El Santo y su cuna centenaria
Se cumplen 100 a?os del natalicio del m¨ªtico luchador mexicano, una pieza de la identidad de M¨¦xico
Lo ¨²ltimo que vio Rodolfo Guzm¨¢n fue una estaci¨®n de ferrocarril. Era la parada de Tulancingo, Hidalgo. Su rumbo era Ciudad de M¨¦xico, a 143 kil¨®metros. Con siete a?os se desprendi¨® su vida rural para adherirse al estilo de vida del barrio, de la calle. All¨ª se fragu¨® el atleta, luego el ¨ªdolo de lucha libre y despu¨¦s en un icono de culto. Es El Santo, el enmascarado encumbrado en 100 a?os.
Antes de ser el Santo, era Rodolfo Campuzano Guzm¨¢n. O al menos eso dec¨ªa el acta de nacimiento que ten¨ªa un grave error: al ni?o nacido el 23 de septiembre de 1917 le hab¨ªan puesto los dos apellidos de su padre, luego corregir¨ªa ese fallo. El destino le pon¨ªa intrigas a su verdadera identidad. Guzm¨¢n vivi¨® sus primeros a?os en una vecindad que hoy es una escuela primaria llamada Club de Leones. ¡°En Ciudad de M¨¦xico se hizo como el hombre al ser muy aventurero¡±, se?ala su heredero, el Hijo del Santo. Su padre trabajaba de carpintero por la calle de Belisario Dom¨ªnguez, en el n¨²cleo de la entidad. Fue un hombre de muchos oficios, sin embargo, el arte de la lucha libre le atrap¨®. Poco tard¨® para convertirse en un campe¨®n en un espect¨¢culo donde el m¨¢s p¨²dico lanza una serie de insultos sin ser juzgado.
Sus primeras luchas no eran tan buenas, transitaba de un nombre art¨ªstico a otro hasta que a Jes¨²s Lomel¨ª, uno de los ¨¢rbitros, invent¨® el personaje de El Santo. Con el concepto, Rodolfo Guzm¨¢n idealiz¨® su m¨¢scara al puro estilo del hombre de la m¨¢scara de hierro, una construcci¨®n literaria de Alejandro Dumas, seg¨²n constata el especialista Marco Antonio Mendoza. Pero esa m¨¢scara plateada por s¨ª sola no fue el ¨¦xito, necesit¨® de la industria del c¨®mic mexicano para convertirse en el h¨¦roe mexicano que no necesitaba de un superpoder.
Llegaron los grandes tirajes de los c¨®mics, luego las pel¨ªculas, las funciones de lucha libre abarrotadas, toda una gloria ante una sociedad convulsa. El Santo era en M¨¦xico lo que es Cristiano Ronaldo en el mundo, o quiz¨¢ m¨¢s. Tuvo 10 hijos y los educ¨® para mantener en secreto su identidad. Era actor de teatro, de cine. Era el hombre del misticismo, el que no dejaba ver su verdadero rostro, hasta que en una tertulia televisiva, en 1984, decidi¨® mostrar su faz, 10 d¨ªas antes de morir a los 66 a?os.
El d¨ªa del funeral del Santo paraliz¨® a la Ciudad de M¨¦xico. ¡°Fueron dos sepelios. Por un lado muri¨® mi pap¨¢, Rodolfo Guzm¨¢n. Eso era lo doloroso; del otro lado, me di cuenta que para el p¨²blico se muri¨® el luchador. Si no le hubi¨¦ramos dicho a nadie hubiera sido un sepelio con pocas personas. Pero esto fue una locura. Se llen¨® de prensa, de gente. Todos quer¨ªan tocar su ata¨²d. Del trayecto de la funeraria al pante¨®n desde los puentes peatonales le dec¨ªan adi¨®s. Se o¨ªa el grito de ?Santo, Santo!¡±, comenta el Hijo del Santo.
¡°No es f¨¢cil tomar un personaje de esta magnitud y no dejar que se vaya al olvido. Cuando yo ten¨ªa 20 a?os yo ya empezaba a luchar, pero mi padre no lo sab¨ªa. Un d¨ªa me descubri¨® y rega?¨®. Me pidi¨® olvidarme de la lucha libre. Despu¨¦s me dijo ¡®me gustar¨ªa que t¨² fueras el Hijo del Santo¡¯. ?H¨ªjole! No hab¨ªa momento para pensarlo. Le dije ¡®si t¨² quieres, yo puedo¡¯. Esto es tan importante como la corona de un rey¡±, reflexiona el v¨¢stago del enmascarado de plata, quien se ha esforzado por mantener a flote la esencia de El Santo.
El personaje de la m¨¢scara plateada tiene su propia tienda en el barrio de la Condesa. Ah¨ª se vende todo tipo de producto. Es el para¨ªso para los coleccionistas: juguetes, carteles de cine, camisetas y, claro, m¨¢scaras. En su natal Tulancingo algunos aficionados montaron en 2009 un museo comunitario en el que llevaban sus mejores recuerdos del luchador: una fotograf¨ªa, recortes en el peri¨®dico y de todo tipo de reliquias. El recinto se instal¨® en los edificios que funcionaban como los cuartos de m¨¢quinas de la ¨²ltima estaci¨®n de ferrocarril en la que se subi¨® Rodolfo Guzm¨¢n. El espacio es peque?o similar al de una galer¨ªa modesta.
¡°El museo empez¨® a tener problemas de acervo, hubo personas que reclamaron sus objetos¡±, menciona Jos¨¦ Francisco Palacios, jefe de museos de la entidad. La colecci¨®n no fue del agrado del Hijo del Santo luego de que no llenaba las expectativas para dignificar la imagen de su padre. Desde a?os ha buscado un lugar para instalar un gran museo en la Ciudad de M¨¦xico, pero no ha encontrado eco. ¡°Estuve en Madrid, lo coment¨¦ y me espant¨¦ porque alguien me dijo ¡®lo ponemos aqu¨ª. Tr¨¢ete todo y aqu¨ª lo situamos¡¯. Es una gran oportunidad, pero no me lo perdonar¨ªan los mexicanos¡±, admite el Hijo del Santo.
La huella de El Santo se puede encontrar en Tulancingo, en Tepito, el barrio bravo de la capital, en cada rinc¨®n de su pa¨ªs, en Europa incluso en Jap¨®n. En todo sitio donde haya un cuadril¨¢tero siempre habr¨¢ reminiscencias de este luchador de plata.
Babelia
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