Apuntarse a la vida
La Orquesta Nacional regresa de vacaciones con una lectura ascendente de la ¡®Quinta¡¯ de Mahler bajo la direcci¨®n de David Afkham
OBRAS DE SCHUMANN Y MAHLER
Orquesta Nacional de Espa?a. Javier Perianes, piano. Direcci¨®n: David Afkham.
Auditorio Nacional, Sala Sinf¨®nica, hasta el 17 de septiembre.
Hay encuentros que cambian vidas y otros que adem¨¢s transforman sinfon¨ªas. Mahler conoci¨® al gran amor de su vida, Alma Schindler, en noviembre de 1901. Estaba inmerso en la composici¨®n de su Quinta sinfon¨ªa, de la que hab¨ªa completado los dos primeros movimientos durante el verano anterior. Era una m¨²sica f¨²nebre y atormentada, como reflexi¨®n de la muerte acariciada pocos meses atr¨¢s al sufrir una grave hemorragia intestinal. Pero, tras conocer a Alma, el compositor austriaco concluy¨® su sinfon¨ªa por otros derroteros. Alter¨® su plan inicial de cuatro movimientos para dar cabida al famoso Adagietto, que es una bella declaraci¨®n de amor en el estilo de los R¨¹ckert-Lieder, y termin¨® con un extenso rond¨® final convertido en un canto vital de muscular urdimbre contrapunt¨ªstica. La muerte tendr¨ªa que esperar, pues Mahler se apuntaba a la vida. Y lo mismo podr¨ªa decirse de la versi¨®n que dirigi¨® David Afkham (Friburgo de Brisgovia, 1983) ayer en el Auditorio Nacional de la Quinta de Mahler. Una versi¨®n que no comenz¨® a elevarse t¨ªmidamente hasta el desarrollo del scherzo central, precisamente lo primero que escribi¨® Mahler tras conocer a Alma, y que cambi¨® ostensiblemente a partir del Adagietto.
Los profesores de la Orquesta Nacional volv¨ªan de vacaciones y la rentr¨¦e nunca es f¨¢cil con Mahler en los atriles. Bien lo sabe el excelente trompeta solista que abri¨® fuego en el primer movimiento con un solo algo dubitativo. No estaba la noche para marchas f¨²nebres por mucho que la cuerda y los solistas de madera tratasen de convencernos de lo contrario. Y el cl¨ªmax del primer movimiento lo dej¨® bien claro. Tampoco hubo tormentas y mucho menos vehemencia en el arranque del segundo movimiento, a pesar de que la cuerda liderada por los violonchelos defendi¨® con exquisitez la segunda marcha f¨²nebre de la obra. El desarrollo de ese movimiento confirm¨® el espejismo, aunque en la recapitulaci¨®n volvi¨® a destacar la marcha f¨²nebre ahora liderada por los violines. Nos plantamos en el espectacular coral previo a la coda, donde Mahler nos muestra por una rendija el para¨ªso, aunque sin saber muy bien c¨®mo hab¨ªamos llegado hasta all¨ª. Y al final de ese movimiento intuimos, por fin, que exist¨ªa algo parecido al infierno.
El scherzo central empez¨® peor de lo que termin¨®. Afkham perfum¨® con elegancia el primer tr¨ªo a ritmo de vals, pero tambi¨¦n alent¨® la transparencia y el dinamismo. Precisamente la profusi¨®n de los di¨¢logos imitativos entre secciones contribuy¨® a cohesionar el conjunto, que lleg¨® al Adagietto dispuesto para hacer m¨²sica al m¨¢s alto nivel. Aqu¨ª el director alem¨¢n se tom¨® al pie de la letra la indicaci¨®n del compositor (¡°adagietto¡± significa un poco m¨¢s r¨¢pido que adagio) y encontr¨® una magn¨ªfica fluidez en la secci¨®n central donde los violines cantan insistentemente el tema de la mirada del Tristan e Isolda de Wagner. Pero Mahler pasa a la acci¨®n en su movimiento final. Y disfrutamos de la mejor versi¨®n de nuestra magn¨ªfica Orquesta Nacional con Afkham dando coherencia a este denso homenaje al contrapunto bachiano embutido en el molde de una forma sonata. Ahora s¨ª que supimos c¨®mo hab¨ªamos llegado al coral que precede a la coda. Y el director alem¨¢n inflam¨® la stretta para que el p¨²blico estallase en una impresionante y merecida ovaci¨®n final.
Pero no todo fue Mahler ayer en el Auditorio Nacional. La velada se inici¨® con el Concierto para piano, de Schumann, otro famoso ejemplo de inspiraci¨®n sentimental. Aqu¨ª el compositor incluso convierte el apelativo dom¨¦stico de su esposa Clara en el tema principal del primer movimiento; esa sucesi¨®n de Do-Si-La-La que toca el oboe al principio y que proviene de ¡°CHiArA¡± seg¨²n el sistema alem¨¢n. El pianista Javier Perianes (Nerva, Huelva, 1978) volv¨ªa a una de sus composiciones m¨¢s habituales y con la que debut¨® como solista hace m¨¢s de veinte a?os. Luci¨® fluidez y musicalidad en el Allegro affecttuoso inicial (especialmente en la cadenza), pero tambi¨¦n en el movimiento final, ese extra?o vals poblado de caprichosas hemiolas. El acompa?amiento de Afkham y la Nacional fue competente, aunque tambi¨¦n complaciente. El conjunto se elev¨® notablemente en el intermezzo central, donde Schumann opone esa doble personalidad nost¨¢lgica (anoche casi mozartiana) de Eusebius y apasionada de Florest¨¢n. Perianes culmin¨® su actuaci¨®n con una lectura impresionista y et¨¦rea del Notturno de Grieg, la misma propina que toc¨® aqu¨ª mismo el a?o pasado frente a una impresionada Filarm¨®nica de Viena.
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