La imparable decadencia de Wim Wenders
'Inmersi¨®n' pretende ser una historia rom¨¢ntica sobre un amor condenado por el destino a la caducidad
La primera vez que o¨ª hablar de Wenders, la admiraci¨®n proven¨ªa de un director tan inteligente y sensible como necesario. El suizo Alain Tanner, al que un amigo y yo hab¨ªamos entrevistado en su hospitalaria casa de Ginebra, depositaba sus esperanzas y certidumbres en un joven director alem¨¢n cuyas pel¨ªculas le hab¨ªan conmovido. Esto ocurr¨ªa en 1977. Al regresar a Par¨ªs buscamos en un minicine aquella presunta excelencia. Vimos en programa doble Alicia en las ciudades y En el curso del tiempo. Y nos parecieron fascinantes. Cine en blanco y negro centrado en viajes sin rumbo de personajes ¨ªntimamente desolados, muy perdidos, muy solos, desarraigados, a la intemperie. La c¨¢mara de Wenders y su forma de abordar los paisajes y los sentimientos pose¨ªa algo hermoso, se hablaba poco pero se suger¨ªan muchas cosas, era una forma de narrar original y poderosa. Mi idilio con el cine de este hombre se prolong¨® con El amigo americano y Paris-Texas. No he vuelto a revisar esas pel¨ªculas, cuando paso mis d¨ªas y mis noches retornando incansablemente y como medida de supervivencia a tantos cl¨¢sicos que jam¨¢s te cansan ni te decepcionan. Pero con Wenders me da miedo que su obra haya envejecido mal o que me haya ocurrido a m¨ª; es una forma de proteger los recuerdos.
A partir de Paris-Texas el cine de este hombre me result¨® insoportable, un quiero y no puedo, angustias de cart¨®n, falso lirismo, tem¨¢ticas supuestamente desgarradas y con af¨¢n de trascendencia que no ten¨ªan el menor poder de conmoci¨®n, pretenciosas, vacuas, sin nervio, muy aburridas. Su antiguo prestigio le permit¨ªa ser carne de festivales, pero sospecho que su paso por las salas comerciales duraba un suspiro. Sin embargo, Wenders demostr¨® ser un virtuoso haciendo documentales, olvid¨¢ndose de su atormentado ombligo para hablar con magn¨ªfico lenguaje de artistas admirables. Buena Vista Social Club, cr¨®nica de la gozosa colaboraci¨®n entre Ry Cooder y m¨²sicos cubanos; Pina, homenaje a la core¨®grafa de la soledad Pina Bausch, y La sal de la tierra, protagonizada por la concienciada mirada sobre los parias de la tierra del escalofriante fot¨®grafo brasile?o Sebasti?o Salgado, remueven al espectador, algo que Wenders no consigue con sus ficciones desde hace tanto tiempo.
Inmersi¨®n, que ha inaugurado el festival, no altera la pat¨¦tica decadencia de su cine. Pretende ser una historia rom¨¢ntica sobre un amor condenado por el destino a la caducidad, el de una biomatem¨¢tica (es la primera vez que oigo hablar de esta cient¨ªfica profesi¨®n) que busca indicios de vida en el fondo de los oc¨¦anos y un esp¨ªa ingl¨¦s con la misi¨®n de desmantelar una red yihadista que ejerce su siniestra labor en Somalia. El encuentro inicial de estas dos personas en un precioso hotel de Normand¨ªa se supone que es intenso y pretende estar descrito de forma sutil, pero resulta enf¨¢tico. La descripci¨®n del posterior infierno al que es condenado el esp¨ªa por los fundamentalistas del turbante y el desasosiego de la biomatem¨¢tica ante la ausencia de su amante, tampoco logra implicarme en tragedia tan l¨ªrica. Todo ello sazonado con reflexiones con af¨¢n human¨ªstico sobre la vida, el miedo y la crueldad del destino ceb¨¢ndose con los inconsolables amantes. Es una pel¨ªcula fatigosa, mal contada, sin magnetismo, nada cre¨ªble, sin capacidad para implicarte emocionalmente en lo que ves y escuchas aunque intente ser po¨¦tico, doloroso y profundo. Reconozco el m¨¦rito de que Wenders se las ingenie para seguir encontrando producci¨®n a sus nader¨ªas adornadas de existencialismo, ausentes de vida. La que s¨ª poseen, repito, sus ejemplares documentales.
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