Moriremos todos, menos los Rolling Stones
Son ancianos, millonarios, desfasados, arrogantes y les importa un bledo que les vean como payasos
Si alguna vez ha pensado que le tocar¨¢ morir alg¨²n d¨ªa, piense antes, o mejor justo despu¨¦s, en los Rolling Stones. No porque no vayan a morir, como ya se prev¨¦ en cualquier casa de apuestas tras romper todas las estad¨ªsticas y quinielas, sino porque a lo mejor encuentra en ellos una raz¨®n para que esta tragicomedia llamada vida muestre el descaro como ¨²ltima bala, como un quiebro final con el que irse con una sonrisa a la tumba. Son ancianos, millonarios, desfasados, arrogantes y les importa un bledo que les vean como payasos del circo que, como nadie en este estropeado planeta, ayudaron a levantar: el circo del rock and roll, al que algunos, por suerte en este mundo repleto de descre¨ªdos e interesados, encuentran a¨²n alg¨²n significado profundo.
Los Stones ¨Cno diga, por favor, Rolling, se?or, se?ora- no buscan significados porque ellos son el significado, con todo lo que eso conlleva. A estas alturas de la tragicomedia, solo los m¨¢s osados se atreven a afirmar qu¨¦ fue antes: si el huevo o la gallina, es decir, si el rock and roll o los Rolling Stones. M¨¢s de medio siglo de existencia y la banda que simboliz¨® como ninguna la rebeld¨ªa juvenil, el hedonismo y la liberaci¨®n sexual sigue en pie, como un coloso de Rodas imponiendo el peso de su propia historia, pero tambi¨¦n como un centro comercial dando rienda suelta a todos los males que acechan a la esencia misma del gran circo: la masificaci¨®n desproporcionada, la mercadotecnia descarada, la autocomplacencia, el mimetismo¡
Pero, entonces, en la noche barcelonesa, universal pese al tira y afloja de unos y otros, son¨®, como una tormenta anunciando el fin del mundo, Paint It Black y todo se puso en su sitio. Los Stones lo pusieron en su sitio. Vaya alguien a decirle a cualquier chaval que est¨¢ aporreando sus instrumentos ahora mismo en el garaje de sus padres que estos abuelos est¨¢n acabados. El chaval, dispuesto a llegar a lo m¨¢s alto con sus canciones, acabar¨¢ por preguntar qu¨¦ maldita p¨®cima tienen estos vejestorios para salirse con la suya. Con Paint It Black, a mitad del concierto, se revuelven imparables las filigranas viciosas de las guitarras de Keith Richards y Ronnie Wood, Mick Jagger se contonea alocado como una serpiente enferma buscando presa y todo suena como un sue?o lis¨¦rgico en el que merece la pena adentrarse. Y eso que cost¨®.
Al saltar ante los cerca de 50.000 espectadores del Estadi Ol¨ªmpic, los Stones arrancaron fr¨ªos, como momias, en Sympathy for the Devil, que perdi¨® toda su carga maldita y seducci¨®n morbosa. Todo apuntaba a desastre en este asunto planetario llamado Rolling Stones. Pero el grupo, due?o de su propia magia, fue remontando con It's Only Rock 'n' Roll (But I Like It) y, a¨²n m¨¢s, con Tumbling Dice, que son¨® plet¨®rica, con los vientos y las coristas poniendo la quinta y Jagger bailando por primera vez en la platea central, con sus espasmos contagiosos. El estadio ya estaba dentro, como cuando tu equipo golea en la primera parte.
A partir de Just Your Fool, se esforzaron por hacer del gigantesco escenario un garito de blues. Con Jagger a la arm¨®nica, tocaron Ride 'Em on Down, tambi¨¦n del ¨²ltimo disco. Pero el cancionero nuevo, que no dejan de ser versiones de los bluesmen Buddy Johnson y Jimmy Reed respectivamente, no tiene consistencia ante cl¨¢sicos imbatibles como Rocks Off yYou Can't Always Get What You Want, que mostraron en el escenario el brillo original que defini¨® el rock and roll stoniano para la posteridad. Tambi¨¦n lo hizo Happy en su d¨ªa, aunque anoche son¨® descafeinada con Richards, cada d¨ªa m¨¢s alejado de sus mejores d¨ªas, al micr¨®fono. Y, entonces, como con Paint It Black, dispararon la traca: Honky Tonk Woman, Gimme Shelter, Jumpin¡¯ Jack Flash, Brown Sugar ¨Ccon Jagger corriendo por la pasarela- y Satisfaction, que cerr¨® la actuaci¨®n de dos horas con fuegos artificiales y el p¨²blico cantando a pulm¨®n abierto. Todas eran fieras, adictivas, imparables, llenas de vida imposible y actitud desvergonzada.
Si alguna vez ha pensado que le tocar¨¢ morir alg¨²n d¨ªa, piense en los Rolling Stones. Moriremos todos, menos ellos, que seguir¨¢n all¨ª, como una leyenda del siguiente siglo.
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