La misma mierda de siempre
Cuando Banksy dice que su modelo es Basquiat, est¨¢ diciendo que no hay nada nuevo
En sus salidas nocturnas por los arcenes de metro y suburbios del Downtown de Manhattan, Jean-Michel Basquiat y su colega Al D¨ªaz firmaban sus grafitis con el acr¨®nimo SAMO? (Same old shit), queriendo decir que s¨ª, en efecto, lo que hac¨ªan era la misma mierda de siempre, como fumar marihuana, pero al menos sus garabatos y pintadas acompa?ados de frases sarc¨¢sticas, a veces po¨¦ticas, servir¨ªan para dinamitar el cacareo de los cr¨ªticos y las escuelas de arte. Corr¨ªan los ¨²ltimos setenta y nadie ¡ªa excepci¨®n de un belga loco y poeta llamado Marcel Broodthaers¡ª pod¨ªa imaginar que el MoMA acabar¨ªa pareci¨¦ndose tanto a una feria de arte (y al rev¨¦s). A Basquiat le mat¨® la fama, con solo 27 a?os, cuando mueren los ¨ªdolos del rock. Pas¨® de ser un vagabundo acomodado, que se dedicaba a pintar camisetas en p¨²blico y vend¨¦rselas a los turistas, al artista protegido y mimado por unos de los galeristas m¨¢s astutos del mundillo del arte, el suizo Bruno Bischofberger. Los dos se prove¨ªan mutuamente, uno pon¨ªa los huevos de oro, cuanto m¨¢s manchados y sucios m¨¢s aut¨¦nticos; el Bischo alimentaba a la gallina con ¡°la misma mierda de siempre¡±.
Cuando ese Robin Hood del Street Art que firma como Banksy dice que su modelo es Basquiat, est¨¢ diciendo que no hay nada nuevo (?viejos!), que la cadena sigue, pero a diferencia del artista de Brooklyn, Banksy (que naci¨® en Bristol en 1975, la misma ciudad donde 10 a?os antes vio la luz otro depredador de las subastas, Damien Hirst) ha querido ser ¨¦l mismo artista y galerista, promotor de su trabajo y quien mejor rentabiliza su anonimato.
En una sociedad en la que la sobreexposici¨®n de la privacidad es altamente rentable, Banksy ha demostrado ser un talento subversivo, un Midas de las exposiciones. All¨¢ donde aparecen sus grafitis se forman largas colas, se venden camisetas y bibelotes y se arrancan muros con sus dibujos que despu¨¦s se ofertan por millones de libras, para acabar encerrados en el museo privado de alg¨²n coleccionista caprichoso. ?Un muro intramuros!. De locos.
Hace bien Banksy en burlar y burlarse de todos los factores del arte, incluidos los que ahora nos dedicamos a comentar su ¨²ltima aparici¨®n en un museo. Pero, como cualquier virtuoso del f¨²tbol, Banksy se jubilar¨¢ alg¨²n d¨ªa v¨ªctima de una patada mal dada. Y cuando eso ocurra, lo m¨¢s seguro es que se convierta en otro ego que a?adir a la abultada lista de celebridades que apuran hasta el ¨²ltimo gramo la misma mierda de siempre: Marina Abramovic, Ai Weiwei. As¨ª funciona.
Babelia
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