelia
El populismo es una estrategia de seducci¨®n elitista. Un proyecto pol¨ªtico que act¨²a sobre la estructura emocional de la democracia al calentar y manipular las adherencias que conectan al pueblo con la institucionalidad que lo representa. El objetivo es que el reverso inconsciente de la democracia haga bullir su estabilidad. Que sustituya la fr¨ªa racionalidad formal de legitimaci¨®n que hace posible que todos, m¨¢s all¨¢ de nuestras diferencias, constituyamos un ¡°nosotros¡± en el que cada uno se reconozca como parte del mismo pueblo soberano. La sospecha de que unos trabajan contra otros, de que existen mecanismos de hegemon¨ªa de clase que ocultan una relaci¨®n dial¨¦ctica que sustenta la sociedad en una disputa entre amigos y enemigos, es uno de los resortes que activa sutilmente. En esta tarea, el populismo identifica un ¡°horizonte de oportunidad¡± que, como ha sucedido con la crisis, haga posible un desencuentro dentro de la sociedad que rompa la unidad simb¨®lica del pueblo y que no dude en favorecer su dislocaci¨®n y divisi¨®n. De este modo se busca provocar finalmente un reseteo revolucionario del poder mediante, en palabras de Laclau, ¡°una plebs que reclame ser el ¨²nico populus leg¨ªtimo ¡ªes decir, una parcialidad que quiere funcionar como la totalidad de la comunidad¡ª¡±. Para lograrlo es fundamental, como ve¨ªa Gramsci, una especie de guerra de posiciones que, prolongada y gobernada por la planificaci¨®n de intelectuales org¨¢nicos, proyecte una voluntad de cambio que altere finalmente las reglas de juego democr¨¢ticas. ?C¨®mo? Vulner¨¢ndolas a partir de una inteligencia que sustituya el boxeo de masas revolucionario por el ajedrez guerrillero de acciones culturales y relatos pol¨ªticos que alteren las mentalidades hasta hacer posible la ruptura de la unidad del pueblo.
??igo Errej¨®n es uno de esos intelectuales org¨¢nicos de los que hablaba Gramsci. Un pensador brillante que, a partir de una s¨®lida formaci¨®n acad¨¦mica, despliega con nitidez seductora los argumentos de la raz¨®n populista que acabo de describir. Sin lugar a dudas es el principal activo intelectual de su partido, circunstancia que me mueve a responder la rese?a cr¨ªtica que tan elegantemente escribi¨® sobre mi libro [Contra el populismo; Debate, 2017]. No en balde, como dir¨ªa su admirado Stuart Hall, ha asumido el papel de un l¨ªder cultural alineado con fuerzas hist¨®ricas emergentes que desarrollan desde el populismo ¡°t¨¦cnicas cruciales de articulaci¨®n discursiva, desarticulaci¨®n y articulaci¨®n¡±, participando ¡°en la vida pr¨¢ctica, como constructor, organizador, persuasor permanente y no simple orador¡±. Circunstancia que hace que el art¨ªculo de Errej¨®n no sea una simple cr¨ªtica ensay¨ªstica, sino la cartograf¨ªa de un relato populista desde el que, con acerada inteligencia, inicia el despliegue de una potente l¨ªnea de fuego anal¨ªtico que quiere dar la ¡°batalla intelectual m¨¢s relevante del momento¡±. Batalla que no duda en plantear con la mano tendida desde el respeto y la argumentaci¨®n, pero que elige como tablero de juego un aparato privilegiado de producci¨®n de hegemon¨ªa como es la cultura.
La institucionalidad ha mostrado disfuncionalidades profundas, pero sigue en pie y con capacidad de desplegar acciones de reforma
El vector de combate que plantea ??igo Errej¨®n afirma que la crisis ha hecho surgir una voluntad popular renovada. Una voluntad que ser¨ªa el producto de ¡°una erosi¨®n de los derechos sociales y del estrechamiento de la soberan¨ªa popular¡± que ha favorecido el ¡°desencanto y la brecha entre gobernantes y gobernados¡±. Circunstancias que justificar¨ªan un momento popular caliente que protagonizar¨ªa un ¡°excedente popular no contenido o satisfecho en la institucionalidad existente¡± y que, por tanto, reclamar¨ªa una ¡°reconstrucci¨®n del inter¨¦s general y una arquitectura institucional acorde¡± con el resultado de ¡°volver a barajar las cartas¡±. Hasta aqu¨ª un relato impecable que matizan los hechos porque la experiencia colectiva resultante de estos a?os de crisis es algo distinta. Es indudable que la institucionalidad democr¨¢tica se ha debilitado, pero ha resistido, tambi¨¦n, en el respaldo popular. El ¡°nosotros¡± que unifica al pueblo no se ha roto. Ni por su polarizaci¨®n emocional ni por la agitaci¨®n de su reverso violento e inconsciente. El pluralismo sigue siendo fruct¨ªfero, lo mismo que la otredad y el respeto tolerante al otro. Los reaseguros sociales han funcionado y permiten que la paz social se mantenga en Europa. Es indudable que la institucionalidad ha mostrado disfuncionalidades profundas, pero sigue en pie y con capacidad de desplegar acciones de reforma que la adaptan a las nuevas realidades, aunque, eso s¨ª, desde las reglas de juego que siguen vigentes. Errej¨®n concluye que hay que barajar las cartas y le respaldo, aunque con las reglas que hemos pactado porque son de todos. Y para que el juego democr¨¢tico sea posible hay que hacerlo sin esa ¨¦pica que invoca y, a poder ser, sin los mitos que propician la irracionalidad. Apoy¨¦monos en una solidaridad afectuosa que nos haga sentir que somos un ¡°nosotros¡± que debemos preservar unido y en paz si queremos definirnos como seres civilizados. Confiemos en los otros y cuidemos entre todos la democracia. Prefiero tender la mano intelectual a mi admirado Errej¨®n para esto que para la batalla.
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