Vendimia a garrotazos
Una visita a la sala de las pinturas negras de Goya inaugura una serie del escritor, que ve en el c¨¦lebre cuadro del duelo a palos ecos de la ri?a pol¨ªtica ante el desaf¨ªo independentista
Recuerdo aquella ma?ana de un oto?o ya muy lejano en que entr¨¦ totalmente fumado en la sala de las pinturas negras de Goya en el Museo del Prado y la sensaci¨®n que me produjo el cuadro Duelo a garrotazos bajo los efectos de la marihuana. Eran tiempos de batallas urbanas contra la polic¨ªa en los estertores de la dictadura. Por Atocha y la Ciudad Universitaria madrile?a hab¨ªa manifestaciones cada d¨ªa con pancartas y gritos de libertad, amnist¨ªa y estatutos de autonom¨ªa, con nubes de gases lacrim¨®genos, balas de goma y algunas de plomo que hab¨ªan acarreado varios muertos.
En ?msterdam, hab¨ªa adquirido una hierba de excelente calidad en los tenderetes de la discoteca Paradiso, una antigua iglesia convertida por los hippies en su tabern¨¢culo, y en aquel Madrid descoyuntado por los dolores de parto de una democracia extra¨ªda con f¨®rceps, dentro del coche aparcado a la sombra de la Academia Espa?ola de la Lengua, liaba un canuto en forma de trompeta, lo apuraba con lentas caladas, me paseaba primero sobre las hojas ca¨ªdas, rojas, amarillas, moradas del Jard¨ªn Bot¨¢nico y luego, fumado hasta muy abajo entraba en el Museo del Prado con la esperanza de que la hierba me abriera las puertas de la percepci¨®n hasta las entra?as invisibles que hab¨ªa debajo de la belleza. En cierto modo este placer era tambi¨¦n una forma de resistencia al franquismo.
En aquel tiempo, el Museo del Prado estaba pr¨¢cticamente deshabitado. En un ¨¢ngulo de cada sala vac¨ªa dormitaba un bedel y mientras avanzaba en soledad entre ¨®leos de reyes, santos, caballeros y batallas me acog¨ªa la sensaci¨®n alucinada de que aquellas figuras de las paredes solo eran la creaci¨®n del sue?o de sus vigilantes dormidos. La hierba divid¨ªa los cuadros en dos: los que te sub¨ªan y los que te bajaban. La hierba exaltaba hasta un grado indecible El Jard¨ªn de las delicias de El Bosco y a todo el Greco, a Tiziano y Vel¨¢zquez. Sus personajes abandonaban los marcos y ocupaban todo el aire por donde ve¨ªa volar a las meninas, a las v¨ªrgenes de Murillo, al adusto caballero de la mano en el pecho junto con alguna venus muy carnal. Era una sensaci¨®n placentera. En cambio, al entrar en la sala donde se exhib¨ªan las pinturas negras de Goya notaba que no hab¨ªa forma de que aquellas figuras diab¨®licas las diluyera la morbidez del cannabis. Esta paranoia se acrecent¨® al contemplar de cerca el cuadro de Duelo a garrotazos. Tal vez este rechazo se deb¨ªa a que esta pintura solo expresaba el odio profundo entre las dos Espa?as, que hab¨ªa aflorado de nuevo en la calle. De hecho, desde all¨ª se o¨ªa en ese momento un helic¨®ptero de la polic¨ªa sobrevolando una asonada.
Seg¨²n su doble fuente de inspiraci¨®n, Goya pintaba juegos de columpio y fiestas felices en la pradera, una duquesa desnuda con carne de n¨¢car y aguafuertes llenos de brujas y ajusticiados, cartones para tapices con escenas galantes y ahorcados, capirotes de la Inquisici¨®n, el garrote vil, un asno con levita y un macho cabr¨ªo presidiendo un aquelarre. La Espa?a atroz y la de la Ilustraci¨®n conviv¨ªan en sus lienzos. Cuando Goya se fue a vivir a la Quinta del Sordo, hacia 1819, era un viejo lleno de c¨®lera y sabidur¨ªa. Durante los cuatro a?os de misantrop¨ªa que estuvo all¨ª enclaustrado luchando contra sus demonios se dedic¨® a cubrir 32 metros cuadrados de pared con visiones corrosivas y pesadillas esquizofr¨¦nicas. En la cartela que acompa?a al cuadro Duelo a garrotazos se explica que esa clase de pelea a muerte solo se permit¨ªa en Catalu?a y en Arag¨®n. En el resto de Espa?a estaba prohibida. En la pintura original esa pareja de espa?oles raciales tiene los pies sobre la hierba, pero al pasar la pintura al lienzo desde las paredes encoladas, la restauraci¨®n deplorable hizo que aparecieran con las piernas enterradas y ese error ha convertido la escena en un s¨ªmbolo del violento inmovilismo espa?ol como un destino aciago.
Algunos expertos opinan que Goya en los d¨ªas felices hab¨ªa pintado bocetos de dulces vendimias con colores pastel debajo de esas pinturas negras y uno en aquel lejano oto?o trataba de adivinarlas in¨²tilmente ayudado por el cannabis dentro de las nubes azules y rosas que presiden la pelea de los dos villanos. Hoy, la sala de las pinturas negras de Goya est¨¢ siempre abarrotada de espectadores que solo buscan la belleza, pero la incompetencia de los l¨ªderes pol¨ªticos ha hecho que el desaf¨ªo independentista contra el Estado reproduzca la escena de una Espa?a ciega con las piernas enterradas. Hubo un tiempo en que un sue?o de ¨¦tica y libertad uni¨® a los catalanes y el resto de los espa?oles. Ignoro si todav¨ªa es posible imaginar que un delicado racimo de uvas invisible se halla en medio de esos dos bellacos que se est¨¢n matando a garrotazos.
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