Razones para la melancol¨ªa
Una muestra de Mart¨ªnmorales recoge 50 a?os de humor punzante
En la sala se pod¨ªa respirar un aire cargado de melancol¨ªa. Celebr¨¢bamos que la exposici¨®n de dibujos del humorista gr¨¢fico Mart¨ªnmorales hubiera viajado de Granada a Madrid y contempl¨¢bamos as¨ª 50 a?os entregados a un humor punzante, no adscrito a ning¨²n partido, siempre implacable en su cr¨ªtica al poder; irreverente y brutal hasta el punto de que nos pregunt¨¢bamos c¨®mo ser¨ªan recibidos ahora los chistes de este dibujante que protagoniz¨® junto a otros creadores la m¨¢s brillante ¨¦poca del humorismo gr¨¢fico en nuestro pa¨ªs. Hay en la muestra un rinc¨®n dedicado al azote de la censura: vemos la primera vi?eta en la que apareci¨® Franco caricaturizado en la que el dictador recibe a un Lorca con el cr¨¢neo agujereado que hace entrega de las balas del asesinato; vemos a dos pobres dando de comulgar higos chumbos a sus se?oritos y contando las frutas con los a?os de la Guerra Civil, 36, 37, 38¡; vemos a Jordi Pujol esnifando las barras de la senyera. Son dibujos que provocaron retiradas de peri¨®dicos o que se cayeron de exposiciones como la de la Unesco en Par¨ªs en 1977.
Los sentimientos melanc¨®licos acuden inevitablemente por un abanico de razones que estos d¨ªas est¨¢n en las mentes de todos: la primera, s¨®lida y amenazante como una piedra, la honda preocupaci¨®n por un pa¨ªs que a veces pensamos que se nos desmorona; la segunda, a la que hay que rendirse menos porque es in¨²til, la nostalgia del papel, del papel que con su tacto ¨¢spero y su olor mareante daba a quien escrib¨ªa, dibujaba o fotografiaba una presencia real en el mundo. No hay like que pueda compararse a presentir tu firma bajo el brazo de un lector un domingo por la ma?ana. Podr¨ªa asegurar que todos los que asist¨ªamos a la exposici¨®n rond¨¢bamos esa edad flexible que es la mediana, y eso multiplicaba la sensaci¨®n de que el mundo ha cambiado tan r¨¢pido que no nos ha dado tiempo todav¨ªa a hacernos viejos: somos maduros estupefactos. Hab¨ªa tambi¨¦n una pena que todo el mundo andaba disfrazando con sonrisas: nuestro dibujante homenajeado se encuentra retirado desde que hace siete a?os la rama de un ¨¢rbol que andaban cortando unos operarios en su querida casa de la Alpujarra le causara graves lesiones cerebrales. Paco sali¨® a estirar las piernas y a despejarse como hacemos los que pasamos el d¨ªa pegados al escritorio y ya no volvi¨® a ser el mismo.
Tuve la suerte de conocerlo hace a?os en una excursi¨®n a la Alpujarra. Mart¨ªnmorales le daba un aire a Paul Newman que quedaba desmentido por una mand¨ªbula ruda, de hombre de campo, y por el fuerte acento granadino. Paco era la constataci¨®n de que uno puede hacer viajes de ida y vuelta con naturalidad, conquistar Madrid y volver luego, tras la aventura, a refugiarse en la tierra querida. Su hermano, Ricardo Mart¨ªn, fot¨®grafo que tambi¨¦n vivi¨® en primera persona la importancia del ejercicio del periodismo en los ochenta, me hablaba del ni?o que Paco fue, de ese hermano mayor al que ¨¦l recuerda dibujando siempre, pintando los fotogramas para un cine casero, haciendo un curso de dibujo por correspondencia que le regal¨® la madre a espaldas de un padre que abominaba de las veleidades art¨ªsticas del primog¨¦nito. Mart¨ªnmorales se vino a Madrid enga?ando a su padre, dici¨¦ndole que ven¨ªa a continuar los estudios de peritaje, pero se dedic¨® sin tregua a abrirse camino en un oficio del que se convertir¨ªa en maestro y en el que enseguida se hizo un hueco en la troupe de dibujantes y periodistas. Cuando en el 92 se le dedic¨® una calle en Pampaneira acudieron a la cita alpujarre?a, adem¨¢s de los paisanos que tanto lo apreciaban, sus colegas M¨¢ximo, Mingote y Forges, todos tan diferentes entre s¨ª pero practicando convencidos una cordial camarader¨ªa. Tal vez fuera Mart¨ªnmorales el que llevaba las escenas de sus vi?etas a un lugar m¨¢s extremo, m¨¢s inc¨®modo para el lector, con esa idea que subyace en todos sus dibujos de que el humor ha de agitarnos estemos o no de acuerdo con la lectura que el dibujante hace de la actualidad. Es tambi¨¦n ah¨ª donde subyace un ¨²ltimo aspecto melanc¨®lico: andamos hoy tan atrapados en nuestras convicciones, tan seguros de que la raz¨®n est¨¢ de nuestra parte, que nos resulta dif¨ªcil re¨ªr una mofa que desmonte por unos instantes nuestro sesgo ideol¨®gico. El humorista se gana su respetabilidad no siendo palmero del poder, de ninguno. En eso, Mart¨ªnmorales fue un maestro. Sorprende la incre¨ªble vigencia de su punto de vista y su tremendo talento para crear una escena mordaz. No deja t¨ªtere con cabeza, de Felipe a Aznar, de Aznar a Zapatero, de Pujol a Rajoy.
Y puestos a buscar razones para la melancol¨ªa ech¨¦ de menos un p¨²blico m¨¢s joven, que espero que visite la muestra en los pr¨®ximos d¨ªas. Han de saberlo, de los viejos se aprende. Cr¨ªtica con el poder, tolerancia con el pr¨®jimo e iron¨ªa con uno mismo: ¡°Soy un cobarde. Nunca he dado un paso al frente. La ¨²nica medalla que poseo es una de chorizos Revilla que es una maravilla¡±.
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